10 de octubre de 2024

Festival de Venecia 2019: Día 2

Día 2 de Venecia.

Ya adaptado mi organismo a la rutina festivalera y ya familiarizado con las dependencias y características del recinto, mi segundo día estaba llamado a ser el de la plenitud del goce cinéfilo. Ya la primera jornada dejó gratas sensaciones y frutos sabrosos para analizar, reflexionar y disfrutar. Y esta segunda era en la que ponía mis mayores expectativas de mi estancia, por las películas que iba a poder descubrir. Películas que representaban lo mejor que la industria norteamericana tenía que ofrecer para este otoño, y que para poder ver tuve que sacrificar las que debutaban en el festival ese día. Las dos películas de la mañana se presentaron el día anterior, y la mezcla de las altas expectativas personales con la entusiasta opinión crítica de ambas hicieron que fuera imposible perdérselas. La inclusión por la tarde de filmes de otras geografías acabarían de enriquecer la ya de por sí provechosa jornada.

A primera hora de la mañana fue el turno de otro filme de la Sección Oficial, una de las dos películas de Netflix que se presentaban en el festival. Un trabajo que quizás sea la obra más redonda de su creador, cuya obra previa, presentada en Cannes también bajo el paraguas de Netflix, hizo las delicias de un servidor. Es Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach. La larga y dolorosa historia de un divorcio lastrada por los juzgados, la burocracia y los reproches. Una división de caminos sin rencores que, larvada por las instancias del divorcio, se torna amarga y destructiva. Una excelente película, probablemente la mejor de su director, y una de las grandes obras de este 2019. Grande por su guión, el más logrado que servidor haya contemplado en este tipo de relatos conyugales, y el mejor del curso. Texto afilado en sus diálogos y vibrante sin restarle enjundia dramática a las instancias del proceso de la separación. Relato muy divertido que, sin embargo, retrata una tragedia en toda su intensidad y devastación emocional. Notable trabajo del reparto: gran Johansson, inmenso Driver. Filme sencillo en cuanto a puesta en escena, pero editado y estructurado con el estilo, dinamismo y melancolía habitual de Baumbach. Y durante su desarrollo, algunas secuencias portentosas. Su largo metraje y cotidiano argumento supondrán una rémora para algunos espectadores, pero pese a ello no puedo más que recomendar encarecidamente a los lectores que vayan a verla tan pronto como puedan.

Ad Astra

Acto seguido, vi una de las películas más espectaculares de la Mostra, y uno de los filmes más ambiciosos de la temporada. Un proyecto de larga gestación, la producción más onerosa de la programación y la primera colaboración entre dos talentos únicos: uno de los mejores actores norteamericanos de las últimas décadas y uno de los directores norteamericanos más admirados por la crítica y la cinefilia. Hablo de Ad Astra, una más de tantas películas espaciales de tiempos recientes que une a Brad Pitt y a James Gray. Descenso a los abismos insondables del cosmos para reafirmar la terrenal humanidad como fuente de las respuestas emocionales más importantes. Odisea fastuosa a nivel audiovisual y tan grande en su escala física como íntima a nivel psicológica. El más inmenso de los escenarios para el viaje más solitario. Una película exigente, irregular y pretenciosa, pero bella y fascinante. Una de las películas que mayor trance placentero me indujo este año. Una película tan atrevida y llena de fragmentos de excelencia que estoy dispuesto a perdonar todas sus flaquezas. Aplaudo tanto su estética cómo su tono filosófico, reflexivo y existencialista, tan intenso en formato como sensible en su descripción de personaje. Gran banda sonora, exquisita fotografía y diseño de producción, imperial Brad Pitt en un ejercicio de pura contención. Búsqueda y superación del padre en una aventura de estructura clásica, con variedad de escenarios (todos ellos excelentes en su diseño y puesta en escena) y de escaramuzas. Filme que, eso sí, abusa de una voz en off algo prescindible, confrontaciones un tanto burdas y de una leve indecisión a la hora de decantarse por el cine de autor contemplativo y uno más comercial. Con todo, un largometraje extraordinario que hay que ver.

Qiqiu/Balloon

A la hora de comer visité por vez primera la gloriosa sala Dársena para adentrarme en mi segunda experiencia en la sección Orizzonti. En este pase, además, asistían a la proyección los actores y el director de la película, así como el director del festival, Alberto Barberá. Era la nueva película de un realizador que ya encandilará a muchos el año anterior en esta misma sección con su anterior película. Él es el tibetano Pema Tseden, y su película Es Qiqiu/Balloon. Un drama costumbrista no exento de comedia sobre las estepas tibetanas y la vida rural de las comunidades que la habitan. Una película pequeña pero hermosa y cargada de sensibilidad. Relato de natalidades oprimidas y condones de uso malinterpretado, símbolo de la lacerante situación sexual y eficaz artefacto cómico. Cuidado trabajo formal de cámara en mano siguiendo en tomas únicas a los personajes durante las escenas, manteniendo un foco crítico y construyendo con gusto el encuadre. Cine folclórico de riqueza étnica, respaldado con desvíos hacia la barbarie animal a través de la figura de los carneros, que inundan el plano en algunas secuencias. Filme que tampoco llega a ser notable en tanto su desarrollo argumental resulta predecible, y una vez presentados sus elementos se dedica a reiterarlos durante el resto del metraje. Con todo, una bonita y sentida película que deseamos que tenga una mayor difusión de la que presuponemos recibirá.

Ema

Tras un parón de varias horas para la grabación de vídeos, la ingesta de alimentos y la reflexión, me apilé en la cola de la Sala Dársena para la que era una de mis películas más esperadas de 2019. El regreso de uno de mis realizadores favoritos, punta de lanza del nuevo y boyante cine latinoamericano. Hacia años de su último trabajo, pero la espera se acababa y el chileno Pablo Larraín vuelve con Ema para competir por el León de Oro. Nos sitúa en la atípica vida de una joven y volcánica bailarina de reggaetón y profesora de baile que se adapta al vacío del hijo que adoptó con el director de su grupo de baile. Sexo, danza y fuego en una narración sobre un espíritu femenino inaprensible. Una película frondosa y excesiva, llamada a levantar ampollas pero extremadamente coherente consigo misma, a la par que intrépida. Es necesario abrir horizontes y romper barreras mentales para entender y aceptar nuevos espíritus generacionales y nuevas maneras de interpretar el género y la sexualidad. El filme rompe con convenciones, abandona lo establecido, abraza el terreno de la libertad, el ardor y la provocación. Es un mosaico de personajes de carácter que se abren sitio con fuerza y pugnan por su propia manera de expresarse, en un ecosistema familiar y comunitario ajeno a las estructuras normativas. Deslumbrantemente realizada, gran trabajo interpretativo de Mariana di Girolamo. Pese a ello, una película frustrante, una decepción personal y el filme que menos me convence de Larraín. Me fascina cuando apuesta por el delirio y el desenfreno visual y artístico, me pierde con su trama familiar. Su final roza el ridículo, y la subtrama del niño extrañado inunda su complicada media hora inicial de diálogos irritantes, pomposos e impostados. Pese a ello, una película que bien merece un visionado.

Dos jornadas transcurridas, dos por llegar. En pocas horas llegaba la oportunidad de disfrutar en primicia de una de las películas rodeadas de mayor expectación y revuelo mediático del otoño que empieza. Aquí estará un servidor para escribiros sobre ello.

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