29 de marzo de 2024

El proyector: la secuencia de Binjip Baraka

Para esta entrega de El proyector hemos invitado al ilustre Binjip Baraka. Un clásico tuitero al que, si no estás siguiendo, es que estás fuera (del Twitter más cinéfilo y musical, en este caso). Nos trae una secuencia de la primera Funny Games.

El director austriaco Michael Haneke destaca esencialmente por la capacidad que tiene de poner a la audiencia ante situaciones extremas, provocando en ella una incomodidad desmesurada. Y lo hace en unas formas poco comunes en estos terrenos cinematográficos: despojándose de la mayoría de elementos subrayantes tan usados en el thriller (la ausencia de banda sonora y el alargamiento de sus secuencias hasta el límite es una de sus señas de identidad más características). La austeridad de sus formas (claramente influenciadas por el francés Robert Bresson) dota a su cine de un abrumador realismo que lo hace todavía más perturbador.

Funny Games (1997) es, probablemente, su película más representativa y espeluznante. Se nos presenta a una familia tipo acomodada alemana que se dirige a pasar un fin de semana plácido en un lujoso chalé vacacional para practicar golf y vela, típicas inquietudes universales de las clases pudientes. Desde el inicio en la escena del viaje en coche, con el contraste de la música de Händel con una pieza muy hardcore de John Zorn en los créditos iniciales, se nos avisa de que nos vamos a encontrar con algo estremecedor. Tras instalarse en la finca, entran en acción los dos jovenes causantes del mal rollo que impera durante todo el metraje.

Funny games II

La secuencia elegida es muy, muy hanekiana y dura la friolera de once minutos. Quien la ha visto jamás puede olvidarse de ella. Se inicia tras un fuera de campo en el que escuchamos un disparo con fatales consecuencias para el menor de la familia. La cámara permanece fija a una distancia considerable mientras la madre, impasible, tarda en reaccionar. El sonido crispante de una carrera de coches suena a todo volumen en el televisor, mientras el cuerpo de la víctima que habíamos intuído por el disparo en la escena anterior permanece tirado en el suelo. La reacción de la madre puede parecer fría, y eso provoca que el plano sea todavía más inquietante. Tras ese periodo de asimilación de lo acontecido, atada de manos y en ropa interior, se dirige dando saltitos a apagar ese sonido del televisor que tanto nos está molestando, acompañada de un ligero movimiento de cámara que nos muestra la brutal mancha de sangre en la pared. Tras continuar impasible otro buen rato, pregunta al marido si los psicópatas se han marchado, sin conseguir que éste articule ninguna palabra, e intenta de manera inútil desatarse. Mientras se dirige hacia la cocina, la vista se centra en el marido, manteniendo la misma distancia. Éste se encuentra herido con una pierna rota por los psicópatas tras el conflicto de los huevos, otra de las escenas potentes del film. En ese momento, el marido, interpretado de manera magistral por el fallecido Ulrich Mühe, rompe a llorar de manera desconsolada. Durante casi todo el metraje había permanecido en estado de shock y parece como si se culpara de todo lo acontecido. Tras este triste momento, entra la mujer, ya desatada, y se funde en un emotivo abrazo que produce un alivio en el espectador. La secuencia finaliza con el traslado del herido por parte de la mujer con los desesperados gritos de dolor de éste. La incertidumbre de que en cualquier momento puedan volver estos descendientes privilegiados de Alex DeLarge es otro de los puntos que provocan desasosiego.

Como podéis comprobar, es una escena carente de cualquier atisbo de poesía, simbología ni nada similar, pero es la situación que peor se lo ha hecho pasar a un servidor delante de una pantalla. Y lo hace sin mostrar de forma explícita el acto de violencia.

Funny games III

2 comentario en “El proyector: la secuencia de Binjip Baraka

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