26 de abril de 2024

Entrevistas: Isabel Ayguavives & Andrés Gertrúdix

El árbol magnético 1

Charlamos con directora y protagonista de El árbol magnético.

El primer largometraje de la directora Isabel Ayguavives es tan magnético como el árbol que se incluye en su título. A través de las miradas, de la contemplación de los detalles y de un estudiado realismo mágico, la realizadora gallega se adentra con El árbol magnético en la reunión de una familia chilena durante una jornada de reencuentros, donde lo que se insinúa es más poderoso que lo que se cuenta. A horas de marcharse a Chile para promocionar la película, que se estrenará en el país andino el día 7 de agosto, Ayguavives y el protagonista de la misma, Andrés Gertrúdix, nos han dedicado unos minutos de su tiempo para poder charlar de su trabajo en ella.

– ¿Cómo surge la colaboración entre vosotros?

Isabel Ayguavives: Yo le había echado el ojo a Andrés en una película llamada El idioma imposible de Rodrigo Rodero, me había encantado su trabajo en ella y me parecía que él tenía algo muy afín al personaje de Bruno. La importancia de las miradas, de los sentimientos, el no ser demasiado extrovertido, y le imaginaba en compañía de Manuela Martelli, la otra protagonista, aunque era un reto porque ellos no se pudieron juntar hasta bien avanzado el proceso de preproducción, pero confiaba en esa pareja.

Andrés Gertrúdix: A mí me llamó Isa, yo no conocía nada de su obra aunque había oído hablar de ella porque tenemos amigos en común pero me pasó sus cortos maravillosos y un guión que me atrapó. Es un guión en el que parece que no pasa nada porque sucede todo por debajo con una atmósfera telúrica muy cercana al realismo mágico pero sin ser realismo mágico porque las interpretaciones que ella quería eran hiperrealistas. Me pareció un reto irme con ella a Chile a contar esta historia.

– ¿Por qué se ambienta la historia en Chile precisamente?

A. G.: La historia nace en Chile porque Isabel estuvo allí de viaje y vio una historia parecida a la que sucede.

I. A.: Sí pero no tenía ninguna conexión con el país previa a ese viaje en concreto, y de hecho, después de aquel viaje y hasta que rodé la película no había vuelto entre medias. Me invitó un amigo chileno que vivía aquí en España a ir con él y me embarqué en un viaje que realmente era el viaje de otro, yo iba un poco de paquete. Pero la experiencia removió cosas de mí misma que es verdad que necesitaron un tiempo para sedimentarse, pero que cuando las empecé a tener claras vi que ahí podía haber una película. La historia no es que esté basada en aquella experiencia, no he intentado reproducir exactamente lo que yo viví, pero bebe muchísimo de todo eso que yo compartí con él y con su familia un poco como de testigo infiltrado.

A. G.: Pero es un vehículo todo aquello que sucedió para que de alguna manera luego entraras a contar historias de la memoria, de los recuerdos, de las relaciones no natas incluso…

– Porque eso además es una constante en tu trabajo Isabel. En tus cortos hablas mucho de la familia, de la nostalgia de la infancia, y aquí en tu primer largo también. ¿Es un tema que tratas de introducir siempre por algún motivo especial o es casualidad?

I. A.: Yo creo que los recuerdos que tienen su origen en la infancia nos marcan de una manera especial, y eso sí que se puede ver en mis tres trabajos anteriores aunque a lo mejor no compartan demasiadas cosas. Sí creo que el tema de la familia, las ausencias y el recuerdo que se te queda grabado, está en todos ellos y también en la película. El árbol magnético se articula mucho en torno a recuerdos del pasado que para unos han quedado un poco en el olvido y que otros han idealizado.

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– Leí en una entrevista que la película se basa mucho en el trabajo de improvisación, ¿es cierto? ¿ha habido mucha improvisación en la parte actoral?

A. G.: Bueno, nos hemos ceñido a un guión que era fascinante como te digo, lo que pasa es que sí es cierto que Isabel, que es muy inteligente, quiso mantener viva la historia para de alguna manera captar la vida, esos momentos de vida que pudieran surgir. Entonces sí que hay momentos que los vivimos de una manera más improvisada, entre comillas porque siempre hay un texto por el que tienes que transitar, emociones, momentos que son importantes, tiene que haber una escucha por parte de los demás, es decir, cada uno no puede decir lo que quiera, y que de alguna manera le dan a la película un tono documental muy realista. Siempre había una base muy sólida de lo que ella quería contar, del texto, verbal, pero Isabel nos daba la oportunidad de sentirnos libres, de parecer que estás improvisando pero sin hacerlo.

