Críticas: El llanero solitario

Hi-Yo Silveeeeer (pero menos).

En 2003 el equipo formado por el director Gore Verbinski, el productor Jerry Bruckheimer y el actor Johnny Depp, se unieron a Disney para embarcarse en la adaptación al cine de una de las atracciones con más éxito de Disneylandia, Piratas del Caribe. Tras cuatro entregas y una gran aceptación por parte del público, ahora la Disney vuelve a contar con el mismo equipo artístico y técnico para llevar a la gran pantalla el serial radiofónico de los años 30, y posteriormente convertido en serie de televisión, El llanero solitario.

La película sitúa a Tonto, el indio acompañante del llanero solitario, más de 60 años después de que se conocieran, en una feria ambulante donde posa como representante de las tribus indígenas americanas. Un niño que la visita será el oyente de las peripecias de Tonto y de John Reid en el lejano oeste, luchando contra la banda de delincuentes de Butch Cavendish, y cómo Reid acabó convirtiéndose en el misterioso ranger enmascarado ávido de impartir justicia a lo largo del estado de Texas.

Así como las películas de la franquicia Piratas del Caribe, a pesar de su extensa duración (la más corta dura 141 minutos) y de unos guiones a menudo esperpénticos e irregulares en toda la saga, no dejan de ser productos bastante entretenidos a la par que vehículos de pleno lucimiento para el más desatado y extravagante Johnny Depp, los 149 minutos que dura El llanero solitario pesan en su contra al faltarle mucho de lo que le sobra a la saga de piratas. Empezando por los tiempos muertos en los que Tonto aparece en la feria con el niño, simplemente escuchando las preguntas de éste a lo que, suponemos, el indio le está relatando, que no aportan absolutamente nada a la historia y cortan de raíz la narración cada vez que se insertan. La película además se centra en la presentación de los personajes durante la casi totalidad del metraje, añadiendo toda la acción en la última media hora de la cinta, por lo que se presume que el público a quien va dirigida la película, cuando llega la verdadera aventura, hace tiempo que estará demasiado cansado para poder disfrutarla. Pero sobre todo, si hay algo que le falta a El llanero solitario es emoción. Los primeros compases de la Obertura de Guillermo Tell de Rossini en el tramo final de la película, nos hacen esperar un final lleno de acción y de emoción que consiga dejar la película en alto y sí, acción hay mucha pero no existe en ningún momento una pizca de emoción que nos haga saltar del asiento y gritar Hi-Yo Silver junto a él.

Es cierto que la estética y la fotografía son lo mejor de la película, además de los efectos especiales grandiosos, y los guiños a los westerns clásicos con escenas como la de la persecución por encima de un tren en marcha, pero una fotografía maravillosa no salva un guión irregular y menos en una superproducción de dos horas y media. Ni siquiera la personalidad de Johnny Depp es suficiente cuando, al tratar de repetir la fórmula de Piratas del Caribe, compone un personaje igual de extravagante exteriormente pero sin la verborrea y el sentido del humor de Jack Sparrow. Tonto es un personaje hierático y parco en palabras que utiliza su astucia en la historia original para ayudar a John Reid, y sin embargo en esta versión de El llanero solitario, Depp interpreta casi a un Sparrow falto de todo lo que caracteriza al pirata y lo que le dota de carisma. La misma falta de carisma se aprecia en el personaje del llanero, a pesar de que Armie Hammer está mucho más correcto que Depp en la película.

La falta de atractivo en este sentido de los dos personajes principales, junto a la extensísima duración de un guión sin emoción, convierten a El llanero solitario en uno de esos blockbusters que desgraciadamente está condenado a pasar sin pena ni gloria por las pantallas de cine. Añadiendo además que su estreno en España está previsto para finales de agosto y que este tipo de films tiene su verdadero público en los cines de verano repletos de niños, mucho nos tememos que el resultado en taquilla va a ser inversamente proporcional al presupuesto de la película.