Primeras jornadas del festival de Raindance.
Desde que el jueves arrancara la edición número 21 del festival de Raindance, algunos de los avances más esperados ya se han proyectado en alguna de sus cinco salas. 2 Jacks, The world belongs to us o Le Météore han sido de momento lo más destacable, sin olvidar The Priest’s Children, una estupenda comedia croata que ya tiene distribución prevista en España. Así lo anunciaba su director, Vinko Bresan, que se mostraba sorprendido de que por fin una de sus películas, la número cinco, vaya a ser doblada al “agresivo” español. De momento sólo los presentes en Londres han podido reír con los gags de esta commedia all’italiana con ecos de Fellini o Berlanga, sobre un cura deseoso de conseguir el afecto de la pequeña aldea a la que acaba de llegar en la costa adriática. Debido a que la población está cada día más envejecida, el padre Fabian decide insuflar vida pinchando literalmente los preservativos que tan populares se han vuelto entre los ciudadanos. Aunque con cierto toque agridulce, esta película está llena de encanto y viene con risas aseguradas.
Otro homenaje a Fellini es el que ha presentado Bernard Rose con su cuarta adaptación de una obra de Tolstoi. 2 Jacks, basada en el relato Los dos húsares, engancha desde el minuto uno, cuando un cineasta regresa a Los Ángeles de vuelta de todo, sin nada y, por ende, sin nada que perder. Después de una hora de metraje siguiendo a Jack durante un día, desde su llegada al aeropuerto hasta la despedida de un Hollywood dorado en el que se mueve como pez en el agua, la película da un absoluto giro y nos regala otra película. Cambiando la tonalidad de un plano –y convirtiendo a Sienna Miller en Jacqueline Bisset–, Rose nos hace viajar veinte años hacia adelante y nos mete en la actualidad, en plena era digital, lejos de la nostalgia de Jack. Es entonces cuando esta casa donde Jack despedía la primera parte de la película recibe al segundo Jack, hijo del primero, también cineasta e igual de pretencioso. A diferencia del encanto de su padre, Jack Junior no está desesperado, no ha tenido que luchar por nada, tiene mucho que perder y no es consciente de ello. Esta segunda parte se va llenando de matices y compensa un largometraje espléndido, armónico y especial en todos los sentidos. Un curioso detalle es que el primer Jack, a quien da vida un brillante Danny Huston, está inspirado en el protagonista de una película de Orson Welles que nunca vio la luz y en la que su padre, John Huston, daba vida a un mujeriego caballero.
Menos aplausos nos ha despertado Wayland’s Song, a priori uno de los platos fuertes del festival. Sin embargo, poco después del interesante preludio, todo cae en saco roto, desde su paso por Cannes hasta los buenos ingredientes del argumento: un soldado británico vuelve de Afganistán para buscar a su hija desaparecida. Pese a que Richard Jobson cosechó cierto éxito con su opera prima 16 Years of Alcohol, esta película parece olvidar los elementos cinematográficos más básicos y no satisface en ningún sentido: la trama principal se queda estancada en pos de ir presentando personajes enigmáticos que no dan información sobre el paradero de esta chica desaparecida pero que, sin saber cómo, tendrán todas las claves cuando vuelva a encarrilarse la trama perdida. Durante toda la película, uno parece estar preguntándose dónde está la escena que alguien ha cortado y que da sentido a lo que se sucede. Junto con esta profunda maraña de líneas inconexas, las actuaciones son malas y la fotografía sólo destaca por jugar a cambiar los colores, y llevarnos de habitaciones rojísimas a luces ocres o azules. Supuestamente presentes para enfatizar emociones, caen en una ridícula evocación de Nicolas Winding Refn o de algunas de esas visiones coreanas de la venganza, con golpe de martillo incluido.
Tampoco ha causado especial sensación la comedia irlandesa Earthbound (de Alan Brennan), una de las varias propuestas de ciencia-ficción de este año. La cinta arranca con Joel, un niño de 11 años a quien su padre le revela antes de morir que ambos son alienígenas con una misión en la Tierra. Quince años después, cansado de la soledad y del frikismo que ha desarrollado, Joel descubre que tiene una alta compatibilidad con Maria, pese a ser humana. Ella podrá darle un hijo para continuar con su misión, aunque antes deberá confesarle su gran secreto y convencerla de que se mude de planeta. Con un guion de manual y unas interpretaciones notables, Earthbound es una película muy correcta para pasar el rato, aunque no es lo que uno espera ver en una pantalla de Raindance.
