Stephin Merritt y The Magnetic Fields, protagonistas de otro de los documentales del Filmin Music Festival.
Strange Powers no es más rompedor que cualquier otro documental musical. Lo que hace de él un material imprescindible para cualquier amante de la música son los neoyorkinos The Magnetic Fields y sobre todo su líder Stephin Merritt. Iconos para muchos y completos desconocidos para otros, llevan en activo desde principios de la década de los 90 y cuentan con once discos de estudio. La directora, Gail O’Hara, quiere descifrar el enigma que es Merrit. Zona minada, pues dicen de él que es gruñón, mezquino y desagradable. Lo cierto es que la fama se la ha ganado a pulso ya que nunca ha tenido muy buen trato con la prensa. Quien lea esto y no le conozca podrá pensar que estamos hablando de alguien con “perfil Lou Reed”.
Apenas comienza la cinta nos encontramos a Peter Gabriel diciendo que Stephin es uno de los mejores compositores de Estados Unidos. Esto es una verdad como un catedral de grande y no porque lo diga el ex Génesis. Pocos tienen su facilidad creativa. Diría que combina a la perfección melodías, sonidos y letras con la ayuda escasa de escuadra y cartabón. Como letrista, sin olvidar a un tal Morrissey, no tiene rival. El amor (¿qué si no?) es el tema principal de sus canciones. Por supuesto, no un amor al uso, nada de lo que estemos acostumbrados a ver en el día a día. Pero así es este hombre.
El mérito de O’Hara es enseñarnos a un músico excepcional en su universo, creando, en su propio hábitat. Para ello le persigue y le graba durante su día a día. Su refugio, al que también llama piso, es una especie de museo, un tanto kitsch, lleno de estanterías donde no cabe un disco más o armarios llenos de todo tipo de instrumentos. Allí, mientras su inseparable Claudia Gonson está sentada al piano, intenta enseñarle cómo quiere que suene alguna futura canción. No debe ser nada sencillo trabajar con Merritt ya que a veces es demasiado metódico, maniático y estridente. Un completo perfeccionista. Esto le trae enormes quebraderos de cabeza a él y su banda. Sam Davol, el cellista, y John Woo, guitarra, son los otros componentes. Ambos sólo mantienen trato profesional con Stephin, pues Davol llega a decir que ni siquiera se considera amigo suyo.
Sin embargo, algo que llama la atención por su contraste, es la relación Merritt-Gonson. Obviamente, no llegan a ser una sociedad enfermiza como la que formaban Dalí-Gala, pero algo recuerda, ya que Claudia es la manager, madre, “esposa” (no olvidemos que Stephin es gay), mejor amiga, pianista y cantante de SU grupo. Todo en un mismo pack. Pese a que discuten bastante, son pura complicidad, bastante palpable en los conciertos. Sobre el escenario ambos son ingeniosos y elocuentes. Sorprende ver a Merritt locuaz y gracioso. Algo que pierde cuando se baja de la tarima. Después de los conciertos suele charlar con sus fans, pero sólo un momento porque en seguida se harta y los despacha. Lo cual me recuerda aquel famoso “Celebrities” en el que Joaquín Reyes parodia a Isabel Coixet. Es cierto, el líder de The Magnetic Fields es altivo y un poco pedante. No son pocos los que lo acusan de snob. Así se muestra este fan de Abba y Doris Day en Strange Powers.
Su infancia no fue fácil. Sus inicios en la música tampoco. Se crió con su madre. De su padre solo sabe que es cantante de música “pop rock con influencias caribeñas”. Llego a Nueva York con una mano delante y otra atrás. Se alimentaba de baggles con mantequilla. Para colmo formó el grupo en plena época grunge. Conforme avanza el documental, vamos conociendo mejor a Merritt. Al cual con el triple disco 69 Love Songs, un sobresaliente abuso creativo, le llegaría el cierto reconocimiento que una banda de sus características puede tener. Un éxito que parece no buscar. Dice que su sueño es componer más de 100 musicales de éxito en Hollywood. Este eterno buscador de la esencia de las cosas tiene escrito, un “Manifiesto formulista” por el cual, se supone, se rige: “El formulismo es el artista como comprador inteligente. El cliché ha muerto, larga vida al cliché. Los formulistas, con un suspiro de alivio, renunciamos a la ilusa lucha de los modernos por la expresión personal a través de lo novedoso.” Stephin Merritt es complejo y honesto, un ejemplar en peligro de extinción.