26 de abril de 2024

Críticas: Jimmy’s Hall

Jimmy's Hall - Cinema ad hoc

Ken Loach vive, la lucha sigue.

Más allá del indudable eco que ha tenido su prolífica carrera, plagada a lo largo de seis décadas de títulos mediocres pero también de películas muy meritorias, pronunciar el nombre de Ken Loach en los últimos años supone acogerse a una receta que se ha visto superada sin piedad por el tiempo: obreros buenos, explotadores de nula humanidad y una ausencia casi total de grises en sus retratos. Lógicamente, él y su habitual guionista Paul Laverty son amos y señores de un terreno del que pocos pueden salir indemnes con tanta frecuencia; con lo que su sello, para bien o para mal, queda siempre muy presente en todo lo que tocan.

Con el paso de los años, el director de obras como Mi nombre es Joe o Sweet Sixteen parece haber aligerado su trazo, abordando incluso títulos con un abierto predominio de la amabilidad como La parte de los ángeles. Esta última etapa de su cine se atreve, incluso, a prescindir de la definición de los personajes más allá del esbozo en favor de un entorno social que lo supone todo, tanto en la actualidad como remontándose en el tiempo. Si la celebrada El viento que agita la cebada retrocedió hasta la Irlanda en guerra de los años 20, Jimmy’s Hall –anunciada al principio como su último trabajo, pero que finalmente parece que no va a serlo– se sitúa en la década posterior para reivindicar la vida de un luchador cuyo calvario parece estar en profunda sintonía con la crisis actual.

Jimmy's Hall (2) - Cinema ad hoc

Después de unos créditos iniciales en los que imágenes de archivo de obreros negros durante la Gran Depresión en Nueva York se superponen a un fondo musical jazzístico, todo el contexto social necesario para comprender el marco de Jimmy’s Hall –aunque ciertamente nimio– se nos proporciona en tres rótulos que ya marcan lo que va a ser su deriva: se aporta información esquemática muy por encima de la construcción del personaje, lo que supone dar prioridad a la exposición del suceso sin otorgar apenas relevancia a los porqués. En el irlandés condado de Leitrim, Jimmy Gralton regresa de su exilio en Nueva York para reabrir un local comunitario de cuyas actividades culturales goza todo el pueblo. La temprana oposición de las autoridades religiosas, que ven en él un potencial peligro para sus intereses, no tarda en retratar a Jimmy como un héroe incluso antes de los hechos que le convirtieron en el único deportado político de la historia de Irlanda: las homilías son auténticos linchamientos públicos en los que, al revelador grito de “¡O Cristo o Gralton!”, el cura incita a los ciudadanos a alejarse de nuestro inocente y bonachón líder –hay incluso un montaje paralelo entre su discurso y uno de los bailes, no vaya a ser que, por lo que sea, pensemos que realmente hay actividades delictivas detrás de su persecución–. Y, efectivamente, Jimmy verá arrebatado el fruto de su trabajo a la par que el elemento cohesionador de un pueblo cuya pureza y unión frente al poder sirve para vertebrar el discurso de la película.

Jimmy's Hall (3) - Cinema ad hoc

Precisamente por tratarse de un hecho real, por ser conscientes como espectadores de que la opresión ocurrió de verdad y de que Jimmy Gralton existió, cabía exigir un acercamiento a su historia que sacie las ganas de conocer mejor sus motivaciones y deseos; en lugar de un panfleto que lo presenta como un mártir de su tiempo, condición que conocíamos de antemano. La principal virtud y el principal defecto de Jimmy’s Hall van, por tanto, ligadas: su amable inocuidad provoca que su visionado sea incapaz de molestar en demasía a nadie, pero también de trascender e incluso de acercar la figura a las nuevas generaciones. En este sentido, la analogía con la situación actual –a través de un hombre que vuelve de contemplar cómo la tierra de mayor abundancia se tornaba un páramo por culpa del gasto descontrolado– resulta tan obvia como desaprovechada.

Además, los toques de comedia diseminados por el camino hacen que personajes como el del cura no puedan sino ser contemplados como una mera caricatura. Es de suponer que Loach exagera intencionadamente el retrato, que conoce su terreno y lo que pide su público, y por eso acaba restando toda gravedad a un asunto que realmente la tiene. No menos elocuente es el personaje de la anciana madre del protagonista, tan preocupada por el devenir de su amado hijo que lo primero que pide tras su detención es que le dejen cambiarse de chaqueta. Aunque también hay apuntes sumamente interesantes, sobre todo los relacionados con la música como elemento amenazador para las altas esferas: la tradición irlandesa rechazaba el jazz introducido por los emigrantes que volvieron de Estados Unidos a su tierra natal, al considerar sus raíces negras como oscuras y lascivas en contraposición a la pureza de los sonidos locales. El autor de Lloviendo piedras rompe la monotonía y planicie de su discurso cuando se acerca a este choque cultural entre lo extranjero y las raíces irlandesas, pero por desgracia no llega a alcanzar la potencia suficiente para rescatar un conjunto que apenas apuesta por ir más allá de la obviedad.

Jimmy's Hall (4) - Cinema ad hoc

Al final, y ya lo sabíamos todos, los malos vencen al pobre Jimmy, de cuyo destino nos informa otro rótulo, precedido de una imagen congelada que viene a subrayar lo que llevábamos casi dos horas viendo. ¡Cuánto quiere el pueblo a Jimmy! ¡Qué injusto es el mundo! Quizá pocos directores puedan sacar a colación esta figura en la actualidad con tanta seguridad, pero la naturaleza de la misma requería ser abordada con una mesura de la que el acercamiento de Loach, por desgracia, carece a todas luces. Su inanidad estropea una obra que estaba llamada a resultar interesante y termina afectada por su complacencia y conservadurismo a todos los niveles, dos términos por completo incompatibles con aquello de lo que pretende hablar.

Jimmy's Hall (5) - Cinema ad hoc

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