Mira Nair con The Reluctant Fundamentalist abre la Mostra.
Un año más, y esta vez sin Marco Müller, llega fiel a su cita con el final del verano la Mostra de Cine de Venecia que cumple con una nueva edición, en este caso la número 69. Se esperan grandes cosas del abanico de películas que forman parte de las diferentes secciones del Festival, pero no demasiado de la cinta elegida para abrirlo, y es que The Reluctant Fundamentalist parece una concesión comercial de una directora, Mira Nair, que parece que ha agotado ya hace tiempo las mejores muestras de lo que podía dar su cine. Veamos cual es la valoración de la prensa nacional sobre el film:
– Hoy en Venecia, después de ver El fundamentalista reticente, adaptación de la novela de Moshin Ahmid, se confirma que la magia de la realizadora –la de sus primeros trabajos- ha sido desintegrada por su nula capacidad narrativa. (…) La voz singular del libro adquiere en la gran pantalla una textura confusa, como si la directora quisiera coquetear con todos los géneros (del musical (!) al drama, pasando por un -ridículo- intento de acercarse al thriller) y estos se limitaran a darle plantón. No se puede aspirar a meterle el dedo en el ojo al espectador cuando en todas las esquinas del encuadre huele a cuento chino, a impostado, a falso. Cualquier reflexión profunda a la que Mira Nair quisiera encaramarse se pierde en un océano de charletas y secuencias de vergüenza ajena en la que todos los personajes son tan blanco y/o negro que acaban pareciéndose al teclado de un piano. Tampoco ayuda la estructura del filme, que se articula en torno a una serie de flashbacks (de una torpeza punzante) ni los secundarios, que parecen metidos en la película con la ayuda de una palanca.
– El problema no es la moraleja, por otro lado bastante obvia, sino el modo pedestre de llegar a ella. Cualquier atisbo de ironía, inteligencia quizá, es literalmente sacrificado en el altar de las verdades graves, serias, adustas. La emoción queda suspendida de un rosario de planos fijos detenidos en la mirada del protagonista. Y eso, antes que emocionar, desazona. Sorprende que la directora que, precisamente, sabían mantener distancia con los discursos pretendidamente ‘buenistas’ o torpes en películas como Salaam Bombay! o La boda del Monzón se deje ahora arrastrar por la comodidad de lo políticamente correcto. Quien sabe si, quizá sobrepasada por la responsabilidad de decir la última sobre el gran tema del siglo, Mira Nair haya preferido simplemente la tranquilidad de las frases hechas. Por otro lado, la película se quiere presentar al espectador más como un ‘thriller’ (un ‘thriller’ humano, dice ella) que como un drama más sobre la incomunicación en el mundo globalizado al estilo Babel. Intención loable. Pero, lástima, por esto mismo, todo patina aún más. El armazón de la historia se descubre en todo momento incapaz de amoldarse a las reglas más básicas del género. Nada sorprende; pocos son los elementos que enganchan.