Esta crónica tiene lugar en el dilatado crepúsculo de la Nasti.
En sus penumbras aparecen los valencianos Siesta!, fichaje estrella del sello madrileño Sonido Muchacho. Claro que el hecho de que sean de Valencia no nos dice nada. Así que diré “los ruidistas Siesta!” que además incluye un adjetivo no aceptado por la RAE y yo soy un vanguardista. Entre tinieblas, se apañan con una luz de minero. Su percusión animal sometida a sus frenéticas bases que se clavan en el cerebro, alguno ya les corea desde el público. Su peculiar… Noise-surf…? Su complicidad (en directo son dos integrantes; Pepe y Jona) cálida dentro del caos, se miran y dicen “Oye le sigo dando ostia a esto o qué” el otro por supuesto pone cara de “Espero que hagas eso mismo” y blam blam blam bam. Sobreviven a caídas de micro. Entre el público, Alex, de Dirty Beaches, sigue el ritmo con la cabeza mostrando aprobación. Aullidos incomprensibles, Casios, bajos, tambores, se divierten tocando, flirtean con la nostalgia y con la épica… y cosas mucho más complejas.
Pues eso, que luego diréis que veíais a Siesta! desde que eran pequeños e iban a los entrenamientos, pero será MENTIRA porque YO estaba allí y no vi vuestros triste JEPETOS.
Cuando Dirty Beaches se suben al escenario la cosa se pone muy tensa. Alex ha venido con dos colegas, el bateras digital y el sintetizadores. Las bases se repiten mientras Alex, de espaldas al público, entra en trance. Digo mucho “Alex” pero que conste que es Alex Zhang Hungtai, taiwanés… genial. Mide como 1.90 o poco menos y no lleva gafas de sol. Pero su aire a puterismo del sudeste asiático está presente en sus tatuajes, en su camiseta blanca, en sus semiceñidos pantalones negros, en sus zapatos con algo de tacón, en su bigote. Es un Tony Leung oscuro.
Se empieza a contonear como el neodandy que es, abrazado al micro y con guantes de cuero (supongo que es un guiño a mí porque me gusta el giallo). Una tía bebe de mi cerveza. El ambiente en la Nasti es muy confuso, estamos en la sudorosa Taipéi o poco menos. Si algo me gusta del nuevo disco, Drifters/Love is the Devil es cuando llegamos a Mirage Hall y en medio de toda esta hipnótica confusión Alex empieza a gritar “TEHH QUIEHROOOOH”, “’¡¡¡SÍ!!!” o “ESTÁH LOHCOH”… eso a 40º es toda una experiencia. En el concierto se supo captar toda esta esencia de psicosis alcohólica veraniega añorando al objeto de amor. En las instrumentales Alex se bajaba del escenario a bailar con el público. En éste no había un exceso de modernidad ni miedo a agitarse para subir aún más la temperatura del local.
Tras lo que creo que fueron 45 minutos, todos se piran. Piden bises. Alex vuelve. “No more songs, let’s party”. Enough said.
Le digo “Oye te mola Tsai Ming-Liang”. “Yes”. Qué iba a decir.