28 de marzo de 2024

Masterclass de David Lynch

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David Lynch: «pensar ideas para películas es como ir de pesca».

Otra de las actividades de la corta pero intensa visita de David Lynch a Madrid, fue una masterclass, o más bien charla – encuentro, en la Escuela Universitaria TAI de Artes y Espectáculos. En un auditorio repleto de estudiantes de dicha escuela, medios de comunicación y algún que otro cineasta de renombre que también se dejó caer por allí como Nacho Vigalondo o David Trueba, el director norteamericano contestó a las preguntas del periodista Carlos Reviriego y después a las que la audiencia quiso formularle, incluso animando a que la gente siguiera haciendo preguntas a pesar de que se acababa el tiempo y después tenía que acudir a la Filmoteca Nacional a presentar la proyección de Cabeza borradora. Con una gran simpatía, Lynch habló largo y tendido de su pasión por la pintura, que le ha llevado a visitar el Museo de El Prado única y exclusivamente para ver el cuadro de El Bosco ‘El jardín de las delicias’, de su opinión sobre Hollywood, de su cine y, como no, de meditación transcendental, de la cual como ya os contamos es difusor ferviente por todo el mundo.

Ya metidos en conversación cinéfila pura y dura, resultan curiosas algunas de las respuestas que David Lynch ofreció al público. A pesar de que su cine tenga aspectos muy abstractos y surrealistas, y llegue a recordar en ciertos momentos al surrealismo cinematográfico de Buñuel, el director estadounidense reconoce no haber visto nunca nada de Luís Buñuel, y por tanto no haberse visto influido por su obra. Como tampoco le han influido películas como Vértigo o La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, las cuales adora, pero no considera que su cine tenga referencias a ellas. “Amo el surrealismo y lo abstracto, pero también hay muchas otras cosas que pueden formar parte de una misma película al mismo tiempo que esas.”

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Esa forma de narrar, que se ha dado en llamar “atmósfera Lynchiana”, concepto al cual propio Lynch no desea buscar una definición “mi médico me ha prohibido pensar en ello”, se basa en la búsqueda de ideas que le llegan a la mente y que después plasma en un guión, “odio la improvisación, las ideas se deben organizar en un guión y seguirlas en base a esa organización.” “Mi intención no es la de manipular a nadie, plasmo las ideas en el guión a medida que me llegan y yo tengo que entender esa manera en la que me llegan, y si no la entiendo pensarla hasta encontrarles un sentido. Para los actores y el equipo que hacen la película no es tan importante entender esas ideas tanto como hacerlas veraces. Siempre espero que si yo entiendo los guiones, los espectadores también sepan entenderlos, pero cada espectador es un mundo y puede entenderla de distinta manera. Hay gente que odia lo abstracto si no le encuentra una lógica.” A pesar de que en alguno de sus trabajos utilice los sueños como forma de plasmar esas ideas, declara que sólo una vez utilizó uno de sus sueños como material, “trabajé mucho en el guión de Terciopelo azul, pero sólo un 95% de él estaba terminado y seguía pensando mucho para poder completarlo. Un día fui a una reunión en los estudios Universal, y mientras esperaba para entrar de repente me acordé del sueño que tuve la noche anterior y empezó a venirme todo a la cabeza. Me puse a escribir rápidamente y me di cuenta de que ese sueño era ese 5% que faltaba. Las ideas no vienen de los sueños, hay que trabajarlas. Es como ir de pesca, hay que sentarse a esperar que lleguen con paciencia.”

Precisamente con Terciopelo azul empezó una de las uniones más fructíferas de la historia del cine, la del director con el músico neoyorkino de origen italiano Angelo Badalamenti, compositor de las bandas sonoras de la mencionada Terciopelo azul, Industrial Symphony No 1: The dream of the brokenhearted, Corazón salvaje, la serie Twin Peaks, Twin Peaks: fuego camina conmigo, la serie On the Air, la mini-serie Hotel Room, Carretera perdida, Una historia verdadera, Mulholland Drive, Rabbits y el corto Darkened Room. Con Angelo, Lynch tiene una forma de trabajar muy especial, “es un músico increíble, sería ridículo hacer la película por un lado y la música por otro así que yo le voy hablando y contándole mis ideas mientras él está sentado al piano y trata de plasmarlas en el teclado. Muchas veces él me hace cambiar las palabras que uso para poder encontrar el tono que se ajuste a ellas.”

Lynch comenzó a formarse en la Pennsylvania Academy of Fine Arts de Philadelphia, inicialmente como pintor, pero pronto descubrió que su amor por la pintura, por la música o por la fotografía, disciplinas en las que sigue trabajando, podían plasmarse perfectamente en el ámbito cinematográfico, y comenzó a realizar cortometrajes en los que ya se apreciaban sus influencias surrealistas. Para seguir su carrera en el cine, se trasladó a Los Ángeles “porque me encanta la luz de esa ciudad”, pero sin embargo nunca ha hecho carrera en Hollywood. “No tengo ninguna relación con la industria de Hollywood, la gente llega allí para tratar de hacer realidad sus sueños, para expresar sus ideas en el cine o simplemente por fama. A mi me encanta Hollywood por su luz pero nunca he realizado una película con estudios grandes, mis películas no llevan el ritmo de Hollywood, donde se hacen blockbusters para que vaya mucha gente al cine.” No obstante, en alguna ocasión el director de Montana ha tenido que sucumbir y aparcar sus propias ideas para poder trabajar, “después de terminar Cabeza borradora, escribí un guión llamado ‘Running Rocket’ que me encantó. El problema es que yo era el único al que le gustaba y no conseguía medios para poder llevarlo al cine. Además, mi suegra presionaba a mi mujer para que ella me presionara a la vez para trabajar, así que llamé a un productor amigo mío, Stuart Cornfeld, para preguntarle si había algún guión que pudiera dirigir, y me ofreció El hombre elefante.”

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Sobre el cine actual, Lynch piensa que el cine nunca morirá, sólo cambia. Es un amante de la tecnología digital, aunque a veces echa de menos la textura clásica. Si es cierto que considera que actualmente las mejores ideas están plasmadas para televisión, pero aun así se declara fan de los hermanos Coen o de Martin Scorsese por poner algunos ejemplos actuales. A quien dice admirar desde siempre es a Federico Fellini, a quien tuvo ocasión de conocer en uno de sus viajes a Roma gracias a Marcello Mastroiani. Incluso tuvo la suerte de poder compartir con el maestro italiano sus últimas horas de vida, “me senté a su lado en el hospital, le cogí la mano y le dije ‘Mr. Fellini, el mundo entero espera por su siguiente trabajo’, y él simplemente sonrió. Al día siguiente, yo estaba en París y vi por televisión que había entrado en coma.”

Como consejo a los jóvenes que quieren dedicarse al mundo del cine, David Lynch es muy claro: “encuentra tu propia voz, sé fiel a tus ideas, nunca rechaces una buena idea ni aceptes una mala. Si quieres tener buena salud, nunca dejes una película sin acabar. No aceptes un no por respuesta. Lo más importante es que ames lo que hagas, cada elemento, cada manera de hacerlo, aunque no ganes un penique con ello. Si te vendes por dinero, éste no te hará feliz”.

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