25 de abril de 2024

Críticas: El fraude (Arbitrage)

Solvente debut en la ficción de Nicholas Jarecki, con un resolutivo thriller que deja más luces que sombras. El director y guionista neoyorquino, hermano de Eugene Jarecki (Why We Fight, 2005) e hijo del filántropo Henry Jarecki, firma un interesante trabajo gracias especialmente a su magnífico arranque. Un trepidante primer acto que pone las expectativas muy altas y que desafortunadamente no desarrolla con la misma brillantez.

Se nos presenta a Robert Miller (Richard Gere) como un poliédrico y misterioso personaje, escuchamos su voz antes de ver su imponente figura, y cuando aparece en pantalla lo hace como un torbellino, multiplicándose en los visores de las cámaras que graban la entrevista que le están realizando, en los monitores, en los reflejos de los espejos… Con 60 años recién cumplidos, se encuentra en la cresta de la ola, su nombre es sinónimo de éxito, poder y dinero. Sin embargo, pronto vemos que esto solo es la apariencia: todo su capital está al borde de un precipicio sino es capaz de cerrar una operación para vender su imperio. Y si sus negocios son mucho más turbios de lo que pintan, lo mismo sucede con su vida personal siendo infiel a su amada y dedicada esposa. No desvelaremos el desencadenante que nos introduce en el segundo acto, pero ese el punto en el que la narración pierde fuelle en su ritmo al igual que la historia se vuelve más convencional, al ser el mayor pico dramático de toda la película.

Teniendo la factura técnica muy bien resuelta con la genial ambientación creada por Yorick Le Saux, director de fotografía de Olivier Assayas, y la banda sonora de Cliff Martínez (compositor de las BSO de Drive, Traffic o Sexo, mentiras y cintas de vídeo); apoyados también en las buenas interpretaciones de dos clásicos como Richard Gere y Susan Sarandon (Tim Roth no está a la altura, su personaje tampoco), y la gran aportación de la emergente Brit Marling; la película consigue mantener nuestra atención, sin embargo no acaba de volar tan alto como apunta.

¿Y cuál su principal problema para no despegar? La falta de mala leche, de ahondar en lo peor del ser humano y enfrentarse a ello, de realizar el más feroz de los retratos sobre uno de esos tiburones que nos han abocado a la situación económica mundial en la que nos hallamos. Porque, diga lo que diga Jarecki, Robert Miller está creado a imagen y semejanza de Madoff.

Desconocemos si este defecto es ya un mal endémico del cine americano (en general), una falta de atrevimiento que cada vez es más latente por culpa de las excelsas series que realizan las cadenas privadas de televisión, donde reina en la actualidad la mayor libertad creativa para narrar cualquier historia y de la forma que más correcta se considere. Jarecki parece querer curarse en salud y emplea gran parte del metraje en hacer de su protagonista alguien humano y a quien podamos perdonar y comprender todos sus malos actos; algo que resulta poco efectivo y decepcionante. Si lo comparamos a los Toni Carcetti, Clay Davis o Clarence Royce, los políticos de la ciudad de Baltimore en The Wire de la HBO; o al voraz Tom Kane de Boss, alcalde de Chicago en la serie de la cadena Starz; y las atmósferas en las que se mueven, el personaje de Gere y el infierno en el que se inmiscuye se quedan en nada.

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