Sin embargo, dos películas ya mencionadas han dado verdadera muestra de que arriesgarse tiene premio. Absortos nos quedamos con Le Météore, una película que bebe de Resnais y Camus y que es molesta desde los créditos. François Delisle prepara al espectador para la incomodidad disparando a los oídos, con un órgano que rechina inagotablemente cuando leemos el título de la película, y que cambia de dirección para atacar a la vista con una pantalla en blanco de ese que obliga a no seguir mirando.
Algo parecido sucede durante toda la película. No es broma eso de que no sólo hay ningún diálogo, sino lo de que toda la película está hilvanada con los soliloquios de tres personajes rotos. Junto con esta propuesta, el cineasta quebequés añade una elección extrema: los monólogos no se acompañan de las caras sus dueños. En lugar de ello, las narraciones se acompañan de caminos, edificios o elementos naturales y en muy pocos casos con los protagonistas o con los hechos que conforman el contexto de este relato, cuya trama es la de un preso que afronta la vida como castigo por el dolor causado. A sus pensamientos acompañan los de su madre y los de su exmujer y, sin venir mucho a cuento, los de un guardia de la cárcel y otro preso. Más allá de lo valiente de Le Météore, y pese a la soberbia de permitirse adormecer al espectador, esta película va más allá de lo establecido y de lo previamente hecho. Se trata de una experiencia cinética, que antes que historia es experimento. Delisle escoge no filmar a los personajes sino a sus palabras, no es una decisión estética sino intelectual, bella y dolorosa a partes iguales.
Compitiendo con la cinta canadiense en la categoría de mejor película internacional también se presentó el jueves The World Belongs to Us, la segunda película del periodista Stephan Streker. Aunque ésta parece no moverse del mismo sendero de festivales de su opera prima, Michael Blanco, lo cierto es que la cinta belga encaja en cualquier sala comercial de autor. La película presenta un guion dividido en las tramas de dos protagonistas que comparten el mismo contexto de tiempo y espacio pero cuyas vidas no tienen nada que ver. Mientras Julien está a punto de estrenarse como estrella del fútbol y lidia con la mala relación con su padre, Pouga vive atrapado en el bucle de la delincuencia y la reinserción. Como explica Pouga en un momento dado, en la vida hay dos clases de personas: las que follan y las que se dejan follar. Y de eso trata la película: de afortunados y desafortunados, de ganadores y perdedores, de felices e infelices, aunque casi todo tenga siempre un regusto de ambos bandos.
Streker trabaja cuidadosamente las sensaciones de sus personajes sin abandonar un relato de hechos, activo y rítmico. Sin embargo, esta sucesión de hechos parece pausar la historia, olvidar el mensaje que quería lanzar. Esto se hace especialmente sospechoso en el clímax, cuando por fin se encuentran los dos protagonistas, ya que se convierte al instante en el final de la película. Esto lo hace menos efectivo, ya que era el punto de confluencia natural que daba sentido a la división de la película y se convierte en un cierre un tanto torpe. Más allá de esto, son especialmente destacables las elecciones estilísticas. La cámara acierta en saber cuándo acercarse o alejarse de los personajes, sin miedo a un zoom con carácter. Streker se reserva además una marca de autor en varios detalles, como el plano del clímax rodado sobre las sombras de los personajes, o una sorprendente escena musical, que empieza como una de esas tediosas transiciones de canción entera y se convierte en una especie de videoclip en el que personajes principales y secundarios interpretan la canción como si de un karaoke se tratara.
Raindance no ha decepcionado en su arranque, con el que ha calentado motores para un fin de semana probablemente más concurrido. Las salas medio vacías y medio llenas tienen ante sí un calendario repleto de títulos. Esperamos con ansias 9 Full Moons y La reconstrucción, donde repiten actor y director de No sos vos soy yo.