– Ésa quizá es una de las claves de la película, que todo parece muy realista y no hay ningún momento que parezca impostado.

I. A.: Es que además, un pegote hubiese llamado muchísimo la atención porque precisamente todo es muy natural, desde la historia que estás contando, desde el encuentro familiar, entonces no pintaba nada intentar manipular eso. Es verdad que el guión era sólido pero también permitía cierto margen de maniobra porque no está contando un conflicto claro, esas cosas van por debajo y lo que tú estás poniendo son escenas de la vida cotidiana donde la gente en realidad está hablando de temas menores, de su pasado, de sus recuerdos y compartiendo aquello que antes les unía y que ahora lo tienen más diluido. El guión permitía eso y los actores supieron también manejar ese grado de libertad para que aquello no fuera un caos. Ellos lo adaptaron a su forma de hablar, que para mí era fundamental que los textos para ellos fueran verosímiles. Yo los escribí intentando imitar un modo de hablar que yo no conozco nada más que de esos veinte días que estuve de viaje en Chile, y eso sumado a su buen hacer como actores han dado como resultado una familia que es absolutamente creíble.

A. G.: Es curioso porque la película funciona a varios niveles que pueden parecer antagonistas pero que luego confluyen y se crea una atmósfera muy particular. Creo que a nivel interpretativo Isabel quería un realismo cercano al documental, pero luego su visión autoral está muy cercana al impresionismo, a coger una cierta distancia y dejar que las cosas pasen, a captar la luz, las sombras, etc, y todo eso confluye en una atmósfera que tiene algo de mágico y que lo aporta el árbol, que lo aporta Manuela y esa relación entre ella, la abuela y la niña pequeña, en la relación con la tierra… A priori puede parecer antagonista pero fluye y todo encaja.

– Dedicas además mucho tiempo a la contemplación de los detalles que luego ni siquiera se explican.

A. G.: Y que además luego en su conjunto suman y trazan el personaje de Manuela, te hacen ver que ella tiene una relación muy especial con el espacio y con lo que pasa ahí.

I. A.: Eso es lo que están contando ese tipo de detalles, están ayudando a crear una atmósfera pero no forman parte de un hilo que vaya a tener un desenlace. A la manera casi impresionista, la peli tiene mucho de apunte natural. Hay cosas que se van exponiendo como a bofetadas y todo eso conforma un conjunto que cada espectador puede ver de una determinada manera.

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– Antes hablabais también de las miradas, y sobre todo se hace muy patente la expresión de las miradas en la actriz protagonista, Manuela Martelli, ¿cómo se trabaja la captura de las emociones a través de ellas?

I. A.: Es que Manuela tiene algo innato. Siempre fue la persona en la que yo pensé para el personaje de Nela, así que estaba ante algo absolutamente soñado. En Nela es muy importante la carga del pasado y yo imaginaba a Manuela niña en películas como Machuca o B-Happy, que fueron sus primeros trabajos, y de repente cobraban entidad esos recuerdos de Nela. Como además es un personaje que a nivel textual no tiene tanto peso pero tiene muchísima presencia, la mirada es fundamental. Tú entras en la historia a través de Manuela, a través de su espera, a través de cómo ella sigue cuidando la casa, etc. En general para mí la mirada es algo muy importante en el cine porque de alguna manera lo que el director está haciendo es mirar, entonces encontrar ese reflejo en la pantalla a través del actor también me parece bonito.

– ¿Y tú Andrés? ¿Cómo fue tu trabajo con Manuela?

A. G.: La verdad es que conectamos muy bien desde el principio, nos hemos entendido muy bien. Para mí tener a alguien enfrente como Manuela que con tan poco te está dando tanto, ya te posiciona. Mi personaje era más frío y más distante pero de alguna manera las puertas y las ventanas se las abre Marianela. Para Bruno, el árbol magnético sería ella, igual que para Andrés actor el árbol magnético de la película es Manuela, es lo que te atrapa. Ha sido muy reconfortante trabajar con alguien tan joven, tan inteligente, tan consciente de su potencial, de lo que quiere contar y de cómo hay que contar las historias. Es muy fina trabajando, muy detallista y muy precisa.

I. A.: Maneja muy bien los matices pequeños. No tenía ella tampoco otros elementos con los que trabajar más que su mirada y sus silencios.

A. G.: Pero ella tiene un mundo interior tan rico que se agarra muy bien a todas estas cosas y luego las transmite muy bien con esa mirada que tiene.

– Manuela y tú, Andrés, sois los protagonistas pero El árbol magnético tiene un reparto muy amplio, ¿ha costado rodar una película tan coral?

