26 de abril de 2024

Berlinale 2014: Día 2. Confluencias y geografías

'71

’71 de Yann Demange, la peli del día en Berlín.

Si los fans del fútbol conocen mucho de las ciudades del mundo gracias a los estadios que albergan, a los del cine nos pasa algo parecido con las salas, así el Gran Teatro Lumiere de Cannes, el Victoria Eugenia de San Sebastián o el Auditori de Sitges forman ya parte de nuestra memoria colectiva, convirtiéndose en elementos indisociables de las películas que vimos por primera vez en sus butacas y de los amigos con los que compartimos esos momentos. Berlín, obviamente, también tiene esos rincones cinéfilos dispuestos a hacerse un hueco en nuestro imaginario, desde la verticalidad del Berlinale Palast, a las acogedoras  y modernas butacas del Cinemaxx, pasando por la gran estructura del Haus der kulturen der welt rompiendo con su curvada línea la niebla del Tiergarten. Geografías cinéfilas en suma, parecidas a aquéllas que han protagonizado nuestra jornada.

Geografías infantiles y ecos de soledad, el abandono familiar fruto más de la inconsciencia que de una crueldad premeditada, casi como una traslación occidental del Nadie sabe de Hirokazu Koreeda. Empezábamos el día con Jack, o con Ivo Pietzcker si prefieren que demos el nombre de su intérprete y cuya actuación, plena de sentimiento, es además uno de los puntales de la cinta dirigida por Edward Berger. La inmadurez y la búsqueda constante de un referente de paterfamilias difuminado son las columnas en torno a las que pivota la película, no parece casual, por tanto, que unos prismáticos y esa búsqueda de lo aparentemente invisible que implica dicho artefacto sean la metáfora perfecta de lo que encierra el film. Gracias a esa reflexión, en la que convergen lo visual y lo dramático, sobre el auge de la crisis patriarcal, consideramos a Jack como algo digno de interés e incluso somos capaces de olvidar sus poco sutiles subrayados musicales, sí, de esos que dicen: «Hola, soy el director de esta película y no me fío de su capacidad para discernir los momentos dramáticos, así que escuchen esto…»

Jack

Como decimos en la entradilla ’71 es la peli del día en Berlín y de nuevo toca hablar de paisajes, en esta ocasión el de la peligrosa Belfast de los años 70 casi en plena guerra civil entre protestantes y católicos. Una guerra donde no existe un frente definido por trincheras y alambradas sino que éste viene marcado por los confusos límites entre dos calles anexas, entre dos patios que llegan a tocarse, entre los graffitis de uno y otro bando. Este laberinto físico, donde uno apenas sabe donde se encuentra en cada momento, encuentra su reflejo en una maraña moral llena de dobleces, sujetas a viejos odios y a extrañas fidelidades, el medio condiciona el comportamiento, no podía ser de otra manera y en el centro de esta temible confusión basta que aparezca un elemento extraño (un soldado separado de su regimiento) para que la tormenta estalle. El resultado es un thriller vibrante y cargado de tensión y en el que además su director, el debutante Yann Demange, suma una imagen granulosa y rica en grises para terminar de apuntalar esa doble ambigüedad de lo geográfico y de lo ético, una fantástica confluencia de todos los elementos narrativos que forman parte de la película que nos obliga a apuntar su nombre como una referencia a seguir.

God help the girl

En el último pase del día cambiábamos Belfast por un luminoso Glasgow, gracias quizás al éxtasis compartido por los seguidores del grupo británico de indie pop, Belle and Sebastian y es que el líder de la formación, Stuart Murdoch, presentaba película en lo que suponía, además de su debut tras las cámaras, la inauguración de la sección Generation, ésa dedicada al público juvenil en esta Berlinale y, ya que mencionamos a los adolescentes, nos toca hablar de ingenuidad. Alguien podría pensar que dicho término, cuando se aplica a una película, se convierte en algo necesariamente peyorativo y enojoso pero desde luego no es el caso de God help the girl y es que gracias a ese mencionado espíritu naif, la celebración del amor, la amistad y la música (que es de lo que se trata realmente aquí), resuena y se vive con mayor alegría y sinceridad, además de continuar una forma de entender el musical brit que va desde Help! y A hard day’s night de Richard Lester hasta el Absolute beginners de Julien Temple, crónicas de momentos determinados (huyamos del término generacional) a través de la música que les define. No encontramos, seamos sinceros, un talento visual desbordante en Murdoch pero eso resulta hasta comprensible desde el momento en que el proyecto nace en torno a la idea de agrupar una serie de canciones, ya que éstas van a marcar indefectiblemente la estructura del film. En fin, que hay frescura y entusiasmo, que uno canta y se enamora y, después de todo, ¿no es eso lo que realmente importa?

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