Nos despedimos de la Muestra SyFy de este año con pena porque se acaba, pero con la sensación de haber disfrutado de lleno de estos cuatro días intensos de cine de ciencia ficción.
Hemos pasado miedo con vampiros de otro siglo y con posesiones infernales, nos han perturbado historias de famosos que venden sus enfermedades, hemos tenido la oportunidad de ver en pantalla grande clásicos antiguos de terror y clásicos modernos de ciencia ficción. Hemos pasado frío bajo la lluvia en las colas kilométricas alrededor de la plaza de Callao, hemos compartido con conocidos y desconocidos nuestra mutua pasión por el cine y hemos aplaudido a la luna llena infinidad de veces. Pero sobre todo nos hemos reído, y mucho, empezando por las delirantes presentaciones de Leticia Dolera y Macarena Gómez, totalmente desatadas y respondiendo con gran sentido del humor a las burradas del público, con un James Franco socarrón y mujeriego, con irlandeses borrachos tratando de matar monstruos marinos, con dos colgados que viajan en el tiempo con “salsa de soja”, con adolescentes procurando que no les maten en una cabaña del bosque, con sushi con dientecitos para morder al personal, con las “macarradas” de Schwarzenegger y con ancianos matando zombies con sus andadores. Pero también nos hemos reído de películas pretendidamente serias y terroríficas, con el propósito de poder terminar de verlas sin indignarnos demasiado.
Y tal como os hemos estado contando día a día nuestras impresiones, os dejamos aquí con el resumen de esta última jornada esperando poder repetir el año que viene.
Si la Muestra se inauguró con la precuela de esta historia, Oz, un mundo de fantasía, de Sam Raimi, y con la “amenaza” de una secuela de ésta, que a su vez sería parte intermedia entre ella y la original, hoy hemos podido disfrutar de nuevo de Judy Garland viajando a través del arco iris hacia el país de Oz.
La historia comienza en una granja de Kansas, de donde Dorothy, una niña que vive con sus tíos, escapa para buscar nuevas aventuras. Cuando decide volver, es atrapada por un tornado que la arrastra hasta un mundo mágico lleno de colorido y con personajes pintorescos, que intentarán ayudar a Dorothy a encontrar el camino que la lleve hasta el gran mago de Oz para que la lleve de vuelta a casa.
Incluida dentro de las actividades para niños de la Muestra, hay poco que se pueda decir de El mago de Oz que no se haya dicho ya. Rodada en 1939 en plena efervescencia de la utilización del color, El mago de Oz recurre a una explosión cromática que, unida a una banda sonora plagada de canciones inmortales como Follow the yellow brick road, You’re off to see the Wizard o la oscarizada Over the rainbow, siguen 74 años después haciendo las delicias de grandes y pequeños.
El plato fuerte del día ha sido la sesión doble Phenomena, con dos clásicos del cine de ciencia ficción como son Alien, el octavo pasajero y Desafío Total. Precedida por anuncios y trailers de la época en la que se estrenó, Alien, el octavo pasajero es una de las indiscutibles obras maestras del género de ciencia ficción. Desde la impecable realización del gran Ridley Scott, la banda sonora de Jerry Goldsmith, las estupendas interpretaciones de Sigourney Weaver, John Hurt, Ian Holm y el resto del reparto, y por supuesto la espeluznante criatura diseñada por Carlo Rambaldi y H. R. Giger
Los peligros a los que se enfrentan los tripulantes de la nave Nostromo cuando es invadida por una presencia extraña procedente de un planeta desconocido, han vuelto a mantenernos en tensión y a sufrir con los protagonistas a pesar de que la mayor parte del público que abarrotaba la sala, conocía la historia casi de memoria, pero la oportunidad de volver, o de verla por primera vez en una pantalla de cine, ha emocionado a todos los que allí estábamos.
