26 de abril de 2024

Críticas: La canción del mar

La canción del mar - Cinema ad hoc

La vida en una caracola

Ben y Saoirse viven con su padre el farero, junto a la costa. Allí crecen rodeados por el mar abierto, las focas que se acercan al faro y el rumor del agua en su pequeño gran tesoro: una caracola que les regaló su madre. Un día van a la ciudad con su abuela para que convivir en un entorno más vigilado. Pero la llamada del mar y la ausencia de su querido perro Cu, que no ha podido viajar con ellos, les sumerge en un regreso lleno de aventuras.

Al terminar la proyección de La canción del mar es fácil percibir que acabamos de ver una película a la que se le caerán todas las etiquetas genéricas o técnicas que tratemos de colgarle. ¿Es cine fantástico? Sí, por supuesto, pero con un armazón fabuloso, mítico y legendario que lo hace imperdurable y atemporal. ¿Es cine de animación? Claro que sí, aunque debamos puntualizar que sería más exacto llamarlo cine animado, tan animado como cualquier largometraje de imagen real que se desarrolle a veinticuatro fotogramas por segundo. Ya, pero ¿no está rodado con dibujos orientados a la infancia? Bueno, eso es una ventaja porque no va solo dirigido a los que son ahora niños sino a los que ya lo fuimos hace muchos años.

La canción del mar (2) - Cinema ad hoc

Es complicado analizar de una forma crítica y fría La canción del mar porque una de sus cimas más complicadas y conseguidas es la de lograr unir un enfoque muy humano de los personajes y sus sentimientos, atravesado por otra perspectiva más intelectual que remite a la leyenda y al acervo mitológico irlandés, aunque sus escenas resulten no solo localizables en esas tierras y mares. No, porque esa suma de puntos de vista consigue un relato universal que se puede ubicar en numerosos países. Sin ir más lejos la acción se podría trasladar al Atlántico, al Cantábrico e incluso al Mediterráneo en nuestro entorno peninsular. Tomm Moore, autor del film, recurre a las leyendas de las selkies y otros seres marinos, a la bruja Macha y sus búhos esclavos, a los druidas e incluso un dios de los océanos llamado Mac Lir que recuerda poderosamente a Neptuno o Poseidón, por lo que la universalidad de la propuesta es amplia y creciente.

Antes hemos llamado autor a Tomm Moore y este es un hecho que confirma su implicación como coguionista, coproductor y director en sus dos films, en colaboración directa con sus equipos de dibujantes y técnicos. Sobre todo con el compositor Bruno Coulois, músico que vertebra el desarrollo de cada film con la introducción de unas partituras que parecen haber sido creadas al mismo tiempo que las imágenes, sin sonar por encima de las secuencias ni las acciones de los personajes, sino con el mismo ritmo vital. Un ritmo simultáneo que tampoco desentona en el uso de unas canciones hipnóticas, gracias a la voz e instrumentación del grupo de folk irlandés Kíla.

La canción del mar (3) - Cinema ad hoc

Pero La canción del mar es cine, o quizás cine puro. Una narración que funciona a todos los niveles de lectura infantil y adulta, orquestados como un relato de aventura e iniciación, un viaje en el que los hermanos protagonistas encuentran amigos, enemigos, obstáculos y ayudas. En el que sienten miedo, alegría, temor y felicidad, alternándose continuamente, igual que podría suceder en la vida, transitando desde la inocencia hasta el descubrimiento. Y soportando esos dos niveles de lectura sin interferencias en los hechos que, mientras los niños los viven, los adultos los racionalizan. Todo está depositado en una balanza que oscila entre la revelación de los menores y la terapia psicológica de los mayores.

Y sí, no podemos olvidar que nos encontramos ante un enorme trabajo de dibujos animados que, al igual que la precedente El secreto del libro de Kells, se caracteriza por el empleo de fondos bidimensionales pictóricos en esta época que se impone tanto la tridimensionalidad. Pero en los films de Tomm Moore estos paisajes, que podrían ser planos por su forma, se convierten en lienzos expresivos y artísticos con mucha más fuerza que cualquier montaña rusa generada por batallones de ordenadores. Sumados a  una gama de colores en los que predomina el azul del océano, el blanco y los colores cálidos en zonas interiores, una escala entre la que ya no vemos todos los tonos del verde, ocre y rojos que poblaban el film anterior, El secreto del libro de Kells. Un grupo de personajes llenos de expresividad gestual y corporal, incluso los más impasibles y rocosos, de los que destaca el perro Cu, un bobtail que muestra sus emociones sin que ni siquiera veamos sus ojos, casi siempre cubiertos.

La canción del mar (4) - Cinema ad hoc

La canción del mar es también un divertimento que reflexiona y diserta sobre el arte de narrar como se hacía en tiempos antiguos, por medio de la música, la memoria y los cuentos. Un tratado de cómo contar sucesos trágicos o terroríficos recurriendo a la elipsis y a una información gradual que no resulta ni efectista ni traumática para los espectadores más jóvenes. Además tiene grandes secuencias divertidas como las de los druidas que se esconden viviendo como mendigos y las del gran sabio.

Todo esto no tendría mayor importancia si al final el cine y las películas no nos dejaran en la retina y en el recuerdo buenas imágenes, como la sombra de una foca que proyecta en la pared Saoirse, mientras sube por las escaleras a su habitación. La gran cabeza de la Macha, un círculo que se expande y parece sostener todo su ser. El encuentro de Ben con Chanaki, ese sabio que convive con una barba eterna, en un sinfín enmarañado de cuyos cabellos cuentan y dan vida a muchas historias. O esas manadas de focas que se asoman para saludar a Saoirse cerca de la orilla. Sin olvidar muchas más imágenes que seguramente podrá encontrar cada espectador cuando pase por el cine a ver la película.

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