Tarantino se enfrenta a los fantasmas de Leone y su propia filmografía en un filme excesivo, ultra-violento y explosivo.
1. Hasta que llegó su hora
Quentin Tarantino siempre ha conseguido dejarse balas en la recámara, apartar proyectos malditos y reconvertirlos pasado el tiempo en afiladas y letales balas que salen de la pantalla dispuestas a quebrantar nuestros corazones. Había dudas por saber cómo gestionaría Tarantino un filme dentro del género sobre el que solía cabalgar habitualmente Sergio Leone, tan deudor en toda la filmografía del director de Pulp Fiction. La apropiación del estilo fuera de los márgenes del western era notable pero el escepticismo por saber si la copia haría palidecer el original era puro olor a pólvora, a determinar en su estado impregnado, adusto o en plena combustión. Finalmente Django desencadenado es puro Leone y puro Tarantino, pura pólvora incandescente prendida por la llama de Peckinpah, la auto-parodia-y-referencia y empapados de sangre de subgéneros. Es ese maldito y bastardo revolver cinematográfico que ansiaba la revalorización del género desde El tren de las 3:10, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Valor de ley e incluso Meek’s Cutoff y Rango.
Django desencadenado está condenada a ser otro clásico tarantiniano popular, por encima de modas y tendencias, por encima de odios y amores propios del frenesí del momento, por encima de la propia dinamita sobre la que está construida. Porque Tarantino va armado en todo momento de explosivos junto a su cámara y no le importa salir despedido por los aires o disolverse como polvo en el aire. La mecha es su anterior filmografía entrelazada y en estado chispeante. Aquí yacen desde Reservoir Dogs a Kill Bill, desde Pulp Fiction hasta Malditos bastardos, con la que parece iniciar una nueva concepción antológica para el inagotable cineasta. Es hora de quitarse la capa y las cadenas, de impregnar la obra de flashbacks en ‘Instagram’ con sintonía musical y detonar la película desde el interior con el jocoso humor absurdo. Simplemente es la hora de jugar con fuego y la anarquía, con el exhibicionismo y la versión extendida, con la brutalidad y el exceso, con la reinvención histórica y la apropiación. Simplemente, ha llegado su hora… nuestra hora, con casi tres horas de encierro en el lejano Oeste con Quentin Tarantino.
2. Blax-Spaghetti–Tarantino-ploitation
El director de Malditos bastardos siempre se ha sentido muy cómodo dentro de subgéneros bajo esquemas y estructuras clásicas. Siempre ha querido reinventar cada género que ha tocado propulsando e explosionando sus esquemas hacía el estilo autoral propio del singular cineasta. Se puede contar la misma historia o amplificar un tema desde diferentes perspectivas. Si Lincoln será recordada por su sobriedad en la puesta en escena, Django desencadenado estará marcada por el lado más salvaje e hiperbólico para retratar el pasado sanguinario y violento del pueblo norteamericano. De nuevo existe un triunfo al aunar la elegancia, precisión y monumentalidad clásica con la originalidad, provocación y radicalidad del cine más alternativo. Desde las películas asiáticas de artes marciales, infinidad de spaghetti westerns o el blaxploitation con una banda sonora por bandera a una película bajo pautas fordianas.
Si Tarantino quiere hablar sobre el Holocausto y hacer un filme bélico desarrollado en la Segunda Guerra Mundial sorprende con Malditos bastardos. Si quiere hablar sobre la esclavitud se la juega con un blaxploitation-spaghetti-western sobre cientos y cientos de litros de sangre salpicando la pantalla. La sangre digital es historia, el geiser coagulado es la nueva carne fílmica. ¿Por qué si se ‘desmitifica’ algo no puede ser igual o más profundo? Tarantino desintegra la crudeza de la abolición de la esclavitud para reinventar nuevamente la historia con capas de subgéneros y pilares de referencias. La blasfemia excesiva desmigaja la cultura americana y a través de la ofensa y la violencia establece un espejo aparentemente distorsionado pero realmente esclarecedor. Aquí los negros montan a caballo y bailan sobre la tumba de John Wayne. Aquí pasamos de los llaveros de Pussy Wagon a las Muelas del Dr. King Schultz, de Ennio Morricone a mash-up musical referencial y contemporáneo. Tarantino incinera Lo que el viento se llevó y desmonta los decorados —naturales o desnaturalizados— del Hollwyood clásico para mutarlos en la épica del spaghetti western occidental, recargándola de estilos e híbridos entre lo audaz y lo horrendo, entre lo espeluznante y lo absurdamente vivo. Aquí la cabriola y acrobacia de estilos cabalga sobre la ética, el conocimiento de lenguas, el intelecto y la conexión con el personaje que interpreta Christoph Waltz con Malditos Bastardos. Aquí se muestra una historia visceral y extrema, que profana lo sagrado para reinventar la leyenda aria de Sigfrido y triturarla por el blaxploitation para obtener un recital de venganza y desenfreno. Todo un baño de sangre y de cine desde la idealización de Broomhilda hasta sus constantes clímax fragmentados en capítulos.
Polémicas aparte, Tarantino nos quiere mostrar los ‘otros’ Hitler que habitaron su país a mediados del Siglo XIX antes del estallido de la Guerra Civil. Nos muestra el espíritu violento de su nación salpicado y bañado en sangre, odio, diferencias sociales, latigazos y sumisión. Él es el Yasuzo Masumura y el Seijun Suzuki de nuestro tiempo. Ódiale o ámale, pero jamás podrás ignorarle. Blanco, negro y rojo son los colores de su nueva bandera. Django, su héroe portador… Y recuerden, la ‘D’ es muda… pero sus aplausos no.
Pedazo de crítica.
Hype hacia la puta tarantinada over 9000!
Antes que nada debo reconocer que soy absolutamente subjetivo, ya que soy un fanático seguidor de todo lo que hace Tarantino, pero dejando a un lado cualquier tipo de consideración que vaya más allá de lo que sea el puro divertimento, debo decir que me ha encantado la película, algunos me decían que se les había hecho larga, a mí me ha parecido muy corta, la puesta en escena, los actores, sobervios, el guión, que diálogos, la música…… Me lo he pasado en grande. Tarantino es el mejor.
Javier