25 de abril de 2024

Rueda de prensa: Caníbal

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Recogemos las impresiones del equipo al completo de Caníbal.

Este fin de semana hay estrenos para todos los gustos, pero entre ellos se encuentra una de las películas españolas con más posibilidades de arrasar en la próxima edición de los premios Goya. Hablamos de Caníbal, la última película del director almeriense Manuel Martín Cuenca, quien ha estado presentando por toda España su película junto a los dos actores que la protagonizan, Antonio de la Torre y Olimpia Melinte. Con los tres hemos tenido la oportunidad de charlar en rueda de prensa, y más personalmente en una corta pero intensa conversación con el director y el actor malagueño.

Aquí os dejamos una muestra de lo que nos han contado a todos los que estábamos allí, y de lo que hemos podido hablar en privado con ellos.

– Antonio, ¿crees que una persona como tu personaje puede llegar a conocer realmente el amor?

Antonio de la Torre: Yo como actor hice el ejercicio de acercarme desde el sitio en el que Nina le pone como un espejo en el que él se ve como una víctima, para mi es una conversión absoluta, y es lo que me parece fascinante. Supongo que el gran tema de la vida es el amor, yo entiendo que estamos en una sociedad con un déficit de educación sentimental. Seguramente hay muy pocas personas capacitadas para amar realmente. El amor es la gran redención que hace posible que un mundo mejor pueda llegar y yo creo que eso es algo hermoso en la película, como algo tan atroz, tan contranatura como es el matar a alguien de tu especie e incluso alimentarte de él, cómo el amor puede sacarte de esa oscuridad. La película como cuento y como reflexión propone eso y yo como actor siempre pensé que era posible.

– ¿Cómo te has preparado para este papel?

Antonio de la Torre: Había dos grandes armazones para este papel. Uno, que sí he podido investigarlo, que es el de la sastrería, yo necesitaba como actor sentir que este hombre puede ser sastre y que necesitaba de esa vida donde es un hombre respetado que tiene una coartada, por así decirlo, que es su trabajo en la sastrería, y que además le da una minuciosidad y una precisión que le define como personaje, porque lo importante para Carlos es sobrevivir, y eso lo consigue a través de la sastrería. Hicimos un trabajo con Octavio Hernando, un sastre de la Gran Vía muy generoso, y cuando yo sentí que ese proceso, dentro de lo que es que nunca llegas a ser lo que es él después de 50 años, pero que podía estar ya, la otra parte, la del depredador, el asesino, la trabajamos desde el deseo. A mi como actor me interesa más la persona que el personaje, la realidad siempre supera la ficción y hay algo que nos sucede en la vida a todos, que nos pasa una cosa e intentamos que no se note, y eso era algo que Manolo y yo teníamos muy claro, es decir, tener la emoción dentro y al mismo tiempo taparlo.

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 – Manolo, ¿qué te llevó a contar esta historia?

Manuel Martín Cuenca: Cuando hicimos La mitad de Óscar, Alejandro (Hernández Díaz, co-guionista de Caníbal) conocía a Humberto Arenal y la novela en la que está basada la película, inspirada muy libremente la verdad porque el 90% de la trama de la película es inventada, y lo que nos llamó la atención es la posibilidad de construir una historia de amor como motor fundamental y más sano de la humanidad. Yo entiendo el amor como el encuentro con el otro, es decir, la posibilidad de entender el dolor y ponerse en la posición del otro, provocar el placer del otro, querer el bien del otro…con un ser que en la otra orilla se mueve justamente por otros botones del ser humano como la ambición o el mal, y que es simplemente un depredador que ejerce la barbarie y que no tiene absolutamente ninguna empatía con el otro y ningún sentimiento de culpa. Por poner un ejemplo de la metáfora que es la película, yo estoy convencido de que si Alemania no hubiera perdido la segunda guerra mundial, no tendría ningún sentimiento de culpa sobre los 6 millones de judíos que mataron, es más, hubieran seguido matando. A Carlos le pasa un poco lo mismo, el amor es lo que se le enfrenta y lo que le hace comprender la posibilidad del otro. Este hombre no se culpa a sí mismo, no se juzga y por tanto no se adjetiva de ninguna forma, sino que lo que hace es su vida concreta, su día a día y eso fue lo que trabajamos. Cuando encuentra ese otro sentimiento lo vive desde el asombro, como cuando uno vive por primera vez una emoción. Creo que esa es la forma real de vivir un sentimiento, no el melodrama. El melodrama es una construcción mental hacia el pasado intelectual, nadie vive la vida como un melodrama en el presente, la vive con asombro cuando te encuentras con algo. Esta es una historia de amor que contiene ese dilema moral de ese personaje, y nos apetecía hacerla así en este tiempo, porque las películas son una huella del tiempo en el que estamos, y quizá hace diez años no se nos hubiera ocurrido hacerla, pero creo que estamos en una época de confusión moral tremenda, ya no de crisis económica, sino de la crisis moral que desde los años 90 hay y que es terrible, y creo que el cine negro llama a las puertas de nuestra sociedad de una manera inconsciente cuando vivimos tiempos convulsos.

