Charlamos con el director de La canción del mar
Tras la presentación de La canción del mar, Tomm Moore recibió en la Embajada de Irlanda a Cinema ad hoc y también a compañeros de otras webs. Antes de comenzar la entrevista el director nos comentó que a él le habría encantado escribir en alguna revista de actualidad cinematográfica cuando era estudiante, para conocer y hablar con los cineastas que le gustaban. Nosotros le felicitamos por su nueva película y él mismo reconoció, en su nombre y el de su equipo, que se habían superado cualitativamente respecto a El secreto del libro de Kells.
– Has intentado mantener vivas las leyendas irlandesas tanto con El secreto del libro de Kells, como con La canción del mar. ¿Están reñidas las leyendas con el progreso?. Y, por otra parte, ¿animarías a todos los países a realizar este tipo de historias para mantener las leyendas?
Tomm Moore: Cuando estudiaba en la universidad descubrí a Hayao Miyazaki y me impresionó mucho porque lo que yo conocía previamente de la animación japonesa era muy violento, tipo Akira o Ghost in the shell. Me gustó mucho cómo Miyazaki extrajo su cultura y la hizo interesante para las personas que no somos japonesas. Vi hace poco unos cortometrajes titulados Cuentos húngaros o similar (se refiere a Hungarian folktales probablemente, una serie televisiva de animación de los años setenta) que resultan universales y además dan una variedad de sabores, de la misma manera que nos gustan cocinas como la hindú, la china, etc. Sucede lo mismo con el arte. Es vital que los niños puedan ver películas diferentes y no sólo éxitos norteamericanos. De pequeño me gustaban solo los comic books norteamericanos, pero al crecer empecé a apreciar el valor del folklore, de lo nuestro. Incluso hasta las historias más modernas están construidas con una base tradicional, por ejemplo el ensayo de Joseph Campbell como El héroe de las mil caras que inspira películas como las de la saga Star Wars.
– ¿Cuánto tiempo os llevó concluir La canción del mar?
T.M.: En total unos seis o siete años desde que surge la idea y se escribe. Pero en cuanto a la producción en sí, fueron cuatro años.
– Además de Miyazaki ¿qué otras influencias en cuanto al cine de animación tienes en tu obra?
T.M.: Genndy Tartakovsky en Norteamérica porque con poco presupuesto hizo cosas muy interesantes. Y Richard Williams también.
– En la fábula con los niños de tu film, también aparecen imágenes evocando La noche del cazador. ¿Cuáles son tus referentes más allá de la animación?
T.M.: Sí, esto lo hicimos por el compositor de la banda sonora, Bruno Coulais. Le gustaba la secuencia en la que navegan por el río los dos hermanos y cuando la niña canta. Y quiso homenajearla en nuestra película, también con el ambiente y que escuchásemos a los animales. Otras influencias son dos películas irlandesas: Escapada al sur de Mike Newell y El secreto de la isla de las focas de John Sayles. Las vi a los trece años y quería hacer películas como ésas.
– ¿Porqué en tus historias los personajes determinan gran parte de sus acciones a partir de lo que dibujan?
T.M.: Eso quizás provenga de mi infancia, porque de niño yo le daba sentido al mundo con los dibujos. Cuando somos pequeños dibujamos todo, casi en el orden más exacto, como si fuera un comic, una narración espontánea como si fuéramos animadores perfectos. Pero al cumplir nueve o diez años, ya se intenta ser realista. Además con la animación hecha a mano los niños pueden pensar que son capaces de hacerla ellos. Incluso viendo Star Wars, las originales, se veían efectos especiales construidos con maquetas en movimiento y que también éramos capaces de hacer. Ahora, con los efectos digitales, se necesita estudiar un master de informática para manejarlos.
– ¿Cuándo descubriste tu talento para dibujar? ¿Tenías pensado dedicarte al cine?
T.M.: De niño, en los años ochenta, vi muchos documentales sobre cine y acerca de los estudios que Don Bluth estableció en Irlanda. Eso me impactó porque descubrí cómo se hacían los dibujos animados. Entonces empecé a dibujar mis propias animaciones y a unirme con un grupo de cineastas jóvenes en mi pueblo. Pero cuando visité los estudios, lo que encontré era parecido a una fábrica por el proceso de trabajo. Y Don Bluth era el único allí que hacía lo que yo quería realizar también.
– ¿Y cuándo confirmaste tu estilo?
T.M.: Fui a la Escuela de animación, a la universidad, sobre todo para perfeccionar mi dibujo y me enganché de nuevo a la animación. Conocí a Didier Brunner, mi productor francés en El secreto del libro de Kells. Me dijo que mi estilo era muy parecido al de Bluth. Yo creía tener un estilo original pero él me empujó a buscar uno propio. Después conocí a Michel Ocelot, el animador galo que fue otro apoyo en esta búsqueda de un estilo más personal.
– ¿A qué se debe que los fondos tengan esa geometría tan buscada, en contraste con los personajes?
T.M.: Intentaré cambiar eso en mi próxima película pero en La canción del mar, colaborando con Adrian, el director artístico, queríamos usar el lenguaje de las formas. Es decir, una simbología sencilla en la que el círculo representa el vientre materno, resulta reconfortante. O el triángulo significa un peligro.
