25 de abril de 2024

Lynch y la música (y III): The Big Dream

The big dream

¿Se puede hablar de la música de David Lynch sin hablar del cine de David Lynch? Probablemente, pero a mí no me interesa hacerlo.

Al describir el cine de Lynch hay varios adjetivos que suelen venir a la cabeza. “Onírico”, “Atmosférico”, “Oscuro”, pueden ser algunos de ellos. Con Crazy Clown Time (Play It Again Sam, 2011) probablemente se exploró la parte más “loca” de Lynch, la más angustiosa y psicótica.

En cambio, The Big Dream (Sacred Bones Records, 2013) empieza ya con las cartas bocarriba. El disco arranca con el tema que le da nombre y David revela la respuesta: “love is the name”. Las sudorosas noches de sinsentidos se vuelven las abrasantes noches de recordar a la amada.

En el cine de Lynch suele haber un momento en que el protagonista queda noqueado por la realidad, que no se corresponde con lo que uno esperaría de ella. Sucede en Terciopelo Azul, sucede en Mulholland Dr. El protagonista no suele reaccionar (al menos de inmediato), se funde con el espectador, al que no le queda más vía posible que mirar. Hay algo de esos instantes de consternación alucinada en la música de Lynch, cuando él calla y sólo habla su guitarra con delay.

Porque todo esto (la nocturnidad, el misterio…) se logran mediante los ecos y el delay. Mediante bases sólidas y contundentes; es evidente la debilidad de Lynch por marcar el ritmo a baquetazos… en ocasiones sintetizadorazos. Los paseos de los dedos de Lynch por las cuerdas tienen de vez en cuando unas extrañas llamadas al surf (!), pero el conjunto general acaba siendo una especie de dark dream pop. Eso sí, con ciertas reminiscencias a los oldies de los 60 que tango gusta el amigo de meter en sus bandas sonoras.

Excepcional en el disco ha sido su promoción, el tema I’m waiting here con Lykke Li. Excepcional porque poco tiene que ver con el resto del disco. Poco importa. Las alianzas de Lynch con mujeres siempre han dado bellos temas y en este caso la analogía de I’m waiting here con Pinky’s dream (del disco anterior, en este caso con la voz de Karen O.) nos da resultado para establecer las temáticas dominantes de los discos: melancolía amorosa contra psicosis onírica.

Aún así, el segundo tema, Star Dream Girl, nos lleva a la vertiente más rockera del director, que explotó ampliamente en los primeros temas de aquel Bluebob (Soulitude, 2001) con John Neff.

Pero esta chica nos acaba hundiendo  en la melancolía más sencilla, Last call y Cold Wind Blowin como prueba de ello. Curioso como Lynch, sin poseer ningún tipo de voz, camuflando todo con eco y vocoder, se impone notas altas a las que no puede llegar. The game is over… you win. Aunque muchas veces Lynch prefiere recitar, lo cual a muchos nos cautiva. Recuerdo cuando vi The short films of David Lynch (2002)… no quedé muy convencido con los cortometrajes, pero disfruté mucho de los interludios en los que Lynch hablaba solo ante un micrófono. Es una personalidad increíblemente magnética.

Tener una voz nasal no tiene por qué ser un impedimento; siempre que se habla de esto se referencia a Bob Dylan como máximo exponente de nasalidad exitosa. Así que David hace caso al clamor popular y decide versionar The Ballad of Hollis Brown con cierto éxito. Intenso cuando Lynch recita lo de There’s seven people dead On a south Dakota farm / Somewhere in the distance There’s seven new people born. Hace pensar en su obsesión con la meditación trascendental.

Wishin’ well es donde Lynch desarrolla su faceta más ambiental, flirteando con el lounge. Próximamente en sus bares con sofás tapizados en cuero blanco más cercanos a la playa.

El disco continúa sin sobresaltos; Lynch no está inventando nada. Particularmente me gusta la mezcla de las dos vertientes que probablemente sólo existen en mi cabeza que citaba antes: el tema I Want You es melancolía psicótica amorosa y es una bella sensación, a su modo.

Leí una crítica que calificaba al disco como “uneasy listening”; de escucha difícil. No lo considero así en absoluto, es más, desearía más presencia en los temas, que a veces pecan de inocuidad. Pero el todo es bastante sólido, aunque haya algunas partes mejores que otras. En resumen, que es un buen disco. Lynch hace muchas tonterías con su tiempo y su obra (los que consumimos prácticamente todo lo que hace estamos al tanto) pero ésta no es una de ellas.

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