– Después de hacer un personaje como este, ¿cómo crees que continúa después del final de la película?

Antonio de la Torre: Yo creo que lo interesante es que cada uno piense lo que es el futuro de él, lo que yo pienso como un posible espectador más, no como una decisión ni mía ni de Manolo hacia ello, yo creo que se redime, pero es porque a mi me gusta creer que el amor puede cambiar el mundo. Yo quiero pensar que se redime.

Manuel Martín Cuenca: Por llevarle la contraria de manera dialéctica, yo creo que sigue matando. Pero sólo por llevarle la contraria a Antonio (risas).

– Antonio, ¿esta película puede suponer una nueva nominación al Goya y que te lo puedas llevar?

Antonio de la Torre: No, no tengo ni idea. No me lo planteo, no quiero pensar en eso. Cuando empezaba, cuando era más joven, sí pensaba más en “ay, este papel que me puede llevar a…”, pero he aprendido que hay que estar en el presente del trabajo, que es absurdo planificar una carrera, e incluso planificar la vida. Yo pienso en esta película como en algo bonito de hacer, como algo interesante, pero no en lo que me va a dar, ni en si va a hundir mi carrera o no. Debo centrarme en hacer mi trabajo y olvidarme de ese aspecto, tengo mi vanidad, mentiría si dijera que no, pero intentas abstraerte de eso.

Manuel Martín Cuenca: Los rumores sobre los premios no son nada, son muy peligrosos.

– ¿Cómo sientes la evolución del personaje que cada vez tiene más fondo?

Antonio de la Torre: Me siento así, cada vez más hundiéndome en el fondo (risas). Este personaje ha sido muy importante por la entrega, el esfuerzo y la intensidad que he puesto, porque me ha permitido hacer un viaje hacia otro sitio, buscar otra forma expresiva, en ese sentido ha sido una experiencia dura y maravillosa a la vez. Las cosas que más merecen la pena son las que te cuestan más esfuerzo, yo creo en el esfuerzo como cultura de vida.

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– El tuyo es un personaje que no estamos muy acostumbrados a ver, me gustaría saber qué reflexión sobre el mal estáis haciendo en esta película.

Manuel Martín Cuenca: Bueno hay una historia que está ahí, que es un thriller en el que manejamos esa presencia del mal y del canibalismo como un tabú enorme, y esa historia debe hablar por sí sola y que el espectador saque sus propias conclusiones. Es decir, que no se trata de ir más allá de hacer una reflexión sobre la película sobre lo que todos los que hemos participado en la película creemos, hemos imaginado muchas cosas y las hemos tratado de esconder, para que al final sólo queden los hilos, los planos, el sonido, esos personajes…y que el público se enfrente a una película que creo que no es complaciente… que no debe ser complaciente, y que le hable esa película. Pero lo que le diga esa película a cada espectador, no es ya cuestión del director ni de nadie de los que hemos hecho la película. Esa es la magia del cine.

– Olimpia, ¿cómo te has sentido al hacer un doble papel? ¿Qué has aportado de ti a cada uno de los personajes?

Olimpia Melinte: Pues la primera vez que leí el guión sentí que tenía que hacer esto. Hacer dos personajes, dos hermanas gemelas fue como un sueño para mí, quería mucho hacerlo. Creo que las dos tienen algo de mí, espero siempre poder trabajar así. Alexandra tiene mucho de mí, pero por ella tuve un poco de miedo al interpretarla porque puede ser visto como un cliché interpretar a una femme fatale. Nina también está en mi alma, en mi cabeza, es parte de mí. Con el apoyo de Antonio y de Manolo lo he hecho con toda mi fuerza, con toda mi alma y me encantó muchísimo trabajar con ellos. Fue maravilloso.

– ¿Cómo conseguisteis el permiso de la Diócesis de Granada para rodar en San Pedro con una historia así?

Manuel Martín Cuenca: Trabajando (risas). Yo creo que los cineastas somos lo más parecido a los agricultores, es decir, llegamos, abonamos, movemos la tierra, plantamos la semilla, esperamos, la vemos crecer, tenemos paciencia y sabemos que podemos perder la cosecha. Poco a poco y con paciencia. Hablamos con unos, con otros, siendo honestos y contando la verdad, y siempre hay una puerta que se abre.

– ¿Por qué situar la historia en Granada?

Manuel Martín Cuenca: La película queríamos representarla en una ciudad europea con tradición, que de alguna forma representara nuestra cultura, nuestra civilización. Huir de cierto paternalismo de contar una historia sobre el mal o sobre un caníbal en otro país, en otro mundo, como si aquello fuera una cosa ajena a nosotros, por eso cogimos una novela que se sitúa en los años 60 en La Habana y la trasladamos al tiempo presente. Y Granada es una ciudad bellísima con la sierra al lado, con la nieve, era un decorado perfecto. No se han rodado muchas películas que hablen sobre la Granada real, un thriller contemporáneo, siempre se han rodado cosas históricas. Creo que las películas tienen que tener alma y de alguna manera sentí que, de todas las ciudades que podían contar lo que aparece en el guión, Granada podía ser especial.

– ¿Hay alguna escena que os haya costado mucho hacer por el frío de la sierra?

Olimpia Melinte: En Sierra Nevada hacía muchísimo frío, y con el viento también y los 10 kilos más que llevaba encima con los que no podía ni caminar, fue muy difícil para todo el equipo, no sólo para mi y para Antonio.

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– Con la calidad de las películas que se están haciendo, ¿qué opináis de las declaraciones de un señor que debería estarse callado o ir al cine? (en referencia a las declaraciones del ministro Montoro)

Antonio de la Torre: (Risas) Está muy bien tu análisis, lo hago mío.

Manuel Martín Cuenca: Yo creo que es una provocación por un lado, por otro es sólo una opinión personal que todo el mundo tiene absolutamente derecho a hacer lo que quiera, lo que pasa es que él es ministro de economía y hacienda y, ¿cuántos millones de parados hay en este país?¿cuántos problemas tenemos?…Hombre, nosotros deberemos de preocuparnos por hacer buen cine y él por que el país vaya bien.

– La película no es un thriller al uso, es más cercana al cine de autor, ¿cómo la definirías?

Manuel Martín Cuenca: Uno no hace el cine que quiere hacer, a mi me encantaría hacer Centauros del desierto, pero uno hace el cine que le sale, el que le lleva dentro. Si que creo que es un thriller en el sentido de que me parece que es una película de cine negro, lo que pasa es que lo llevo a tal y como yo lo entiendo. Los géneros están para visitarlos, revisitarlos, cambiarlos, evolucionarlos…

– ¿Cómo fue tu trabajo con el sastre?

Antonio de la Torre: Fueron dos meses, colaboró en el guión y luego vino a Granada y supervisaba cada secuencia.

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– Hay una frase que dice tu personaje, Antonio, que es algo así como “no querer aprender a estar solo, es puro miedo”, a mi me da la sensación de que Carlos precisamente no quiere aprender a no estar solo y ese es el miedo que le hace no acercarse a nadie, ¿os planteasteis al personaje de esta manera?

