20 de abril de 2024

Críticas: The Kings of Summer

The Kings of Summer - Cinema ad hoc

We were all having fun.

Aunque suene a perogrullada, para hablar de la adolescencia en el cine hace falta una sensibilidad especial. Se trata de una etapa que tiende a mitificarse, olvidando que los altibajos son una de sus características principales, pero a la vez los personajes adolescentes son a menudo un caramelo por la fácil empatía a la que se prestan sus cuitas. Algo así sucede con los debutantes Chris Galletta y Jordan Vogt-Roberts, respectivamente guionista y director noveles de The Kings of Summer, cuya premisa aporta de partida una serie de ingredientes a los que resulta complicado no endosar una serie cerrada de calificativos de antemano. Sin duda, ambos tienen el momento suficientemente cercano como para tratarlo con el respeto requerido. Pero… cómo no vamos a querer a unos púberes que hacen fuego con piedras, hombre.

En su primer trabajo cinematográfico, ambos han tirado la caña indisimuladamente sobre la nostalgia y el escapismo. La historia de tres adolescentes que, hartos de sus respectivas familias, deciden vivir el verano de sus vidas despreocupadamente en una casa construida por ellos mismos en pleno bosque, sigue punto por punto el esquema al que se presta. Las referencias temporales son pocas e inconcretas –el videojuego Street Fighter II, la ausencia de tecnología para la localización de la cabaña–, pero sirven para que cualquiera de cierta edad pueda identificarse con los chavales. Todo se presenta medido: la necesidad de reafirmación frente a la sobreprotección de unos progenitores cuyo retrato roza la caricatura, el intento de superar un trauma familiar y hasta un leve apunte ¿cómico? sobre la identidad sexual de uno de ellos.

The Kings of Summer (2) - Cinema ad hoc

Tampoco es la verosimilitud su punto fuerte. Una propuesta que hace de la asumida sencillez su bandera no puede permitirse el lujo de jugar tantas cartas a una desaparición prolongada en cuya resolución no parecen hacer mucho hincapié las familias, aunque es un aspecto que no molesta si se ve como una parte más del juego. El punto de partida, por tanto, es simpático pero escasamente creíble, y la profundidad de los personajes la justa para conseguir la deseada empatía. Los recurrentes contrapuntos cómicos surgen de Biaggio, un italiano que se arranca a hablar español (?) en una secuencia, que se suma a la aventura como un juego más que por el deseo de escapar de nada. Su calculada excentricidad no llega a cargar, pero es un recurso que pierde gran parte de su fuerza por el abuso que se hace de él.

Leyendo los primeros párrafos de esta crítica, podría parecer que todo en The Kings of Summer fuera negativo, pero nada más lejos de la realidad. Vogt-Roberts consigue imprimir cierta frescura al material de partida, a pesar de cometer errores tan flagrantes como el de convertir una buenísima selección musical en una sucesión de videoclips que sirven como funcionales elipsis de la trama escapista. Dicho de otra forma: The Youth de MGMT, aquí, SÍ; la misma canción recortada sobre un montaje de imágenes de los chavales reuniendo materiales para construir la cabaña, NO. La baza nostálgica es explotada constantemente, aunque la película no roza la saturación en ningún momento gracias a una fluida narración y a la cercanía que logra con unos protagonistas correctamente interpretados.

The Kings of Summer (3) - Cinema ad hoc

Su corte clásico desemboca en un tramo final que incluso regala un par de planos muy bellos, redimiendo la irregularidad de lo visto anteriormente en pos del perseguido buen sabor de boca. El desengaño que causa crecer queda plasmado en el iniciático bigote que permanece en la cara del protagonista, al principio imberbe, después de la aventura. Se puede acusar a The Kings of Summer de muchas cosas –yo lo he hecho, así que es muy probable que haya envejecido antes de tiempo–, pero no de no poseer cierta alma a la hora de hablar de asuntos como la primera gran amistad, los primeros celos, el primer gran desengaño amoroso y casi todos los “primer gran” que se os puedan ocurrir. No hay mucho más, pero tampoco lo pretende en casi ningún momento: estamos ante una muestra de cine ingenuo y agradable a partes iguales. Aunque escuchar 17 de Youth Lagoon como cierre de una película sobre el final de la inocencia, tal vez, sea una fuerza capaz de revertirme cualquier posible mal.

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