29 de marzo de 2024

Festival de Cine Alemán 2012: Día 3

Te contamos todo lo visto (y vivido) durante la tercera jornada del Festival.

Tercer día en el 14º Festival de Cine Alemán y más películas y cortometrajes en nuestra memoria. Por motivos de cubrir toda la parte ‘troncal’ de esa muestra del cine actual germano el ser que escribe ha tenido que sacrificar A media escalera (Halbe Treppe), dentro de la retrospectiva de Andreas Dresen.

A continuación y con detalle todo lo visto y vivido durante el jueves 7 de junio:

Los cinco (Fünf Freunde) (Mike Marzuk, 2011)

Al entrar en la mítica sala 1 de los cines Palafox nos encontramos con la Toma infantil de la Bastilla. Hay que decir que estábamos avisados y que el ejemplo no es acertado tanto por la nacionalidad como su enfoque. Realmente ‘la disciplina alemana’ impuesta por las profesoras (en el cine hemos visto carceleros más generosos) evitó que pudiéramos aplaudir, chillar, gritar y silbar a gusto. ¡Y Los cinco de Mike Marzuk era la película del Festival más propicia para hacerlo! Salvo un par de niños correteando a cuatro patas por uno de los pasillos no hubo demasiados incidentes. Sinceramente esperaba que aquello se convirtiera en el cine de Gremlins pero finalmente pudimos disfrutar de las aventuras de Julian, George, Dick, Anne y Timmy. Bueno, Georgina quiere ser George… pero eso es otra historia entre el bisturí y su saco de boxeo.

En la nueva revisión de las novelas de Enid Blyton posiblemente nos encontremos ante las dificultades temáticas de su completa integración en nuestro presente; lo mismo que le se sucedía a la detective juvenil Nancy Drew en Nancy Drew. Misterio en las colinas de Hollywood. Vivir anclado en el pasado puede ser todo lo ‘vintage’ que uno quiera pero actualmente los preadolescentes son más afines a Física o Química que a Bob Esponja (este último sería la piedra catódica filosofal de los menores de 9 años). Otra cuestión y mención (y aquí voy a incurrir en un terrible spoiler, así que deje de leer si no quiere que le destripe al chucho) es la nula pedagogía que propone la cinta de Mike Marzuk. Por un lado se enseña a los niños que las grandes corporaciones del petróleo son peligrosas y harán todo lo posible por ‘vivir’ de su invento hasta que tengan la exclusiva de otro nuevo. Perfecto, pero el problema de Los cinco es que los villanos (y títeres) de la historia son los dos policías del pueblo donde se desarrolla la película. Recientemente vi en televisión cómo la policía madrileña (entiendo que será extensible a toda la policía nacional) intenta, con visitas escolares, mentalizar a los más pequeños de que no son el ‘enemigo’. Seguramente, ante la maltrecha imagen ofrecida de los antidisturbios aporreando a jóvenes defensores de la educación que les corresponde, tengan que hacer un lavado de imagen. Películas como Los cinco, desde luego, no ayudan con ese concepto y fin.

Padre Madre Asesino (Vater Mutter Mörder) (Niki Stein, 2011)

Para dar una pluralidad a toda la ficción germana, el Festival de Cine Alemán también ha proyectado una tv movie. Padre Madre Asesino de Niki Stein cuenta la historia de un padre que trata de entender el asesinato múltiple cometido por su propio (y aparentemente inocente) hijo. Niki Stein ha escrito el guión e intenta dotar de ritmo y veracidad formal a la historia mediante el uso de agobiantes planos secuencia entre barridos y primeros planos. No se trata de realizar una historia de giros policiales sino que se instaura un drama familiar sobre la tragedia y las responsabilidades. Lo interesante es el sentido moral de la historia que la autoridad del crimen. El padre pasa de ser fotógrafo a objetivo de los medios y reniega de su hijo mientras que la madre quiere ofrecerle ayuda pese a los terribles actos que ha cometido. Padre Madre Asesino elige como punto de vista principal a ese padre que prefiere ver a su hijo como un enfermo mental que como alguien responsable de sus actos, para evitar así juicios propios sobre su culpa.

Recientemente en la inteligente y obligada Tenemos que hablar de Kevin una madre tenía que asumir las responsabilidades que habían provocado los asesinatos cometidos por su hijo. Pero a diferencia del filme de Lynne Ramsay no estamos ante un asesino en serie. Simplemente a un chico de 16 años, aparentemente equilibrado y con traumas pasados tanto familiares como personales, que le han llevado a ‘impresionar’ a la chica que amaba liquidando a sus padres y a su mejor amigo (y rival de feromonas ante la hembra) delante de sus narices y con secuestro incluido. La asimilación de los asesinatos de su hijo se convierte en un territorio tan moral como reiterativo por y para ese padre. Obviamente durante la tv movie aparecen los problemas de esa familia con un padre ausente y un hijo que tiene miedo de no encontrarse a su altura. Los miedos siempre son los peores enemigos de la conciencia y capaces de conseguir los actos más inesperados.

