28 de marzo de 2024

#Littlesecretfilm

CAH Little secret film portada

Sobre #littlesecretfilm y Manic Pixie Dream Girl de Pablo Maqueda, director y creador del movimiento.

¿Qué promueve #littlesecretfilm? ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Qué películas pueden entrar a formar parte de esta etiqueta? Aquí os dejamos su manifiesto, para más información por supuesto en la propia página, littlesecretfilm.com.

 CAH Little secret film

¿Por qué definirse como “modelo no comercial de producción cinematográfica basado en…” y no como movimiento cinematográfico? Esa fue la primera pregunta que me vino a cabeza tras leer el decálogo escrito por #littlesecretfilm. En una relectura de los mismos puntos, surgió otra cuestión: la insistencia del término director/a, que en este modelo no es solamente responsable artístico principal, sino también se le obliga a hacer las veces de productor y único financiador.

Estos dos aspectos son mis dos principales disyuntivas con lo que proponen los creadores de #littlesecretfilm. El primero me lleva a reflexionar más sobre la situación económica y social de España, y por supuesto de la producción cinematográfica del país. Ante la ausencia de una industria que sostenga la elaboración de películas, y con el enigma de las subvenciones y que decidirá el gobierno, la situación de alarma en el mundo audiovisual actualmente es de proporciones inimaginables. El famoso tópico de que el cine español siempre ha estado en crisis podría ser cierto, pero estos tiempos que vive tal vez sean de los más oscuros. Obviamente, la publicación de obras en internet para su consumo gratuito y dirigido de manera no comercial no es un invento de #littlesecretfilm. Este fenómeno se viene dando ya en los últimos años, de una manera más desorganizada e individualmente, pero hay millones de casos, ya sean a gran escala o a pequeña escala (los que más lógicamente). Esta página misma es una ejemplo más, está sustentada por redactores que no cobramos y que nos gusta escribir sobre cine. La irrupción de internet abrió nuevos horizontes y tristemente también cerró otros muchos. Esa es la realidad, España ha sufrido y sufre sus consecuencias y ventajas como pocos países en el mundo. Lo primero que hay que recordar es la deplorable legislación que ampara a la cultura y más concretamente al mundo del cine, más allá de problemas económicos puntuales que se atraviesen, éste es un problema mayor y de fondo. Desde la llegada de la democracia, es decir, hace más de 30 años, se lleva pidiendo algo muy sencillo desde este sector: copiemos el modelo francés. El país vecino ha sabido como nadie mantener su cinematografía, protegerla y hacerla crecer sirviéndose no solo de sus propias creaciones, sino también de las películas de fuera. Esta coletilla sigue y sigue circulando, y con la llegada del nuevo siglo se le ha juntado con otro nuevo frente: Internet.

Hasta la fecha, hemos sido incapaces de hacer un uso responsable y productivo de esta gran herramienta que podría ser la red. La industria española (no existe como tal, pero la denomino así para entendernos) ha sido incapaz de incluir la ventana online dentro de sus producciones. Salvo rarísimas excepciones, es una ventana de distribución absolutamente marginada. Las distribuidoras se quejan y condenan la piratería, ¿pero qué nos ofrecen a cambio en la ventana de internet? Esta empresas son las responsables de llevar los productos al consumidor, de hacérselos llegar para que éste compre por un precio y, en el siglo XXI, el consumidor no está obligado a ir una sala de cine para ver la película. Eso es lo que ha cambiado y lo que no parecen ver. Aquí también podría entrarse en debates acerca del doblaje, del número de salas en versión original, de la protección al enriquecimiento de las Majors (las grandes distribuidoras nos referimos), del IVA, de los precios de las entradas… Debates eternos que siempre acaban en: tenemos que copiar el modelo francés.

Y ahora es cuando volvemos al modelo propuesto por #littlesecretfilm. Muchos somos los que queremos hacer cine a toda costa, es nuestra vocación y haremos lo que sea necesario para llevar a cabo el propósito (me incluyo de manera personal en este grupo). ¿Pero por qué la idea a la que se llega desde aquí es a crear un modelo no comercial? ¿No podemos usar internet para comprar y vender películas? Aparentemente me parece que es todo lo contrario a una defensa de Internet como ventana de distribución, como reza el manifiesto. El deseo y el sueño es hacer cine y poder vivir de ello, ésa es la meta a perseguir. Servir cine gratis no supone ninguna novedad ni avance, todo lo contrario, es un retroceso más. Es a lo que estamos condenados los que empezamos a adentrarnos en el mundo del cine a través de la realización de cortometrajes. El hecho de estar amparados bajo un grupo y etiqueta ofrece la ventaja de una mayor difusión, claro, pero esto es seguir ahondando en el mismo problema: trabajar de manera gratuita, es decir, no profesional. ¿Una vez invertido el tiempo y dinero necesario en hacer una película bajo el modelo #littlesecretfilm, cuál es el siguiente paso? ¿Qué salidas ofrece este modelo? ¿Es un trampolín para saltar al otro modelo que no nos gusta y que no funciona, pero que nos puede llegar a permitir un sustento? ¿O es una ventana para la gente que trabaja en el cine o en otra cosa, y quiere hacer una película de estas características? ¿Cuándo decís un pequeño equipo de profesionales, elimina la posibilidad de que los que estudiamos cine podamos hacer una película así? Este modelo puede convivir perfectamente con el que impera a nivel profesional y remunerado sin hacer ningún daño ni cambiar nada del mismo. ¿Es simplemente eso? ¿Una vía de escape para hacer obras más libres como hobby? ¿Qué se demuestra con ello? ¿no estamos dando la razón a aquellos que solo consumen cultura de manera gratuita? Espero de verdad que todo esto no se interprete como una opinión destructiva sino todo lo contrario. Creo que son necesarias más iniciativas como la que ha creado este grupo, y también es fundamental que estas iniciativas estén vivas y sepan cambiar y mejorar.

Respecto al otro tema que me escama: el director productor. ¿Si tienes una idea pero no tienes dinero para realizarla, ya no eres director? ¿No puede financiarte otra persona o incluso entre el equipo que trabaje en la obra? ¿No ha sido el cine desde siempre un esfuerzo y trabajo colectivo? ¿El dinero que aporte un director de fotografía, un montador o un sonidista vale menos? ¿Se es menos cineasta por no ejercer como director? También me resulta extraña la aclaración sobre los firmantes del guión cuando hay diálogos improvisados, que tengan que ser reparto y directores. Y en esto tal vez se vea afectada mi fibra sensible, pero ¿las posibles correcciones de la estructura dramática e incluso de los mismos diálogos que se hagan durante la fase de montaje son menos valiosas? ¿En ese caso el montador también es guionista o no lo es? ¿O es que el director, aparte de productor, también debe hacer las veces de montador?

Habiendo visto únicamente tres películas adscritas bajo este modelo (16th Room de Víctor Alonso, Nuestro Porno Favorito de Carlo Padial y Manic Pixie Dream Girl de Pablo  Maqueda), lo único que veo es que cinematográficamente es más interesante que como modelo de producción. Es decir, lo que más me ha interesado de ello son los pies forzados relativos a lo puramente artístico: la improvisación de diálogos, la realización de la obra en solo 24 horas, el soporte de grabación HD y uso de material de archivo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *