Ben Stiller en busca de sus sueños.
En 1947 el director Norman Z. McLeod adaptó al cine el relato corto del escritor James Thurber La vida secreta de Walter Mitty con uno de los cómicos de más renombre por aquellos años como protagonista, el polifacético Danny Kaye. 66 años después nos llega una versión bastante libre tanto del relato como de la película de McLeod, no exenta de polémica al haber ido retrasando su desarrollo desde hace varios años en los que han pasado por el proyecto nombres como los de Jim Carrey o Mike Myers, y que finalmente ve la luz a cargo del actor Ben Stiller, quien la dirige y protagoniza.
Walter Mitty, un hombre gris anclado en un trabajo que le apasiona como responsable de los archivos fotográficos en la revista Life, pero que no deja de ser rutinario y poco valorado en una empresa a punto de quebrar. Walter sueña despierto con vivir las mismas aventuras que supone que vive su admirado fotógrafo Sean O’Connell, con tener el valor para enfrentarse a los ejecutivos sin alma que llegan a la revista para desmantelarla, y con poder conquistar a la chica de sus sueños que no es otra que una nueva compañera de trabajo. La primera vez en su trabajo que no consigue encontrar un negativo, que además es el que O’Connell ha pedido personalmente que sirva como portada del último número impreso de la revista, Walter emprende una aventura en su busca que le lleva a vivir emociones que nunca hubiera imaginado ni en sus mejores ensoñaciones.
La vida secreta de Walter Mitty nos retrotrae a esa época del cine clásico a la que pertenece la primera versión de la misma, en la que personajes corrientes con vidas corrientes se convierten en héroes por un día salvando sus pequeños o grandes problemas, dándole una lección a los burócratas o empresarios sin escrúpulos y, por supuesto, consiguiendo a la chica. Películas y personajes que sirvieron en los años 30/40 para ayudar anímicamente a la población a salir de la Gran Depresión con sus mensajes optimistas de superación que, en estos tiempos convulsos en los que la crisis económica ha vuelto a instalarse en las sociedades desarrolladas pero en las que el cinismo y la desconfianza pesan más que la esperanza, podrían ser tratados como recursos pueriles a la hora de afrontar el desencanto colectivo. Sin embargo la revisión del soñador que anhela un giro radical en su vida y acaba convertido en su propio héroe que realiza Ben Stiller, se acomete más desde la tristeza que supone para una persona adulta el tener que refugiarse en sus propios sueños al ser incapaz de enfrentarse a la realidad, que desde la comicidad a pesar de contar con escenas de carcajada fácil. El Walter Mitty de Stiller está más reprimido por sus propios miedos que por las actitudes que los demás tienen hacia él. Es cierto que el ejecutivo a quien Life contrata para ocuparse de la transición de la revista hacia una página online le humilla constantemente, pero se trata de una persona que se pierde en sus propias bromas, un bufón inculto que ha conseguido llegar a un puesto de responsabilidad desde el que desafiar a gente mucho más preparada que él. El resto de personas alrededor de Mitty le aceptan tal como es, le quieren y le apoyan como lo hace su familia, sus compañeros de trabajo admiran su dedicación e incluso Cheryl, la chica de la que está enamorado, le aprecia y trata de ayudarle en su empresa de encontrar el negativo perdido. Y es ese miedo interno al rechazo y al riesgo el que hace más humano y más real a este nuevo Walter Mitty, un miedo del que huye a través de fantasías imposibles y que él solo es el que tiene que lograr superar. Mitty deja de soñar despierto a medida que sus miedos se van superando hasta que llega un momento en el que deja de hacerlo por completo a excepción de una ligera recaída al escapar de una remota posibilidad de rechazo por parte de su amada.
Pero no sólo la humanidad que desprende Stiller en la piel de Mitty es lo que hace grande a esta película. El Stiller director crea un universo poético en el que la figura de Mitty se muestra enmarcada en amplios planos generales formando un todo con los paisajes en los que se encuentra, grises entre grandes muros de hormigón al comienzo de la película y vastos sin fin en la última parte. La vida secreta de Walter Mitty está plagada además de secuencias visualmente poderosísimas en las que la banda sonora se mimetiza con la imagen creando escenas tan impactantes como la de Mitty corriendo hacia su destino por delante de una sucesión de portadas de Life, expresamente realizadas para la película, o cuando toma la primera decisión arriesgada de su vida influido por una de sus fantasías al ritmo de Space Oddity de David Bowie.
La fuerza de las imágenes ligada a la capacidad de Stiller de saber contar la historia de un hombre corriente y soñador que con su esfuerzo es capaz de vencer a sus miedos y conseguir lo que se proponga, hacen de La vida secreta de Walter Mitty uno de los títulos indispensables para estas fechas navideñas que se acercan. Una película con sabor a clásico que llega a la cartelera para llenar el vacío de cintas familiares, que no infantiles, que existe últimamente.
Alguien debería decirle a orejotas Stiller que Wes Anderson sólo hay uno y que no se crea tan guay por incluir el Space Oddity, que eso ya lo hicieron los hermanos Calatrava en un gag hace años.