– ¿Aunque también rompes con ese esquema porque la bruja o la abuela son circulares?
T.M.: La intención, en este caso concreto, era para dar la sensación de que los dos personajes atrapan, como una tela de araña que tejen y rodea a los demás. Son personajes que aman tanto que atrapan.
– ¿Cuál es la intención al usar bordes del marco difuminados en las escenas de los sueños?
T.M.: La idea es crear dos estilos en la película. Uno similar al de las acuarelas que identifica a los recuerdos y las historias. Y el otro más nítido sería para expresar lo cotidiano.
– ¿Tienes planeado seguir adaptando las leyendas irlandesas en próximos proyectos?
T.M.: Tengo una idea para la próxima película, basada en la mitología irlandesa, pero luego cortaría con esta temática. Tres es un buen número, aunque con esta formaría una trilogía en espíritu, con cierta conexión, pero no una trilogía en sentido estricto. No sé si después, para cambiar, haríamos la cuarta en una nave espacial con chicas en biquini.
– ¿Tenías experiencia como ilustrador de libros infantiles?
T.M.: Tenía más experiencia en comics. Dibujé varios de encargo, para pagar el alquiler, sobre Saint Patrick. Eran malísimos. Para el film miramos muchos libros ilustrados y así conseguir plasmar esas sensaciones.
– ¿Cómo convencerías a la gente adulta para ir al cine a ver largometrajes de animación, sin la excusa de ir acompañados por niños?
T.M.: A los adolescentes no sé cómo podría convencerlos, mi hijo es adolescente y prefiere ver Transformers. En cambio su novia y las jóvenes sí están interesadas en la animación. A los adultos les vendría mejor ver la película, incluso mejor que a los niños, aunque no sé qué decirles.
– ¿Qué tienen los cuentos que son capaces de generar sensaciones fuertes también en los adultos?
T.M.: Son temas tan universales que nos identificamos con ellos. Los niños tienen una lectura más directa y nosotros vemos otros elementos. Mira una película como Bambi. Si la ves de niño captas algo y si la revisas de mayor, captas todo lo demás
– ¿Ves representado el cine de animación de otros países, más allá del norteamericano con las grandes productoras?
T.M.: Hay películas muy interesantes, cada vez hay más, como una brasileña titulada O menino e o mundo. O bien los cortos producidos en países de Europa del este. Y todo lo que se puede ver en internet, hay un horizonte mucho más abierto que lo que antes únicamente se estrenaba en cine o televisión. En el futuro se podrá ver mucho más por la red, pero el problema será seguir encontrando la forma de financiar las películas. Por eso es importante la divulgación que hacéis vosotros acerca de los films que no tienen tanta promoción. Antes únicamente se podían ver en festivales de cine, pero ahora con las plataformas como Vimeo, se pueden ver de manera más accesible.
– Aunque ya has estado nominado al premio de la academia de Hollywood por tus dos películas ¿crees que todavía hay cierta reticencia a dárselo a los largos que no son de grandes productoras?
T.M.: El sistema de los Oscars es interesante desde las nominaciones y al entrar en la Academia ya te han nominado los de tu mismo gremio, los animadores. Eso ya es un premio, el ser elegido para las nominaciones por tus compañeros de profesión. Después ya todo es una convención, un juego en el que se trata de ver quién consigue más votos de las otras categorías como los maquilladores, vestuario, los actores, etc. Se trata de ir a fiestas para que conozca tu película mucha más gente y la vote. Cuando acudimos a la fiesta de presentación de los nominados -muy bonita por cierto- en el parking había un enorme muñeco hinchable de Baymax, el personaje de Big Hero 6, que podía haber costado unos cien mil dólares. Mucho más que el presupuesto de mi película.
– ¿Has tenido que soportar comparaciones con Frozen en algunas secuencias?
T.M.: Sí, incluso cuando estábamos trabajando en la edición, uno de los montadores me dijo que fuera a verla al cine para comprobar los parecidos. Incluso los responsables de Disney sacaron elementos del folklore de Escandinavia para escribir y hacer Frozen. Y eso que me gustó cuando la vi, debió ser por la princesa que llevo en mi interior. Aunque no es una película para mí, es una película hecha para niñas y a ellas les encanta. No llegaron a decirme que me hubiera copiado. Yo estaba más preocupado porque me comentaran que mi película se parecía a Brave en todo caso, ya que tienen más similitudes.
– ¿Aunque se ven más coincidencias con Ponyo en el acantilado?
T.M.: El caso es que ya habíamos empezado a rodar la nuestra cuando se estrenó Ponyo.
– ¿Qué opinas de la desaparición paulatina de la animación tradicional?
T.M.: Creo que desparece en los grandes medios aunque se mantiene fuera del mercado comercial e incluso crece. Cuando yo era niño parecía muy difícil hacer animación tradicional pero ahora vemos que es muy fácil y que en muchos sitios se hace cada vez más con esta técnica. Con ordenadores se necesita un equipo muy amplio y muchos recursos a un nivel muy alto, para que salga bien el producto. Quizás la animación tradicional se mantenga porque se necesita un equipo pequeño y poco presupuesto. También está la gente dedicada a las marionetas, a la animación por stop motion que resulta más artesanal, Son artesanos enamorados de lo que hacen.