28 de marzo de 2024

London Calling: Viva la libertà

Viva la libertà

“La tragedia de la política es que está condenada a la ficción”, aseveraba Roberto Andò en la presentación de su última película en Londres. Viva la libertà celebra la democracia pero también suena un poco a un viva la pepa más festivo que reflexivo, tal y como es su retrato de la política italiana en particular y, sin ninguna duda, europea en general.

Con esta sátira basada en hechos que en parte podrían ser reales, Andò arranca su historia con la desaparición de Enrico Oliveri (Toni Servillo), que no es otro que el líder de la oposición italiana. El sonido de las ruedas de su equipaje de mano alejan al tipo y su desazón del hervidero de rumores y tensión en el que se ha convertido el principal partido de la izquierda, después de que una de sus militantes le reprochara su falta de palabras.

Quizá por haber perdido su talento o quizá sólo la fe en su trabajo, Enrico enmudece sin siquiera dibujar una mueca. A su rostro arrugado y gris no le queda nada que decir. Es entonces cuando aparece el milagro que tanto él como su partido necesitan: la misma cara, pero con fe y talento, o al menos con algo que parece fe y talento. Así se presenta Ernani, el hermano gemelo de Enrico, un entrañable loco, amante de la filosofía y del carpe diem a quien sólo conocía la atónita esposa del huidizo político. Su aparición en pantalla inunda la historia de alegría y humor, la vuelve una fábula aplicable a cualquier aspecto de la vida con el que nos preguntamos: ¿Preferimos la ficción a la realidad?

VIva La Libertà 2

“Tanto Toni [Servillo] como yo estábamos muy interesados en un determinado tipo de personaje excéntrico que conoces en la vida real, que nunca ha tenido atención de nadie y que de repente puede expresarse con claridad e incluso con lucidez”, nos explica el cineasta, que en efecto ha conseguido unos diálogos fascinantes especialmente en boca de este político de pega, que atrapa diga lo que diga. He aquí el peligro de la ficción, tan apabullante como destructiva, que Ernani encarna conscientemente. “Está bien que mis votantes se cansen de mí, yo también me canso de ellos. Si los políticos son mediocres, es porque los electores también son mediocres. Y si son unos ladrones, es porque ellos también lo son o querrían serlo.  El miedo es la música de la democracia”, declara ante un periodista que no duda de que está frente al mismo líder de la oposición.

“Decidimos rodar primero la parte de Ernani, del loco, porque Toni sabiamente dijo que quería tener la melodía que tararea el personaje sin ninguna otra influencia. A continuación, rodamos toda la parte de Enrico, que es más normal en cierta manera, es alguien que es más fácil conocer en cualquier lado”, explica Andò.

Aunque la figura del loco es excepcional e hilarante, lo extraordinario de ver las propias actuaciones de los personajes es contemplar a Servillo en un derroche de talento. Embutido en el mismo traje, con las mismas gafas o el mismo peinado, el actor da vida a dos sujetos absolutamente distintos. A ello ayuda especialmente el aspecto paródico de Ernani sobre Enrico, pero es brillante su capacidad de no confundirnos ni un sólo momento.

VIva La Libertà 3

Esto lleva a que Viva la libertà sea una de esas películas no de actores, sino de actor, aunque rodeado de un buen equipo en el que destaca Valerio Mastandrea en su papel de secretario general. Con una cara de preocupación de la que no se desprende en toda la cinta, él nos representa en esta historia de mentiras y medias verdades, como deja patente Andò: “Mientras en el libro queda muy claro lo que sucede con la vida de cada uno, en la película fue más importante dejar al público en la misma posición que el secretario del partido. Creo que estamos como él al final, intentando entender quién está en escena, si ha vuelto el político falso o si se trata del verdadero, que ha adoptado características del falso. Aunque no estoy muy seguro de si hay alguna diferencia entre ambos”.

