19 de abril de 2024

Críticas: La familia Bélier

La familia Bélier - Cinema ad hoc

Marisol rumbo a París.

Existe un tópico que da por sentada la supuesta incapacidad de los éxitos de taquilla locales, particularmente las comedias, para traspasar fronteras. Si bien cabría preguntarse qué pasaría por la cabeza de un canadiense –y más de un español– al enfrentarse al visionado de 8 apellidos vascos, el planteamiento resulta erróneo en cuanto que puntuales bombazos de similar esencia como Bienvenidos al norte logran reproducir a escala su acogida nacional en todo el mundo. Con la misma vitola de “éxito del año en Francia” se presentan cada temporada en España un buen número de películas, dispuestas a seguir la estela de títulos como el mencionado a sabiendas de lo complicado de la misión. Es el caso de La familia Bélier, que llega a las carteleras tras haberse convertido en un fenómeno en el país vecino con más de 7 millones de espectadores y un excelente recibimiento de la prensa.

El cóctel que maneja el director y coguionista Éric Lartigau, cuyas cuatro películas en solitario anteriores no habían sido estrenadas en nuestro país, parece harto sencillo a primera vista: buenos sentimientos, un importante matiz cómico y el dramatismo justo para humedecer cualquier pañuelo. El punto de partida, que presumiblemente versa sobre la necesidad de seguir un camino propio en la vida, nos sitúa en el seno de una familia campesina de sordomudos cuya hija adolescente es la única persona sin discapacidad. Gracias a una especie de trasunto francés de Risto Mejide, Paula descubre repentinamente que tiene un talento innato para la canción y queda atrapada entre el deseo de intentar emprender una carrera musical en París y la insobornable fidelidad a los orígenes rurales.

La familia Bélier (2) - Cinema ad hoc

Si contemplado así puede sonar terrible para el lector poco afín al pastiche bonachón, lo que aparece en pantalla lo supera con creces: las primeras imágenes de la protagonista cantando The Ting Tings en su bicicleta nos hacen temer lo peor, y lo que acontece a continuación confirma sin remedio los presagios. La propuesta, en apariencia transparente, de hacer una comedia blanca y para todos los públicos, queda coartada por un humor estúpido cuyo tratamiento en pleno 2015 de asuntos como la sexualidad es capaz de sonrojar. Por poner un ejemplo, a la aparición de la primera regla en la protagonista –¡a punto de emanciparse!– le siguen una serie de situaciones histéricas que no cuadran nada con su presentación infantil. También choca que, en una película que parece apostar de inicio por una caduca candidez como principal valor, se apueste por conceder el peso cómico a gags mal concebidos y peor plasmados, como el de la reacción alérgica provocada por un preservativo. A pesar de esto, no se observa demasiada distancia entre el tratamiento que pudiera recibir una película de Marisol en los años 60 y la rancia ingenuidad que recubre el avance de un guión en el que, más allá de la supuesta simpatía confiada a bromas sobre echar la siesta en clase de español o llamar Obama a un ternero negro, pocas cosas quedan claras.

La familia Bélier (3) - Cinema ad hoc

Si los clichés relativos al descubrimiento adolescente y el blandísimo enfoque hacia el primer amor son lo más indigerible de La familia Bélier, su tibia conclusión no se queda muy atrás. El asumido discurso sobre la emancipación y la necesidad de conservar los orígenes y ser uno mismo, con el padre sordomudo presentándose a las elecciones municipales para demostrar su valía mientras la hija trata de obtener la aprobación familiar para lanzar su carrera musical, queda invalidado al finalizar con un abyecto broche en el que la protagonista –de unos 15 años de edad– abandona la localidad junto con su antipático mentor y el amor recién descubierto en busca de una fama presentada como la panacea, sin atisbo de sombra. Tal prisma ingenuo y sentimentaloide podría resultar muy comprensible si la contemplamos como una producción de cristalinas intenciones y dirigida a toda la familia, pero la mezcla de elementos que asume Lartigau parece hacerla apuntar por momentos a cotas más elevadas.

De hecho, hacia el final llega una secuencia que parece llamada a introducir un soplo de serenidad entre la alarmante falta de sutileza: en plena interpretación musical, la pantalla se enmudece para trasladar el punto de vista de la actuación a los progenitores de la estrella, pero apenas tardamos medio minuto en descubrir que se trata de otro truco infame para conmover, nada aislado en un tramo final que tenía muchas papeletas para haber resultado entrañable y naufraga al apostar por el paroxismo lacrimógeno. Uno llega a soñar con un mísero cameo en el que un demacrado Joselito se arranque por la Campanera, pero dicha intervención no se materializa y la decepción le invade.

La familia Bélier (4) - Cinema ad hoc

La  cálida presencia y la voz de la joven Louane Emera, ganadora del César a la Mejor Actriz Revelación por su papel y ya conocida en Francia gracias a un reality televisivo del que salió victoriosa, es a pesar de sus obvias letras uno de los escasísimos alicientes de un trabajo que tiende a desaprovechar sus posibles aciertos. Ahí está, por ejemplo, la ocasión de conceder a los bien interpretados personajes adultos la oportunidad de imprimir al lenguaje de signos una riqueza apoyada para nosotros en los subtítulos, que acaba sirviendo más a un histrionismo mal entendido que a otro propósito superior. En definitiva, el olvido para una comedia de espíritu rancio y deslucido resultaría posiblemente más noble a título personal que las mil palabras de esta crítica.

PD: los créditos finales demuestran una vez más que, allí donde el amor triunfa, Federico Moccia está presente. Y que es capaz de hundir puentes con su mera imaginación.