Tras pasar miedo con Alien, el octavo pasajero, se han desatado la acción más trepidante y el humor de Desafío Total. Desde los primeros acordes de la banda sonora, compuesta también, por cierto, por Jerry Goldsmith, el público ha empezado a aplaudir con fervor y no ha parado de hacerlo y de reír durante todo el metraje. La historia futurista de los sueños de laboratorio en un planeta Marte habitado por mutantes, con el humor cínico y macarra del director Paul Verhoeven, intensificado por el inefable Arnold Schwarzenegger y sus frases lapidarias, no ha perdido con los años la frescura y la diversión a raudales que ofrecía en su momento. Al contrario, con el tiempo se agradece volver a ver una película con un ritmo tan vertiginoso y tan plagada de chistes con una gran dosis de socarronería como Desafío Total. Si bien es cierto que los avances tecnológicos se han desarrollado muchísimo desde que se estrenara hace ya 13 años, no resulta obsoleta ni se echan de menos efectos especiales más evolucionados al revisionarla.
Para no dejar de reír, después de la doble sesión de nostalgia adolescente, se ha proyectado otra de las cintas que pasaron por el Festival de Sitges, la divertidísima Cockneys vs Zombies.
Dos hermanos planean atracar un banco para poder salvar del derribo la residencia donde vive su abuelo en la parte Este de Londres. Paralelamente, un virus ha atacado a la población convirtiéndoles en zombies, contra los cuales tendrán que luchar los Cockneys, como se denomina a los habitantes del East End londinense, para rescatar a los habitantes de la residencia y huir con el dinero.
Tras la historia de vampiros contada en Beyond the Rave, el director Matthias Hoene dirige su segunda película sin renunciar al género de terror más gore, en este caso con zombies, pero cambiando esta vez por completo el sentido de aquella. Si Beyond the Rave era una historia de terror, Cockneys vs Zombies es una delirante comedia británica que ya, desde la primera escena, nos hace reír a carcajada limpia con unos personajes y unas situaciones premeditadamente absurdos y exagerados, con la única pretensión de hacernos pasar un rato entretenido sin buscarle ningún otro significado, a pesar del discurso final tan entusiasta por parte del abuelo de los protagonistas.
Con un reparto a la altura del guión, encabezado por un clon de Tim Roth, tanto física como interpretativamente, Rasmus Hardiker, quien junto a Harry Treadway (Fish Tank), Michelle Ryan, Ashley Thomas y los veteranos Alan Ford y, la ex chica Bond en Goldfinger, Honor Blackman, nos regalan momentos realmente desquiciados y brutales, Cockneys vs Zombies es totalmente recomendable para quienes disfrutan con el humor más bestia y alocado.
Como broche final de este año estaba reservada otra de las películas más esperadas y con más expectativas, la secuela de El último exorcismo, película de terror de 2010 que se exhibió también en la Muestra. Para quien no la haya visto y no lo sepa, El último exorcismo es una película grabada con cámara subjetiva, muy al estilo de El proyecto de la bruja de Blair, sobre un exorcista que ha perdido la fe en lo que hace, y para demostrar que todo es mentira, realiza un reportaje sobre el que se supone que será su último “exorcismo”. Se trata de una de las películas de terror psicológico más logradas de los últimos años, precisamente por lograr provocar miedo gracias a la ambientación enrarecida casi heredera de Polanski. Mola, ¿eh? Pues esta segunda parte no se parece en nada. De hecho, son películas absolutamente distintas. 3 meses después de los sucesos ocurridos en la primera película, Nell, la chica supuestamente poseída, intenta seguir adelante con su vida. Pero algo se lo impedirá. El último exorcismo 2 es todo lo que su predecesora no, es decir, es efectista, tramposa, y llena de tópicos. Si en la primera uno de sus aspectos principales era la naturalidad, todo aquí es impostado y forzado. Abandonada la técnica de la cámara en mano, el director Ed Gass-Donnelly se muestra absolutamente falto de recursos para crear una atmósfera sobrecogedora, y trata de compensarlo intentando provocar al espectador sucesivos ataques al corazón con una serie de sustos (en 10 minutos he llegado a contar hasta siete) de lo más básico y ridículo, como subir el volumen del teléfono o que se caiga un cuadro con un sonido atronador. Todo acompañado de la insufrible banda sonora de Michael Wandmacher. La historia va a la deriva, no se sabe muy bien que quiere contar ni se parece a ninguna película interesante sobre el demonio que se haya hecho. No consigue captar en ningún momento el interés, y sólo provoca aburrimiento, pena y alguna risa perdida en el sufrido espectador. Decepcionante final para la Muestra SYFY 2013, que esperamos que el año que viene nos deje un sabor algo menos agridulce y termine mejor.