28 de marzo de 2024

En otro país: A Minor Leap Down

A minor leap down

En tierra de hombres

Hubo un tiempo no tan lejano en que hablar de cine de iraní, era casi como un chiste. Como aquello de van un francés, un inglés y un español…en versión cinematográfica. Ya se sabe, cosas de gafapastas, que si esta peli se entiende menos y es más lenta que una iraní y todo eso. Luego pasamos a otro tópico, el del autor. Cine iraní equivalente a Kiarostami, luego a circuito cerrado de festivales, luego Asghar Farhadi y luego… who’s next? No lo sabemos, la verdad y ni tan siquiera nos atreveríamos a apostar por Hamed Rajabi, director de A minor leap down. ¿La razón? Tal vez por que llegó el momento de salir del circulo vicioso de la calificación, o equiparación de una nacionalidad con un género, quizás por que no queremos hablar de un director como de the next best thing, o quizás por que A minor leap down merece salirse (aunque su contexto, como veremos, induce a ello) de cualquier calificativo que lleve detrás un adjetivo nacional.

Sí, lógicamente mucho, por no decir todo lo que acaece en la película, tiene que ver con la situación de la mujer en Irán, y claro está los tintes de denuncia están ahí. No obstante, hay algo que trasciende y que hace ir al film un paso más allá de lo obvio, del encajonamiento en lo social y es su vinculación con lo genérico y con una manera de romper los formalismos que acercan al film a una suerte de vitriolismo ácido, a una mala baba exponencial tan fría como Haneke y tan lacerada como un Cronenberg.

Sí, A minor leap down habla de presión sobre lo femenino, de incomprensión absoluta sobre sus cuerpos y mentes y, quizás lo más duro, de cómo esto llego no desde el sector más duro de la sociedad iraní. No, no hablamos de fanaticos religiosos, ni de ayatollahs ni tampoco de pobreza, incultura y violencia. Hablamos de una emergente clase media que va adoptando comportamientos, usos y gustos occidentales pero que se queda sólo en una superficie de comodidad. Incapaz de asumir que ciertos hábitos en vestimenta y costumbres (por mentar dos aspectos) deberían ir acompañados también de una asimilación en cuanto a valores que fueran más allá de lo aparente (en este sentido el retrato, por ejemplo, de los hipsters emergentes es absolutamente demoledor tanto en su concreción como en su abofeteo sarcástico). Un mundo hostil, pues, en tanto que no lo parece, pero que, al caer los disfraces se revela como amenazador y por tanto más doloroso e inquietante.

A minor leap down 2

Estamos hablando no de una película que se cuece argumentalmente a fuego lento sino de un film-olla a presión. Una situación me against the world donde a la protagonista se le van inflando los ovarios paulatinamente pasando de la decepción, la depresión a una retribución tan dura como distanciada. Es este precisamente el concepto que desconcierta y atrapa al mismo tiempo: la fiereza de su frialdad. No se trata tan solo de minimizar u obviar los  estallidos dramáticos. Se trata de empaquetar, de crear una atmósfera de desnudez, de prisión irreal donde la protagonista es cautiva de ese no-mundo que no ve, ni palpa pero que está omnipresente en cada uno de sus pasos. Un mundo que solo existe en interiores desnudos fríos sin una humanidad que parece siempre al alcances, pero se escurre más llá de las ventanas de las casas de los cristales de los coches. Un Dark City dolorosamente iluminado que gira alrededor de la protagonista. Tan cerca y tan lejos.

No es de extrañar pues que no existan juicios morales en A minor leap down. Hay, por supuesto, una cierta visión ginocéntrica del asunto, con lo que tampoco podemos hablar de distancia absoluta, ni de objetividad. No obstante tampoco estamos ante un engaño. La película opta por un bando, cierto pero nunca renuncia a circunscribirlo, a dotarlo de defectos y repelencias y, por supuesto adoptar una posición más que de frialdad documental de inevitabilidad determinista. Sí, éste es un film pesimista en cuanto a plasmación de realidades presentes y de difíciles soluciones futuras pero también y de una extraña manera no invita a la desesperanza. Casi podríamos decir que estamos ante un film que de alguna manera transpira, cree y transmite la idea de justicia universal. Algo bello. Poderoso.

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