19 de abril de 2024

Críticas: Sólo los amantes sobreviven

"only lovers left alive"

Jim Jarmusch eternal love.

Si el año pasado tuvimos dos claros exponentes de la identificación de la decadencia existencial con la propia de las ciudades en las que se ambientan las historias que tienen como base la belleza que las envuelve, hablamos por supuesto de Roma en La gran belleza y de Bangkok en Sólo Dios perdona, ahora le toca el turno a la nueva película del director estadounidense Jim Jarmusch, Sólo los amantes sobreviven. La cinta del director de Noche en la tierra, tiene en común con aquellas tanto la fusión del entorno con la personalidad de sus personajes, como el dotar de esplendor la armonía de una historia pausada e introspectiva, con la que mostrar su particular visión del mito de los vampiros.

Detroit, cuna de la América más próspera e industrializada, ahora sólo una ciudad fantasma de todo lo que  fue, nostálgica de un pasado difícil de recuperar entre las ruinas de sus fábricas y edificios. No existe actualmente una ciudad como Detroit capaz de ser el espejo en el que se refleja Adam, un ser depresivo que atesora vinilos, instrumentos musicales y objetos de épocas de bonanza económica ya desfasados, como esa televisión que a duras penas le muestra una videollamada de su amada. Objetos que esconde de cualquiera que se acerque al edificio ruinoso en el que se oculta del día y de los fans de la oscuridad y la disonancia que exudan de sus composiciones musicales, y tan difíciles de conseguir como la sangre pura y sin contaminar que necesita para sobrevivir. Adam es la decadencia romántica, la leyenda gótica misteriosa, sombría e imperfecta que se recrea en su propia melancolía, mientras echa de menos a su compañera de siglos, amante, esposa y madre protectora Eve. Romántica ésta en su aspecto más libre y más revelador intelectualmente, es a su vez la extensión de la Tanger multicultural e inspiradora de artistas durante siglos en la que reside, ya solamente albergue de maestros inmortales y clandestinos como ese Christopher Marlowe al que Jim Jarmusch osa vampirizar y confirmar como la pluma detrás de la obra de Shakespeare.

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Sólo los amantes sobreviven recoge ésta y otra gran cantidad de referencias artísticas, ya desde la concepción de los personajes como los Adán y Eva que Mark Twain imaginara en sus diarios de los primeros habitantes de la tierra según la Biblia. Si bien la película de Jarmusch no incide en la lucha de sexos para mostrar la relación entre los dos vampiros, sí confiere a sus protagonistas parte del carácter que Twain ideó para ambos, mostrando a Adam frágil y apático ante lo que le rodea y a Eve inquisitiva y al mismo tiempo complacida de ser la guía que Adam necesita para subsistir. No es extraño por tanto que su percepción de la tradición vampírica se recree en la belleza del arte, y se encuentre más cercano a los exteriormente perfectos pero claramente atormentados Lestat y Louis de la también decadente Nueva Orleans de Anne Rice, que a la banalidad de la figura del vampiro como mero ser malvado que bebe la sangre de sus víctimas. Es una obra romántica en la que la única nota discordante a la contemplación de la belleza pura, es la presencia de Ava, hermana de Eve, como un recordatorio de la “prosaicidad” existente al margen del lirismo que envuelve a los dos protagonistas. Ava y su insultante juventud amenazando el estilo de vida imperturbable de sus congéneres, cual Claudia rebelándose contra Lestat, es el punto de inflexión que transforma la narración hasta entonces prácticamente simbólica y contemplativa, en un dinamismo más convencional que desemboca en una huída hacia un futuro que se antoja incierto para los protagonistas.

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Al igual que Jep Gambardella no se concibe sin la presencia física de Toni Servillo, la fragilidad y la ambigüedad de Adam y Eve respectivamente no serían tan palpables ni tan fieles en manos de otros actores que no fueran Tom Hiddleston y Tilda Swinton. Hiddleston y Swinton encarnan perfectamente la erótica sutil, y casi imperceptible a simple vista, del amor romántico, que no cursi, que personalizan. Dos bellezas extrañas, dos maneras de interpretar tan intensas y tan alejadas de los convencionalismos actorales más férreos, que van surgiendo al ritmo cadencioso de las guitarras distorsionadas del grupo del propio Jarmusch, Sqürl, con las mismas revoluciones a las que gira el vinilo en el que se escucha.

Sólo los amantes sobreviven es otra muestra de que una buena historia y un buen guión no están reñidos con la preciosidad estética de la que hace gala el film de Jarmusch. El director lleva a su película la máxima del movimiento romántico, y que no es otra que la libertad y la ruptura de los estereotipos que se suponen deben tener cabida para contar una historia de amor inmortal tan fascinante e hipnótica como esta. “Cada hombre debe mostrar lo que le hace único” es la premisa principal que llevó a los románticos a perder el miedo a la subjetividad de sus creaciones, y eso es precisamente lo que ha hecho Jarmusch con su propia concepción del amor, del hastío y del declive de una forma de vida, aunque esa vida sea la de los no muertos.

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