28 de marzo de 2024

Críticas: 3 corazones

tournage "3 cœurs"

Tres latidos.

Marc, cuarentón y técnico de hacienda, pierde el tren de regreso a París durante la visita a una localidad de provincias. Al salir de un bar tiene un breve encuentro con Sylvie y pasan la noche juntos, recorriendo la ciudad antes del amanecer. Los dos intentarán volver a encontrarse en la capital pero un suceso fortuito dejará su noche como un romance para recordar. Hasta que Marc conoce a Sophie, otra mujer.

Algunas buenas muestras recientes de melodramas románticos y costumbristas provienen del cine francés. Un ejemplo de actualización del género podría ser el que acometió François Ozon, de cierta manera, en Joven y bonita. El caso del film actual, 3 corazones, realizado por Benoît Jacquot es diferente porque se trata de un melodrama que asume su condición temática desde el principio, sin pretender romper moldes genéricos, sino todo lo contrario, porque recurre a la intensidad del drama sustentado por el amor, el deseo, más la intensidad de unos personajes humanos tan vivos como imperfectos. Y tal vez por estas razones sean caracteres tan cercanos. La película se plantea desde su promoción y título como un trío encabezado por Benoît Poelvoorde llevando sobre sus espaldas, su forma de caminar, sus miradas y esa angustia vital que le supera el ritmo vital de la generación contemporánea de los cincuenta años, un papel que podría ser insoportable sin la dignidad y fuerza que le otorga.

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Otro vértice es la segunda protagonista, Charlotte Gainsbourg, en un papel difícil de reflejar por su hermetismo. Sorprende menos al público porque ya hemos visto actuaciones previas de la actriz con roles similares, de mujeres fuertes y frágiles al mismo tiempo, aunque gracias a su capacidad de dominar los planos de cualquier escala con su mirada, su gestualidad cortante y las sonrisas inesperadas, logra componer una Sylvie llena de matices. El triángulo lo cierra Chiara Mastroianni con un personaje que parte de una condición secundaria, casi de réplica para los otros dos, aunque llega al mismo nivel de protagonismo que ellos con una presencia física más suave e idéntica contundencia de las miradas y gestos. En este caso quizás sea el personaje que más evoluciona de los tres. Es evidente que el director saca todo el partido posible a su reparto, incluso en ocasiones a la madre que encarna Catherine Deneuve, en un papel necesario pero algo estático. El realizador galo conduce a este elenco tan sólido por los encuentros, decisiones y deseos de un guión escrito con brío, caos, arrepentimiento, lucidez y poca reflexión, tal como cualquier enamoramiento, narrado con la resaca de una ruptura y la efervescencia breve de un romance.

Benoît Jacquot consigue una puesta en escena febril y clásica a la vez, una planificación y movimientos de cámara que nos sitúan siempre en la mente y cuerpo de los personajes. No aligera la fatalidad ni la sinrazón que acompañan los actos de aquéllos, magnificándolos además con la mecánica del cine negro e incluso del suspense, mediante las transiciones de unas secuencias a otras y los travellings amenazantes dentro de un vehículo por la noche. Se apoya en las aportaciones de una fotografía de tonos leves cromáticos muy expresiva, matizada por la luz y las sombras. En un tema musical de Bruno Coulais que golpea al inicio y luego se aplaca igual que simularan los latidos de unos corazones acelerados. Todos los recursos técnicos se usan para dejar bien claro que planificar la vida por anticipado y con el cerebro es inútil cuando el corazón es el que tiene la última palabra.

tournage "3 cœurs"

Benoît Jacquot es un veterano director francés que no tiene que demostrar nada después de realizar más de veinte largometrajes, aunque en España se haya distribuido solo una cuarta parte de su filmografía y este sea el penúltimo que ha rodado, aún pendiente de estreno su nueva versión de Diario de una camarera (2015). Es un autor, contemporáneo a compañeros suyos como son Claire Denis, André Téchiné o Patrice Leconte, cineastas nacidos en la década de los años cuarenta que fueron el relevo menos experimental y más académico que la generación anterior forjada en la nouvelle vague. Todos ellos han realizado buenos melodramas, con un estilo efectivo y de acabado pulcro sin llegar a ser fríos, que no resta intensidad a sus obras. Se puede hablar de influencias claras temáticas de algunos films románticos que ya se han mencionado en la sinopsis. También sumarlas a varios films de Claude Chabrol que sucedían en ciudades de provincias. Pero el mayor reconocimiento que se puede hacer a 3 corazones es que recoge el espíritu arrebatado, casi delirante en ocasiones, muy cercano a François Truffaut en su film La mujer de al lado.

A pesar de los escasos fallos de la película, destacados por un par de insertos prescindibles de un teléfono, por la subtrama de denuncia política innecesaria hacia el alcalde que ni aporta información o sensaciones, ni se echaría de menos de haberse eliminado. Pero son manchas leves de un film que palpita fuerte en su crescendo emocional. Un largometraje que aporta un uso de la voz en off en breves ocasiones, con la intención evocadora de una narración novelesca y la función de una elipsis temporal extraña y sugestiva al mismo tiempo. Una película que se mantiene con determinación hasta llegar a un final valiente que da sentido y plenitud a la capacidad emocional de un buen melodrama.

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