La ópera prima de Eric Boadella en nuestro repaso al Atlántida Film Fest.
En esta pasada edición del Festival de Málaga de cine español, se ha hecho patente que existe un gran colectivo de cineastas jóvenes españoles que están desarrollando sus carreras en Estados Unidos, más allá de los ya consagrados Jaume Collet-Serra o los hermanos Pastor. Si la película ganadora del festival es la primera cinta de una productora formada por un grupo de españoles afincados en Los Angeles, La Panda, en la sección Zonazine del mismo festival se presentó otra de las películas dirigidas por un español residente en la costa oeste americana, Eric Boadella, que consiguió llevarse con Toastmaster, su ópera prima, los premios a mejor guión y mejor director. Después de haber pasado también por el festival de cine independiente de Washington, la película forma parte del Atlantida Film Fest que ahora nos ocupa con una historia centrada en la comunidad armenia residente en California, en la que se mezclan el dramatismo familiar, algo de thriller mafioso y un punto de comedia indie-hipster.
La próxima boda de la viuda de su hermano, le sirve como excusa a Kapriel para intentar pasar un tiempo con su sobrino Alek a quien hace años que no ve. Alek decide instalarse en casa de su tío con su futura hermanastra a pesar de la oposición de su madre, con la sola intención de averiguar algo más sobre la figura oscura y oculta de su tío a quien parece que el resto de la familia odia no se sabe muy bien por qué razón. Alek tiene la teoría de que su tío fue en otros tiempos un sanguinario jefe de la mafia armenia, e intenta demostrarla rebuscando entre sus viejas pertenencias para poder realizar un perfil completo para la web de historias sensacionalistas que gestiona, mientras Kapriel sólo tiene para él la misión de convertirle en el siguiente ‘toastmaster’ (el maestro del brindis) de la familia.
Partiendo de una costumbre armenia tan aparentemente anodina, vista desde una perspectiva menos tradicional, como es la de realizar un brindis en una reunión familiar, Boadella construye en Toastmaster una disertación sobre la necesidad de los inmigrantes de mantener las tradiciones y la unidad familiar de la que provienen, ante la absorción cultural por completo de la tierra que les acoge reflejada en el personaje de Alek. Y la premisa es buena, es interesante contar a partir de una pequeña costumbre ancestral la problemática de la inmigración y de las diferencias culturales, y más desde la visión ajena del director a quien la historia no le llegó por sus propias raíces, pero sin embargo le falta a Toastmaster más profundidad a la hora de plasmar los sentimientos y el significado que tiene ese brindis en la cultura armenia. La película parece centrarse más en la obsesión de Alek por encontrar en el pasado de su tío algo tenebroso para su web para descubrir finalmente que el secreto oculto de su familia no lo era tanto, pero en ese camino se pierde la importancia del legado que Kapriel se supone que intenta enseñarle y que es la base en la que se sustenta el film. Se echa en falta una mayor aproximación a la relación que se establece entre tío y sobrino, y sobre todo a la que tuvieron antes de perder el contacto pues es fundamental para poder entender muchas de las cosas que suceden a lo largo de esos días que pasan juntos.
Toastmaster se sustenta en la melancolía de la idea inicial, pretendiendo traspasar esa sensación sin recurrir a la explicación manifiesta. Pero por desgracia no siempre funciona la omisión cuando lo que se muestra tampoco es capaz de ilustrarlo porque quedan muchas lagunas en el guión y, por qué no decirlo, en la interpretación que se hacen insalvables para conseguir esa emoción que se intenta transmitir. A pesar de ello es justo reconocer el talento que rebosa Boadella a la hora de dirigir su película de una manera compensada y sin que se noten demasiado las limitaciones que su presupuesto y su tiempo para rodarla, apenas dos semanas, podrían haber acusado.