I. A.: No, en parte por el guión tan flexible que lo permitía y en parte porque el elenco es fantástico. Sencillamente fluía, ellos se creyeron esos personajes y nos lo hicieron creer a los demás, entonces había poco más que hacer que sentarse a observar sin pretender transgredir eso. Lo que ellos daban a la cámara era toda su naturalidad y con eso era más que suficiente.

A. G.: Para mí fue muy fácil. Son grandísimos actores, casi todos allí en Chile son grandísimas estrellas, muy conocidos, pero trabajan de una manera maravillosa. Además entre ellos se conocían, con lo cual había una cierta complicidad a la hora de crear sus vínculos familiares y de incluirme a mí como Bruno de la manera en la que me tenían que incluir. Yo viniendo de fuera, y haciendo un personaje que coge una distancia porque ha decidido romper con su pasado, por un lado me ayudaba esa distancia que yo traía pero por otro sentía que había pertenecido a esa familia porque me hacían sentir parte de todo eso. Yo a alguno de ellos les había visto antes, por ejemplo a Catalina Saavedra o a Blanca Lewin, y ya me parecían grandísimas intérpretes.

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– ¿Ha sido complicado el choque de culturas y lenguajes a la hora de rodar?

A. G.: Siempre hay una fase de adaptación. Hablamos el mismo idioma pero es distinto, hay sensibilidades diferentes, maneras de entender el trabajo diferentes, pero al final conseguimos ensamblarlo y sacar adelante una película realizada por una directora gallega pero que es una película más chilena que española, porque respira Chile.

– La película se estrena la semana que viene en Chile pero ya pasó por el Festival de Valdivia, ¿cómo fue la acogida?

A. G.: Se vio en Valdivia y ganó un premio que permite la distribución por cable en toda Latinoamérica.

I. A.: La acogida fue fenomenal. Para mí fue la prueba de fuego porque tenía ansia de saber cómo el público chileno iba a recibir una película sobre Chile hecha por una española, y la verdad es que la recepción en Valdivia fue súper cálida y creo que ellos incluso ven la película con más facilidad que nosotros, porque si no entras en su lenguaje o su acento te puedes perder cosas y ellos lo pillan todo y ríen todos los chistes. Para nosotros hacer una barbacoa puede ser una cosa que hacemos un día puntual, para ellos es lo de todos los días y hay situaciones muy comunes para ellos.

– ¿Y en el Festival de San Sebastián donde se presentó el año pasado?

A. G.: Muy bien, pero lo que pasa en San Sebastián, como en muchos festivales, es que hay tantas películas que, más allá de la sección oficial, muchas veces es difícil hacerte visible. Pero haber estrenado en Nuevos Realizadores en el Kursaal, que estaba lleno, fue fenomenal.

I. A.: Además lo notas en cómo vibra la sala mientras se está proyectando, si está entrando bien o no. A mí me da vértigo la suma de todo, es una primera película, tu primer gran festival…y todo era como muy nuevo, pero la verdad es que es un escaparate ideal para el tipo de película como la que hemos hecho. Concretamente esa sección creo que es todo un logro, y es un logro haber debutado allí con todo lo que nos ha costado.

– ¿Ha supuesto mucho esfuerzo hacerla?

A. G.: Por lo general las películas en este país tardan varios años en poder levantarlas. Todos somos conscientes de ello y tienes que hacer renuncias, a veces económicas, a veces renuncias que implican algo de tu trabajo con lo cual sabes que no va a ser posible. Pero al final esta película se pudo hacer, se ha podido ver en festivales en los que de alguna manera a nosotros nos parecían ideales y luego se va a poder distribuir con una solvencia porque está Televisión Española detrás, con lo cual tenemos otra ventana para toda esa gente que no vaya al cine a verla.

I. A.: Es para estar contentos pero no es fácil con el momento que estamos viviendo que a una película pequeña se le abran todos esos caminos.

– Andrés, en estos días ha trascendido que vas a volver a rodar con Fernando Franco y también con Rodrigo Sorogoyen, ¿en qué punto están los dos proyectos?

A. G.: Pues están los dos en proceso de escritura de los guiones. Son películas que se tienen que financiar todavía y esperemos que salgan. Se ha filtrado a la prensa pero creo que muy pronto y de manera muy optimista, tal y como está todo. Todavía queda un largo recorrido hasta que se puedan hacer, si se hacen.

– Y en tu caso Isabel, ¿estás pensando ya en un nuevo trabajo

I. A.: Sí, pero todavía estoy más atrás de lo que lo puedan estar Fernando y Rodrigo. Estoy escribiendo otro largo pero de momento estamos gestando sólo.

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