¿Puede una canción salvar tu vida?
Gretta sube a regañadientes al escenario de un pequeño club de Manhattan en el que actúa un amigo suyo. Sin más acompañamiento que el de su guitarra, interpreta una canción propia sobre la soledad en una gran ciudad como Nueva York ante un público que pronto deja de prestarle atención para seguir con sus charlas entre copas. Frustrada, termina su actuación bajo unos tímidos aplausos sin percatarse de que, al final de la barra, hay una persona visiblemente entusiasmada con lo que acaba de escuchar. La primera escena de Begin Again se repetirá hasta en dos ocasiones más con la que finalizar la presentación de cada uno de los protagonistas de la película en el momento en el que sus vidas se cruzan en ese club; la misma escena narrada polifónicamente bajo el punto de vista de los dos protagonistas y una tercera bajo el prisma objetivo del espectador, que nos muestran en distintos lapsos de tiempo el hundimiento profesional y emocional en el que se encuentran estas dos personas en ese preciso momento, y que dan paso a una historia de superación a través de la música.
El director John Carney abandona su Irlanda natal y cruza el Atlántico para dirigir su primera película en Estados Unidos con la que, siete años después de realizar Once, vuelve a utilizar la música para unir a dos personas que se encuentran en un momento en el que ambos se hallan perdidos profesional y anímicamente. Gretta y Dan se complementan de la misma manera en la que lo hacían los protagonistas de aquella, se necesitan no tanto para conseguir sus proyectos musicales como para salir del pozo emocional en el que se encuentran. Pero esta vez el director irlandés abandona la naturalidad y el uso de la cámara en mano con la que plasmaba el espíritu indie de Once y su humor cínico, por otro mucho más abiertamente cómico y universal. Mantiene una estructura similar en cuanto a la historia se refiere, salvo el esquema narrativo de la primera escena de la que hablaba antes, pero se empapa en Begin Again de la técnica depurada y más convencional de las comedias americanas más ágiles.
Si en Once las calles de Dublín veían nacer el talento musical que finalmente cumplía su objetivo de poder ser registrado y distribuido a través de un estudio, en Begin Again son precisamente las calles de Nueva York las que acogen e inspiran a Gretta y a su banda a volver a sacar la música fuera de los circuitos de producción y distribución convencionales y dotarla de autenticidad de nuevo. En esta ocasión el papel del mundo discográfico se invierte con una crítica feroz hacia la industria prostituida por los royalties en detrimento del talento, personificada aquí en el rapero Mos Def, y totalmente rendida por otro lado a la fama y al divismo más ridículo que encarna de manera hilarante el líder del grupo Maroon 5 Adam Levine. Si bien es cierto que las letras de las canciones que conforman la banda sonora de Begin Again no tienen la fuerza ni la profundidad de las que escribiera e interpretara Glen Hansard en Once, la fusión entre el pop y el folk más comercial de las canciones tremendamente pegadizas que la componen, unida a los poderosos registros vocales de Adam Levine, la convierten en un musical más ligero que aquel y con posibilidades de trascender a nivel popular dentro del género.
Pero no sólo se luce Levine a la hora de cantar, la propia Keira Knightley interpreta con su voz los temas que su personaje canta en la película de manera sorprendentemente grata. La actriz, que demuestra poseer una voz dulce y cálida con la que dar vida a los temas compuestos por Gregg Alexander, realiza además aquí una de las mejores interpretaciones de su carrera quizá por el hecho de no ser un papel que requiera de esfuerzos interpretativos a los que habitualmente no llega la inglesa. Ayuda asimismo la innegable química que destila tanto junto a Levine como sobre todo al lado de un Mark Ruffalo desatado e histriónico como nunca, y un guión que fluye sin altibajos plagado de humor y de optimismo sin resultar en absoluto irritante o relamido. Begin Again es una película optimista, divertida y llena de encanto que no pretende ser más que eso; aun con el toque crítico hacia las discográficas y algún que otro momento aleccionador del personaje de Knightley hacia el de Ruffalo, no cae nunca en moralinas o “intensidades” que rebajen su frescura. Una película en definitiva para reír y disfrutarla sin complejos que, ojo, acaba durante los créditos finales y no antes de éstos. Avisados están aquellos que tienen prisa por salir del cine con el fundido a negro.