16 de abril de 2024

Vindicandum: Colega, ¿Dónde está mi coche?

CAH Colega donde está mi ciche

Abrimos sección reivindicativa y lo hacemos con la comedia de Danny Leiner.

Redefinir el concepto de la juventud, una problemática que se desarrolla en los últimos tiempos en el cine y que tiene más que ver, posiblemente, con el hecho de buscar audiencias con las que se produzca una empatía, una identificación que con una preocupación genuina por el espíritu de los tiempos. Cierto es que muchas veces el arte acaba por imponer el modelo, más que identificarlo, a base de reiteraciones, tópicos y estilizaciones. Ciñéndonos a las dos últimas décadas encontramos dos casos opuestos de como enfocar el tema. Así, en los 90, encontramos un cine de raíz claramente existencialista que, desde un prisma humorístico desencantado, se preocupa por ese bluff mediático llamado Generación X. Así films como Reality Bites (Ben Stiller, 1994) o Clerks (Kevin Smith, 1994) intentan diseccionar a todo ese grupo de jóvenes que aspiran a orientar su vida adulta, a dejar atrás la adolescencia y saber que hacer con su vida. Unos productos un tanto reconcentrados y autoconscientes que, al final, generaron un aura de star system «serio» con gente como Ethan Hawke o Winona Ryder. A día de hoy, y fundamentalmente de la mano de la factoría Judd Apatow nos hallamos ante el fenómeno argumental contrario, o lo que es lo mismo, el complejo de Peter Pan como pivote fundamental de una juventud eternamente postadolescente que se niega a crecer. Películas estas, pomposamente denominadas como Nueva Comedia Americana, que se dedican a la explotación de elementos como el sexo o las drogas y que pretenden dar a lo grosero una pátina de credibilidad filosófica. Unas películas que, como Superbad (Greg Mottola, 2007) o Knocked Up (Judd Apatow, 2007) , en el fondo no dejan de ser profundamente conservadoras lanzando el mensaje, mediante el sutil recurso de la dedocracia, de que el «peterpanismo» no deja de ser una actitud, necesaria, pasajera pero tremendamente errónea y ofreciendo como única y mejor salida el replegarse a las convenciones burguesas más tradicionales

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Pero como es bien sabido, en el péndulo de las corrientes artísticas siempre hay ese punto intermedio, esa transición entre extremos que, desgraciadamente se suele despachar como vulgar o directamente se ignora por irrelevante. Mal asunto este cuando, en la temática que nos ocupa, aparecen obras como Colega, ¿Dónde está mi coche? (Danny Leiner, 2000) que junto a otras obras, ciertamente menores, como American Pie (Chris Weitz, 1999) o Road Trip (Todd Phillips, 2000) supone la culminación de lo que podríamos llamar comedias del hedonismo salvaje, o en otras palabras: la celebración del caos juvenil. Curiosamente todas ellas contando con la presencia de Sean William Scott, ofreciendo una suerte de continuidad y de sentido de comunidad que no pueden ofrecer, por ejemplo, pazguatos desconocidos (Boyero dixit) como Paul Rudd.

Pero centrémonos en las aventuras de Chester y Jesse: descalificada como historieta grosera y absurda cabría preguntarse el motivo de tanto odio. Es quizás precisamente en el adjetivo absurdo donde habría que pararse y pensarlo seriamente. ¿Que tiene de malo ser absurdo? ¿Porque la necesidad de articular un discurso con mensaje final edificante? Entendámonos, las fábulas de de La Fontaine ya no se estilan desde hace tiempo (y las de Esopo ni te cuento) y por ello habría que pararse a pensar en sí realmente la narración ha de ser un medio para un fin o un fin en si mismo. Este último caso es el mecanismo en el que pivota Colega, ¿Dónde está mi coche?, en el absurdo por el absurdo, en la celebración de la nada, en el caos como modelo. Modelo este por otra parte que se adecua perfectamente a las características tanto de los personajes como de la historia, o es que acaso se conoce a alguien que, después de un delirio de drogas y alcohol (por cierto nada puntual) se dedique a filosofar como Schopenhauer?

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Esta es un cinta de jóvenes drogados y estúpidos haciendo cosas de jóvenes drogados y estúpidos y por tanto criticar los diálogos y las situaciones que se presentan es como ponerse en modo pacifista viendo Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), es decir una impostura snob. Más si cabe cuando no hay en absoluto ánimo de vender gato por liebre. Colega ¿Dónde está mi coche? se nutre a base de gags sucesivos en una espiral de decadencia y estupidez absoluta, pero tambien ofrece momentos de surrealismo impagables. Sí, el tono general puede ser de humor de brocha gorda, de caca, culo, pedo, pis, pero no hay que desdeñar elementos de iteración en el lenguaje ( momento «y luego») que nos remiten al cine de los Hermanos Marx o, porque no decirlo situaciones tan delirantes que entroncan o al menos nos remiten al Luís Buñuel de, por ejemplo La edad de oro (1930) pero, eso sí, despojadas de intencionalidad en cuanto a manifiesto intelectual. No obstante consiguen establecer una clara línea de defensa de la denostada figura del loser americano convirtiéndolo en una figura de antihéroe mítico que, aunque de casualidad, acaba por salirle algo bien en la vida, llevándose a la chica, salvando al universo y de paso, derrotando a los capullos de turno habitualmente triunfadores en el American Way of life.

Aunque si algo hay que destacar por encima de todo es el legado que Colega, ¿Dónde está mi coche? deja en la retina y en la memoria del espectador. Evidentemente no estamos ante una obra plenamente original, en realidad recoge el guante de obras tan magnas como Los albóndigas en remojo (Robert Butler, 1984) o Porky’s (Bob Clark, 1981), pero consigue trascenderlas a través de situaciones, momentos, objetos y líneas de diálogo absolutamente memorables. Desde el propio título de la película, el diálogo “tío,¿Que pone el mío? Mola” o el Transfuncionador del continuo, se ha creado un auténtico universo referencial que se ha proyectado a través del tiempo y del lenguaje tanto común como cinematográfico. No en vano, películas como Project X (Nima Nourizadeh, 2012) son claramente hijas bastardas, sino formales, si argumentales de Colega ¿Dónde está mi coche?, heredando sobre todo, el un forma  enaltecimiento de de la anarquía, del hedonismo, de la celebración de la juventud no como rito de transito hacia la edad adulta, sino como época con valor propio. Una época de locura, de desfase y incluso de destrucción tanto física como de lo que son las convenciones sociales. Una exaltación de la capacidad del individuo para cometer actos que pueden parecer insensatos a vista de retrovisor, pero que nos obliga a un ejercicio de reflexión, a ponernos no en la piel del otro sino a viajar en la máquina del tiempo de nuestra propia piel. La conclusión es que puede que lo que nos ofrece la película sea más propio de simios sin control que de seres humanos, pero, ¿No hemos soñado muchos con hacer algo semejante? O mejor ¿No lo hicimos acaso? Pensemos en ello, pero por encima de todo hagámosle caso a la película y divirtámonos. Al fin y al cabo son cuatro días.

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