Ruralidad y tradición en el Atlántida Film Fest.
Se fa saber es el primer largometraje de la catalana Zoraida Roselló, que comenzó a versarse en el documental tras cursar estudios de Geología. En cierto modo, su formación está implícita en un trabajo que estudia la posible evolución de un paisaje rural anclado en el tiempo, cuyos protagonistas son piezas humanas que interactúan en un marco en el que toda referencia a una vida anterior está agotada y enterrada en el mismo, como indican las visitas al cementerio en el que también permanecerán cuando dejen paso a otros. La directora divide esta exploración en tres episodios (El bando, El efecto Santa Bárbara y Ritual de lo habitual) y un epílogo.
Santa Bárbara, en la tarraconense comarca del Montsià, es un pueblo lo suficientemente grande como para contar con servicios propios y también bastante pequeño para que todos sus habitantes se conozcan entre sí y se sientan incómodos fuera de ese hábitat. La agricultura sostiene un modo de vida que nos retrotrae inevitablemente a otro tiempo: las calles vacías mientras suena un bando evocan una comunicación primitiva, sin intermediarios ajenos a la localidad. Hay referencias a Barcelona, al equipo de fútbol de la ciudad, pero todo parece quedar entre sus casas. Cualquiera que haya pasado unos días en un pueblo puede intuir que su idiosincrasia como colectividad tiene más bien poco de particular y que la baza que juega es más la identificación a través de su costumbrismo que la revelación de un estilo de vida anclado en lo tradicional.
Porque las personas, claro, son la parte fundamental de la observación que hace la cineasta, las que dotan de vida al lugar que ocupan en el mundo. A primera vista se trata de un paisaje social eminentemente anciano, que toma como bastiones de su cotidianidad escenarios como una peluquería, un bar o una sala de ensayos teatrales. Este último elemento, junto a alguna intervención directa a cámara y los omnipresentes bailes –¡Coyote Dax está vivo!–, juega con la incógnita de la sobreinterpretación en un trabajo que se limita a contemplar y desmenuzar la forma de vida natural de la gente del pueblo durante dos años.
No faltan las leves alusiones políticas. El pueblo perdona, pero no puede olvidar a los que cayeron durante la Guerra Civil y teme las consecuencias sociales internas que pueda abrir la brecha generacional cuando la forma de vida de todos los que aparecen en el documental toque a su fin. Casi toda alusión a los herederos es verbal: se hace referencia a que todo ha cambiado en poco tiempo, pero como espectadores sólo podemos intuir a una juventud apenas representada. Es la gran incógnita que lanza al aire Se fa saber, trabajo contemplativo y nada revelador: ¿Las generaciones posteriores tomarán el relevo de las que aparecen en el documental o su estilo de vida rural está abocado a morir con ellas? La figura de Gloria Espuny, conductora del relato, cierra en el epílogo el círculo trazado por Roselló con una reivindicación de la senectud y una invitación a aferrarse al espíritu joven y vitalista que, pese a todo, no deja de invadir las calles de Santa Bárbara.