Con un poco de retraso por problemas técnicos ajenos a nuestro colaborador Sito, os traemos una nueva entrega del estudio de James Cameron con uno de sus grandes títulos, Terminator 2.
Cameron se había asentado definitivamente en la industria tras sus tres primeras películas (cuatro en realidad) cuando empezaban los noventa, y ya había evolucionado como cineasta: empezando por The Terminator, una película con alma de Serie B con más cosas que decir de lo que parece, Aliens, una perfecta continuación de una obra maestra pero sin perder el estilo propio del director, y el hasta entonces más ambicioso proyecto que había llegado a cabo a todos los niveles: Abyss, con gran presupuesto, lujosísimos efectos especiales y el guion más prometedor que escribió hasta la fecha. Al final la cosa no terminó de cuajar en una gran película, pero le sirvió para coger experiencia en eso de manejarse en muchos millones de dólares. Millones de dólares que consiguió para la secuela de su primera película (sin contar la infame Piranha II), ya que aquella había tenido un inusitado éxito como carne de videoclub, llegando a convertirse en una suerte de película de culto. Así pues, con una saga que podía llegar a ser muy rentable, con Schwarzenegger repitiendo con un personaje ligeramente diferente, Cameron se dispuso a rodar la segunda parte, pero no sólo eso, si no también a aunar todas las virtudes como cineasta que había mostrado hasta aquel entonces en una sola película, que definiría por ella sola el estilo Cameron. Y es que Terminator 2: The Judgement Day tiene las mejores escenas de acción jamás filmadas por este hombre, set pieces larguísimas donde se combina suspense, acción y desarrollo de tramas y personajes, un guión de hierro, tan ambicioso como el de Abyss pero mucho mejor ensamblado, con unos personajes perfectamente definidos pero a la vez auténticos, y por último, la esencia de la mejor Ciencia Ficción, así, en mayúsculas.
Con la primera entrega de la saga, pareció claro que Cameron quería enfocar aquel material hacía más películas, expandiendo su universo, siendo su propia y personal franquica de ciencia ficción, a lo Star Wars. El final de The Terminator parece indicarlo claramente: la batalla a través del tiempo va a continuar, y más cruda y violenta que nunca. Siendo así, es curioso como se enfoca la secuela. En principio, parece un blockbuster mucho más convencional, menos oscuro y agobiante que la primera parte. Pronto se ve que esto es solo la superficie: Cameron consigue envolver el relato de un aura de profundidad y grandeza muy acusadas, que en otras manos podría llegar a ser un problema pero no en éstas. Se percibe una sensación de que algo gordo está a punto de pasar, el apocalipsis, como lo ve Sarah Connor en sus sueños. Y es que esto es uno de los puntos fuertes del comienzo de la película. Vemos a Sarah Connor encerrada en un manicomio, muy transformada respecto a la primera parte, más cercana ahora a una heroína tipo Ripley que en la asustadiza joven que interpretara unos años atrás Linda Hamilton. Dentro de este contexto, hasta dudamos de que realmente Sarah Connor no esté como una verdadera regadera. Se crea así, a través de la trama y del personaje, la sensación de desesperanza y agobio. Las partes del manicomio, en las que no faltan los guiños hacía el personaje de Kyle, en como Sarah se comporta en la terapia, son así un magnífico comienzo para la película, que se alternan con la presentación de ese carismático, gamberro y algo niñato John Connor, y de los dos nuevos Terminator. El giro que da Cameron de la situación es refrescante y supone que no se repitan esquemas de la primera película, ahora el cyborg interpretado por Schwarzenegger es el defensor de la víctima, y dónde en aquella imponía implacabilidad y cierta mala leche, aquí se convierte en un personaje igual de implacable, pero que es capaz de interactuar con los humanos de manera afectiva. El desarrollo del personaje, que va ligada estrechamente con la relación con el niño (¿es este el padre al que se refiere John Connor en la primera película, en palabras de Kyle? Parece evidente) es un pilar básico de la película y está llevada con muy buen pulso, sin sentimentalismos innecesarios y con toques de humor que aligeran la película totalmente entrañables.
Y es que si tenemos que pararnos a hablar de cada personaje sería un no parar. Pero es necesario hablar del villano, ese terror líquido, con un aura de imbatibilidad temible, con una seguridad en todo lo que hace que no hacen más que aumentar su rol de asesino implacable. Varias de las secuencias que protagoniza son una analogía con las que interpretaba Schwarzenegger cuando se paseaba por las casas matando a Saras Connor cualquiera, pero rodadas con mucho más estilo esta vez por Cameron.
Se puede hablar de argumentos, personajes y atmosferas, sí, pero en una crítica de Terminator 2 no se puede dejar de hablar de lo que supone la salsa de la película, lo que la hace vibrante, espectacular y entretenida, que no es otra cosa que las escenas de acción. Y es que la película está generosamente nutrida de ellas, empezando por una persecución a tres bandas con un camión y dos motos incluidas, siguiendo por la persecución con helicóptero y terminando con el tremendo final, con el gran duelo final entre los dos exterminadores. Pero me quiero quedar con una, que es especialmente larga, compleja y emocionante, que no es otra que la huída del manicomio. Y es que esta contiene múltiples focos de atención, todos los personaje principales intervienen prácticamente por separado, con diferentes intereses. El prodigio del montaje que supone esta parte es asombroso, pues se intuye que narrar esto sin que resulte confuso o atropellado es bastante difícil, y sin embargo todo fluye con una naturalidad, una pausa y un suspense fuera de lo normal, sin duda de los mejores minutos que ha filmado Cameron en toda su carrera como director.
El final, por otra parte, es absolutamente arrollador a todos los niveles: pone al límite a los personajes (como debe ser en una película tan grande y ambiciosa como esta), tanto a nivel físico como a nivel emocional, posee escenas de acción aturdidoras, otra vez con el fuego presente, como si tuviera que purgar todos los miedos, dudas y también esperanzas de los protagonistas. Al sonar los títulos de crédito finales, le queda a uno el poso de haber visto una película que funciona a múltiples niveles a un nivel altísimo, como película de acción es lujosa, vibrante y emocionante, como película de ciencia ficción es lo suficientemente profunda como para plantear preguntas (sobre el papel de la tecnología, sobre la deriva descendente en la que se asoma la humanidad) y no hacer evidentes las respuestas, y como película de personajes, con los protagonistas funcionando como una disfuncional y atípica familia, es potente y acertada, sin caer en maniqueísmos ni sentimentalismos, y dando una cohesión tremenda al conjunto. La sensación que me queda a mí es, al final, la de una rotunda y redonda obra maestra, a la que poco le sobra o le falta, y, seguro, la mejor de las películas que ha rodado James Cameron y la que mejor define y aúna todo su estilo, al menos de la primera mitad de su filmografía.