5 de diciembre de 2024

Críticas: ¡Piratas!

La factoría Aardman regresa con una aventura que nos lleva hasta la época victoriana.

Los británicos estudios de animación Aardman han logrado forjar a lo largo de los años un sello inimitable y muy característico. Cualquiera que haya visto Chicken Run o alguna de las aventuras de los carismáticos Wallace y Gromit –cuyo espléndido nivel está aún por igualar– sabe de lo que estoy hablando. Esas ya familiares figuras de plastilina han ido puliendo su forma, siendo incorporada hace unos años la tecnología informática más avanzada en su diseño, pero por fortuna el espíritu que siempre ha acompañado a las producciones de la compañía sigue intacto al igual que su humor amable, blanco y tan genuinamente inglés.

Este último trabajo recupera la esencia de las aventuras clásicas y nos transporta al siglo XIX, en el que una banda de piratas tan desastrosos como entrañables intenta conseguir la fama y el prestigio que se les resiste. La peripecia en la que sin querer se verán envueltos, que involucra a Charles Darwin y a la mismísima Reina Victoria, se sirve de una recreación de la época notable e imaginativa a partir de los recursos que utiliza. Superado un arranque argumental que no parece generar grandes expectativas, lo único que cabe es dejarse llevar por el encanto de unos personajes que atrapan muy por encima de unos gags también estimables. Quizá quepa reprochar una gran desigualdad de ingenio entre el planteamiento de las situaciones y la resolución de las mismas, algo demasiado habitual en este tipo de cintas. Pero es un punto negro del que ni siquiera un referente como Pixar, en muchos de sus grandes títulos, se ha podido salvar.

Jeff Lord y Chris Newitt han firmado un cuento de corte clásico muy recomendable para niños, pero con personajes cómicamente entrañables y un humor que no ofende para nada la inteligencia del resto de espectadores. Es más, ya quisieran algunas películas supuestamente para un público adulto ser menos infantiles que la que nos ocupa. Aunque por supuesto me habría gustado más disfrutarla con 10 años, lo que no equivale a usar esa frase tan manida de “te devuelve a la infancia durante x minutos”, porque el prisma adoptado por mucho que se quiera es imposible que sea el mismo. Con todo, es muy difícil no esbozar una sonrisa ante algunos momentos inspirados de la aventura.

A nivel técnico resulta mucho más que correcta, cuidando minuciosamente los detalles visuales y con un uso de las tres dimensiones que no aporta gran cosa pero tampoco hace ningún daño. La banda sonora huye también de nimiedades varias para ofrecer clásicos muy adecuados para la aventura como el London Calling de The Clash o ese Alright de Supergrass que suena durante los igualmente divertidos créditos. En cuanto al capítulo del doblaje, el protagonista en español corre a cargo de la familiar voz de José Coronado, pero el gran temor del mismo –en esa vorágine de asignar roles a celebridades ajenas al cine que parece no tener fin– era escuchar la voz de Andrés Iniesta en el relativamente importante papel de Pirata Albino. Aunque su participación llega al extremo de soltar un “¡Viva Fuentealbilla!” en la escena final, hay que reconocer que en esta ocasión el cansino recurso funciona mucho mejor de lo esperado, sin chirriar en exceso su voz al lado de la del resto de profesionales.

¡Piratas! se olvida con tanta facilidad como se ve, y quizá haya que perdonarle algunos altibajos en un guión demasiado previsible, pero el buen rollo desatado y esa diversión entre lo absurdo y lo inocente que irradia son dignas de elogio y reivindicación, mucho más al no ser muy común hallar ese punto en el que no se toma a nadie por idiota. Seguramente no será recordada ni tan siquiera cuando dentro de pocos meses haya que repasar cinematográficamente este 2012, pero de momento hay que valorarla como lo que es: un efectivo entretenimiento para público de todas las edades realizado con sumo gusto. No me parece poco.

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