Los japoneses Osaka Monaurail la lían en Getafe.
Aunque aún quedan dos días para que termine el Cultura Inquieta, nosotros acabamos ayer nuestra cobertura de conciertos con mucha pena, pero con una buena traca final. Y es que aunque lo hemos pasado estupendamente en casi todos los conciertos a los que hemos asistido, lo de anoche ya fue indescriptible. El concierto corría a cargo de Osaka Monaurail, un grupo japonés que lleva más de 20 años en activo y que tocan… funk. ¡Sí sí, como lo oís, funk! Si decíamos en la crónica anterior que Varry Brava había montado una buena fiesta, lo de anoche fue elevado al cubo. Actualmente la banda la componen 8 miembros, aunque en su origen llegaron a ser muchos más.
Elegantísimos con sus trajes, salieron al escenario 7 de ellos, ofreciéndonos una refinada parte casi totalmente instrumental en la que ya desde el principio pudimos ver la calidad musical que se gastan estos señores. Era un deleite para los oídos escuchar esos metales tan limpios, o los solos de guitarra con efecto wah-wah. Con todos bailando y ellos tan serios, parecían la banda de una fiesta de fin de cursos sesentera. Y no íbamos tan desencaminados, ya que, en la cuarta canción, apareció por fin el cantante, Ryo Nakata, todo un showman que nos anunció que no iba a haber música japonesa esa noche, y que íbamos a hacer una cosa: “go back to the 60’s”. Y es ahí cuando empezó la locura, que ya no paró prácticamente hasta el final, casi dos horas después. Con referencias de Steve Wonder, las Supremes o James Brown, el grupo comenzó a tocar temas en bucle sin apenas pausas, mientras que Ryo se movía bailando por el escenario casi como un poco chalado, y de vez en cuando “cantaba”, se supone que inglés, aunque lo cierto es que no se le entendía nada, y tengo serias dudas de que sepa decir poco más que “Are you having a good time?”, “Baby” o “All right” (que se convirtió en el slogan del concierto, repetido por todos). Lo cierto es que el hombre no canta un pimiento, pero poco importaba cuando se ponía a decir (o intentar) decir cosas en español, haciendo las delicias de todos los asistentes (esas graciosísima manera de pronunciar “bajo”), y a animarnos para que cantáramos.
Pero cuando ya pensábamos que Ryo no era otra cosa que un friki con una capacidad nata para estimular el cotarro, va el tío, se sienta al piano (imitando a una mezcla entre Steve Wonder y Ray Charles), y empieza a tocar como un virtuoso del mismo. Y todos con la boca abierta. No dejaron de sorprender Osaka Monaurail, como en otro de los grandes momentos de la noche, cuando la dj y cantante Susana Ruiz salió a interpretar un tema con ellos, dejándonos impresionados con su voz. El resto de los músicos que componen el grupo tampoco se quedaron atrás, y es casi imposible destacar a unos sobre los otros. Los vientos se ganaron la simpatía del público con sus bromas, sus bailes y sus movimientos increíbles de trompetas, haciéndolas girar en sus brazos. Pero sobre todo, fueron celebrados los solos de saxofón de Shimon Mukai, magistrales. También muy aplaudidos fueron los solos de los dos guitarristas y el batería, pero personalmente me quedo con el sonido del bajo de Dai Nakamurapara, que tuvo oportunidad de lucirse como poseído en un solo para terminar el concierto, y en el que a una servidora poco le faltó para desmayarse de la emoción.
Cuando se despidieron la primera vez, hubo una de las ovaciones más enormes que he vivido nunca en un concierto, no podíamos parar de aplaudir, gritar y pedir “¡otra, otra!” sin parar hasta que salieron de nuevo con un bis sensacional en el que ya terminaron por desatarnos a todos, bailando con conocidos o desconocidos, cantando aunque no entendiéramos nada, gritando, silbando, aullando, y todo lo que se pudiera hacer en aquella absoluta efervescencia musical. Como digo, duró dos horas, y si por nosotros hubiese sido, podrían haber seguidos otras tantas más. Ver a Osaka Monaurail en directo es una experiencia espectacular y única, algo que nadie debería perderse. No se puede describir con palabras, hay que vivirlo. Una noche inolvidable.
Y aunque como digo, nosotros terminamos aquí nuestra cobertura del Festival, recordaros que tenéis la oportunidad de disfrutar esta noche de un concierto más, el de Juan Perro, que por experiencia os aseguro que merece mucho la pena, y el domingo, punto y final con las actuación humorística de Ilustres Ignorantes. Por nuestra parte, dar la enhorabuena al Cultura Inquieta por su estupenda organización, por la calidad de los espectáculos que han ofrecido y por tratarnos tan bien. Así da gusto. Ha sido un plan inmejorable para estas noches veraniegas. Y si nada lo impide, el año que viene nos veremos de nuevo seguro.