Viento del oeste (Westwind) (Robert Thalheim, 2011)

El gran mérito de la película de Robert Thalheim (con guión de Ilja Haller y Susann Schimk) es que es capaz de realizar una alegoría sobre la caía del Muro de Berlín y la separación de las dos Alemanias sin utilizar la distanciación política. Sí queda reflejada en el subtexto y alternancia de la vida de esos jóvenes. En el lujoso restaurante de un hotel uno de los lozanos capitalistas protagonistas devuelve un filete demasiado hecho ante la sorprendida mirada de una joven comunista que se conformaba con el bocado. Ese «siempre quiero lo que pago» contrasta los descubrimientos de las dos mellizas y bellas protagonistas de Viento del oeste en el verano del 88. Vacaciones que pasan en un campamento de verano en Hungría, preparándose para poder participar en los Juegos Olímpicos. El esfuerzo y sacrificio diario que llevan a cabo choca frente a las vacaciones de ese grupo de jóvenes de Alemania del Oeste.

Robert Thalheim utiliza el contraste en su banda sonora musical como elemento revelador de conexión entre ambas juventudes. Isabel y Doreen parecen huir y renegar de la guitarra y horribles letras de uno de sus compañeros (y pretendientes) del campamento para bailar a ritmo de ‘Just Like Heaven’ de The Cure en la disco de moda. El imperecedero ‘Never Let Me Down Again’ de Depeche Mode y ‘The Great Commandment’ de Camouflage se repiten más que el uso de la cinta de cassette de amor en el walkman. Seguramente no tendría más presupuesto para pagar más derechos, como el propio Thalheim, que es consciente de que la historia de separación de esas mellizas de Alemania Democrática y el amor ‘de alambrada’ que encuentra una de ellas es un material dramático con fecha de caducidad y metraje. Por suerte, sabe tirar su muro a tiempo.

La suma de todas mis partes (Hans Weingartner, 2011)

Si uno suma todas las partes que compone el cuarto largometraje del director de Los edukadores hallará discordancias entre sus aristas, haciendo incapaz que el conjunto cobre una forma con sentido. Hans Weingartner ha decidido realizar un drama psicológico con varios giros argumentales que, en cierta medida, desacreditan el fondo que ofrecía. Ese fondo y suma de partes la ejercían la naturaleza y la catarsis de un encuentro y protección de un pequeño desamparado (punto en común con Tres cuartos de luna de Christian Zübert, también proyectada en el Festival). Herzog siempre ha comentado que la naturaleza le ha parecido peligrosa como entorno aunque en este filme Weingartner la utiliza como elemento purificador y terapeuta. En Hacia rutas salvajes la liberación de su protagonista de ese modo de vida que dejó atrás finalmente se convierte en su pira funeraria. En La suma de todas mis partes el personaje principal se ve abocado a convertirse en vagabundo por el rechazo de la sociedad frente a su enfermedad mental. De un matemático con pareja a punto de comprometerse matrimonialmente y trabajando en una importante empresa a estar recluido en un psiquiátrico y volver a un mundo laboral y emocional que le rechaza.

Ni siquiera su padre, motor de muchos de sus traumas, resulta esperanzador. Queda la profundidad de ese bosque y la comunión con la naturaleza para que el protagonista encuentre la verdadera paz interior junto a ese pequeño que prácticamente ha adoptado. Pero finalmente Weingartner decide quebrar ese mundo por intervención humana y psíquica con una serie de giros trepidantes dignos de thriller (que tal vez no venían a cuento con la historia) y la inclusión a golpe de empaste de un amor como salida romántico-emocional. Dudo que funcionen ni lo uno ni lo otro. Al menos, parece que sí para la maltrecha mente del protagonista.

The day I turned into a ghost (Ines Christine Geißer, Kirsten Carina Geißer, 2011)

El cortometraje de Ines Christine Geißer y Kirsten Carina Geißer parece más un clip propiciado por su banda sonora: el tema de Chris Buseck ‘The Good Morning Diary’. Una casa en un árbol y lo que parece un hada que va en ropa interior y cocina en su micro-horno mientras es observada por una ‘bestia’ tal vez invisible, tal vez un fantasma. Su vida diaria consiguiendo cardos borriqueros y repitiendo el ciclo día tras día conforma una pieza de animación minimalista y pasajera.

Plan B (Jasmin Ellis, 2011)

La espera en un sofá de tres jóvenes en un cuarto de lavandería le da pie a Jasmin Ellis para realizar un musical en Plan B (aunque algo en ‘plan b’), su primer cortometraje. La directora trabaja como bailarina profesional, y actualmente es una de las coreógrafas del Random Collision’s Trilogy Project. Tal vez de dicha fusión de sus amores nazca una pieza de baile al que no le importa lucir su foco de iluminación en una esquina o no explicar el programa de lavado que han elegido los chicos. Al intentar hallar una explicación a la coherencia Antonio1004, que se hallaba a mi lado, me habló del detergente. Efectivamente parece que los tres chicos que protagonizan Plan B se lo han esnifado. A Jasmin Ellis se le olvidó colocar al finalizar su corto un «No a las DROGAS».

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