Antonio de la Torre: No, no…nunca. Está muy bien la pregunta, has captado mi atención…es una buena táctica (risas). Yo sinceramente como actor no lo pensé, o sea no trabajé con esa opción. Hay un momento de la película en el que yo trabajé el que el personaje se abre al amor, al principio no lo entiende, no sabe lo que está pasando y luego se abre a sentir eso y sufre. Pero no me plantee eso, pero en realidad está bien que a ti te lo parezca porque realmente no hay opción, es lo que tú veas como espectadora. Supongo que tiene que ver con mi propia apuesta vital, que al final uno termina contando lo que intenta vivir de alguna manera, y porque es un personaje que me da mucho miedo que la gente no se enganche a él porque desde el principio se sabe que es un asesino. A mi me preocupaba eso, intento habitarlo desde mi. Actuar es como una ensoñación, como un juego de niños. De lo que se trata es de buscar recursos expresivos que tú no tengas, yo soy vivo y expresivo y tenía que estar habitado en el personaje tan sobrio de Carlos. Él de una manera inconsciente sabe que tiene que controlar porque le pueden pillar, pero tú como actor no puedes expresar eso.

– También es un personaje atípico en el sentido de que, aunque mata, no es un asesino como solemos ver, no se le ve maldad externa, ¿cómo habéis enfocado el tema del mal en la película?

Antonio de la Torre: Claro, es que un tío que ves que va a matar es lo obvio, es como la banalidad del mal, como el libro de Hannah Arendt, como si el genocidio hubiera sido una cosa burocrática.

Manuel Martín Cuenca: Eso es, plantearse el analizar el problema…primero les despojamos de ser ciudadanos, de sus derechos, no te veo como un ser humano sino como una presa. Como eres una presa, ¿qué hago contigo? En el caso de los nazis, el exterminio fue la solución lógica de personas normales con un razonamiento que partió de un punto en el que era una barbarie animal. Lo que nos diferencia de los animales es el descubrimiento del otro a través del amor, a través de la empatía. Si yo no me pongo en tu posición puedo ser un nazi, un ejecutivo que echa a 20.000 tíos a la calle porque son sólo números de un Excel, o un asesino como Carlos. Y ese señor, en los tres casos, se va a su casa, se toma una cerveza y está como tu y como yo, porque no ha sentido que ha generado dolor. Antonio como actor lo que tiene que hacer es trabajar esa normalidad, y luego ir trabajando escena a escena el descubrimiento del otro ser humano. A Carlos le pasa, es la primera vez que habla con una mujer de tu a tu de verdad, y es la primera vez que esa mujer le ve como una víctima “a ti te ha hecho alguien mucho daño” le dice. Es acojonante.

– ¿Cómo venderías la película? ¿Más como una historia de amor o como cine negro?

Manuel Martín Cuenca: Es que el cine negro clásico, como El Halcón Maltés o el cine de Chabrol, contienen una historia de amor. El cine negro no es esta cosa de espectáculo de pegar tiros, que es divertido que un tío te reviente la cabeza con una pistola, eso es cinismo moderno. El cine clásico contiene dilemas morales e historias de amor. El cine negro es hablar sobre el ser humano.

– Otra de las cosas que me ha llamado mucho la atención es que, la mayor parte de las cosas importantes de la película suceden fuera de plano, ¿por qué te planteas hacerlo de esa manera?

Manuel Martín Cuenca: Creo que muchas veces lo que no se ve es más poderoso que lo que se ve, y más en una historia en lo que se podría ver sería demasiado explícito. La capacidad del espectador tiene para imaginar es brutal, y lo que intentamos hacer desde el guión y la puesta en escena es usar esa capacidad que el espectador tiene. Es decir, ver a Carlos trocear el cuerpo de una mujer, ver cómo hace la carne filetitos y la pone en un plastiquito y luego va y se la come, y ver qué hace con los restos y con la sangre, pues puede ser muy impactante pero como decía Hitchcock, la sorpresa tiene un recorrido muy corto, el suspense tiene un efecto menos fuerte en un principio pero mayor recorrido. Ver a este señor comerse un filete y pensar “¿eso es la tía a la que ha matado?¿qué parte será?” eso es muy poderoso.

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