13 de diciembre de 2024

Críticas: Born

Born

La Historia cotidiana.

Mariana es una viuda joven y arruinada que tiene que abandonar su casa y emplearse como camarera, en el mesón que trabaja sufrirá tanto el acoso laboral como el sexual. Su hermano, Bonaventura, tiene un taller, cuando se encuentra aquejado por las deudas debe plantearse el cierre de su negocio y dejar la casa en la que vive con su familia, por un elevado alquiler que ya no puede pagar. Vicenç es un rico comerciante que negocia con ambos hermanos, como empresario de una industria tabaquera, tiene buenos contactos con las capas altas de la ciudad aunque entre sus prácticas se mezclan asuntos de corrupción más o menos encubierta y prácticas dudosas de su honorabilidad, como el retraso en los pagos a sus trabajadoras mientras dilapida el dinero en sus visitas a una prostituta.

Los acontecimientos que cuenta Born quizás no nos extrañarían si estuviéramos ante un drama o comedia costumbrista de actualidad. Tampoco si fuera un documental o cualquier informativo diario de una televisión. Pero lo que marca la diferencia desde su inicio es el cartel que podemos leer en pantalla, datando en el año 1700 la época aproximada en la que suceden los hechos descritos a continuación.

Claudio Zulian, autor del film, consigue de esta manera un relato de una época histórica muy alejada en el tiempo, más de trescientos años. Y sin embargo, logra que la narración fluya de modo verosímil y cercano, porque no se trata solo de reflejar datos y fechas de la Historia con mayúsculas, sino de componer un fresco de tres destinos que se cruzan constantemente, durante las primeras décadas de un siglo, el  XVIII, inaugurado por unos años confusos, críticos y oscuros, identificables a grandes rasgos con nuestra vida y sociedad contemporánea. Probablemente sea una buena lección de cómo difundir una lección sobre la Historia, tratando casos particulares que se asemejan mucho a casos personales y públicos en la actualidad.

Born 2

El cine con trasfondo histórico ha proporcionado espectáculo desde los comienzos del cine mudo, con superproducciones como las de Cecil B. Demille y Griffith. Después con el biopic de protagonistas históricos, que más se parecían a hagiografías. Desde los años cincuenta el peplum y un cine colosal que llega hasta películas de este mismo año, como Noe, de Arronofsky. Pero el cine histórico también ha sido un cine riguroso y más creíble, gracias sobre todo a las cinematografías europeas y asiáticas, con películas que se ajustan más a la época pretérita, desde una perspectiva más intimista y humana. Born se inscribe en esta corriente, al ser un largometraje que demuestra la necesidad de un tratamiento más creíble del drama de época, realizado de manera tan encomiable como ejemplos recientes del cine oriental, ruso y francés.

Born tiene una lograda atmósfera que nos sitúa en el siglo XVIII por el uso de la luz natural en cada una de sus secuencias, o al menos por fuentes de luz justificadas en el plano con cirios, candelabros, ventanas y espejos. No es una fotografía inspirada solo en la pintura de aquellos tiempos, sino unas imágenes tal y como podrían haber sido captadas entonces. La producción se intuye que es de bajo coste respecto a lo que se gasta habitualmente en los dramas de época, pero el equipo técnico y artístico ha superado los obstáculos económicos gracias a una profesionalidad que se ve en el vestuario, antiguo y usado por los personajes que lo llevan de forma espontánea y no como maniquíes. En la caracterización, tanto de maquillaje como peluquería, un esfuerzo realista que se transmite en pantalla. En el atrezzo y elección de los escenarios, interiores y exteriores que se suceden sin grandeza ni degradación y sí con cercanía.

Mención aparte merece el uso de la banda sonora, estricta. Gracias al uso de los efectos sonoros, los diálogos y los sonidos fuera de campo, nos introducimos emocionalmente, en la atmósfera ambientada por el paso de los carruajes, caballos, perros, gallos, gritos de vendedores y, de forma trágica y creciente, por el rumor y estruendo de los cañones y disparos, los gritos de los soldados y los quejidos de los moribundos. Desde la urbe en paz hasta el fragor de la guerra. Todo matizado por breves composiciones musicales, que aparecen fugazmente, como son piezas tradicionales o clásicas, ejecutadas y cantadas por los actores o músicos, en algunas secuencias.

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El director, Claudio Zulian, forjado sobre todo en el terreno del cine documental, ejerce su profesionalidad al manejar todos los elementos plásticos que se pueden emplear en el cine, como ya se ha descrito antes. Y demuestra hacer virtud de la necesidad –sí, no al revés- al contrario de lo que es más habitual en la producción de cine. Le saca todo el provecho a un presupuesto muy ajustado, aplicando métodos de trabajo teatrales en el uso del plano fijo y la puesta en escena, que aquí resultan muy adecuados a la narración cinematográfica.

Y le ayudan en este recorrido tres buenos actores en los papeles principales: los veteranos Marc Martínez y Josep Julien, ambos con muchas tablas y televisión a sus espaldas. Acompañados de la joven, y sin embargo excelente, Vicky Luengo. La película se divide en tres partes encabezadas por los caracteres que encarnan, Bonaventura, Marian y Vicenç, con los que podemos empatizar más o menos, pero que no traicionan la humanidad que interpretan en sus papeles.

Frente a la ficción audiovisual histórica que vemos en las pantallas desde hace unos años, y que por el predomino de personajes gritando, discusiones enfervorizadas y fanatismo se identificaría mejor con el adjetivo de histérica, y para justificar este punto, solo habría que revisar ejemplos claros de ruido innecesario como puedan ser Braveheart en cine, o Isabel en televisión. En Born se huye de este mundanal ruido para situarnos de forma convincente en una época olvidada pero que aclara mucho dónde nos encontramos ahora.

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