Junto con la premisa principal del argumento, el guion de la cinta obtuvo el David de Donatello por hilar una trama de enredos bien presentada y resuelta, que mezcla sin complejos elementos dramáticos y cómicos. Sin embargo, la presencia de la novela se respira en algunos pasajes mal o superficialmente narrados. Tal es el caso de la relación entre Enrico y Ernani con Danielle (Valeria Bruni Tedeschi), una antigua colega de universidad y amante ahora afincada en París, refugio de Enrico en su escapada. En un nuevo paralelismo, la trama adquiere matices del pasado de sus protagonistas y añade un personaje interesante, fallidamente cargado de elementos que en la película no son necesarios y podrían haberse evitado.

Este hecho no le quita frescura a la historia, con verdaderos momentos de genialidad en los que Ernani saca a bailar a una supuesta canciller alemana o juega con la enorme bola del mundo del despacho del presidente de la República. El fantasma de Chaplin pulula por la cinta, que bajo el rostro de Servillo no puede ser sino una delicia.

Con la radiografía de lo que es trabajar en política, Andò consigue un retrato del líder y el partido, de los secretos de ascensor y los pactos de pasillo. Sin embargo, el director reconoce que fue una manera de subrayar los problemas reales que existen en el gobierno, antes que cartografiar a un político: “El protagonista no intenta imitar a alguien de la realidad, básicamente porque la enfermedad mental no casaría muy bien con un político de primera línea. Nunca he conocido a un dirigente que tuviera esas características, ni las de un hermano ni las del otro. Es cierto que durante años los líderes de la izquierda italiana, el antiguo partido comunista, tuvieron una cercana relación con el cine, pero eso es todo. No obstante, y curiosamente, Renzi fue la primera persona que escribió una reseña, porque la revista Panorama se lo  propuso a él y a Veltroni. Les gustó bastante, lo que en cierto modo me preocupó, porque ambos estaban enfrentados en ese momento”.

"Il trono vuoto" regia di Roberto Andò

“Al principio no estaba seguro de si algo más que una novela podía ilustrar el interior de la mente de un líder público –comenta Andò sobre el hecho de adaptar su libro homónimo–, pero luego pensé que hoy es muy difícil hablar de política en Italia, tanto como grandes son las dimensiones de su tragedia”. Como un acto de rebeldía, este hecho no sólo motivó el argumento, sino también la relación entre gobierno y cine. “En los últimos 20 años en Italia ha habido un verdadero ataque a la cultura, y un deseo inconsciente de destruir el cine. Así que estoy muy satisfecho de que sea lo que sea que producimos, aunque sea muy pequeñito, seguimos ahí y tenemos una voz en el mundo. Ésa es la razón por la que elegí introducir a Fellini en la película, él fue como un profeta. Siempre fue considerado un director bastante apartado, no interesado en la situación política y social de Italia, pero con el tiempo descubrimos que sus películas eran profundamente políticas. Por ello decidí introducir un momento en el que él empezó a manifestar con furia que no quería que las películas tuvieran anuncios publicitarios, más o menos al comienzo de la era Berlusconi. Se enfadó mucho y empezó una lucha legal que acabó perdiendo. Pero rescaté ese momento porque no podemos tolerar ser abofeteados de esta manera, con esta desfachatez contra el arte y contra la ilusión de contar historias”.

Si esto inspiró a Andò, también fue lo que mueve a Ernani a hacer renacer a un político muerto, paralizado, vacío, adaptando versos de Brecht para referirse a la resaca de la democracia. Quién sino un cuentacuentos podía hacer soñar a los ciudadanos al mismo tiempo que hacer reír a una sala. Su desbordante imaginación convence, aunque su propio discurso se quede en las sombras, en la forma, en las palabras. Desde la caverna disfrutamos de su talento, y nuestra risa y nuestros sueños poco más que la consecuencia del marketing son. La política de Ernani, como la descreída fe de Enrico, no tiene fondo. Y eso es algo que a los que nos ha tocado vivir esta historia en la realidad sabemos que no tiene ninguna gracia. Nos reímos con Ernani, de todas formas, dejamos que un loco nos convenza a sabiendas de que esto es cine, que no política.

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