En Georgia
Entre la más pura nobleza y el patetismo, pero sin llegar a ninguno de los dos puntos. Despertando ternura pero también mucha compasión. En una franja gris que le hace por momentos invisible, una invisibilidad que le provoca daño en la reacción inmediata y resignación a largo plazo. Así es la vida de Sandro, el protagonista del film georgiano Blind Dates. Uno observa a Sandro y no sabe si darle un abrazo de ánimo o una colleja para que despierte. Aunque probablemente no serviría de nada, le ha sido interpuesta una condena de ‘looser’ para toda su vida e irremisiblemente será su destino. Sí, es una verdadera desgracia que despierta risas entre el público. O por lo menos, a un servidor. En estos tiempos de leyes mordaza y de prohibición de tweets con humor negro; es realmente curativo ver una película que no tiene ningún reparo en hacer gags sobre este drama; incluyendo también un par de chistes sobre ciegos bastante divertidos.
El fracaso de Sandro afecta a todo su ser: vive amarrado por sus padres estando ya en la cuarentena, su poder adquisitivo parece bastante bajo, su trabajo como profesor parece algo más esporádico que otra cosa. Es buen tipo y educado, pero cuando pide permiso a sus progenitores para coger el coche, le es denegado porque la última vez se emborrachó y lo estrelló. Su único amigo está tan mal o peor que él; y su mayor cruz tal vez, en las relaciones que establece con las mujeres es un pagafantas de tomo y lomo. Y ojo, no son pocas con las que interactuará a lo largo del film, pero en todas ellas ejerciendo el mismo rol y con un patrón terriblemente parecido. No hay piedad en su transcurrir por esos paisajes desoladores y de temperatura muy fría, no hay ningún escenario que despierte algún tipo de belleza, hasta las playas parecen lugares mortecinos. Las humillaciones le caen como un designio divino.
Aunque tiene a alguien que saca la cabeza por él y procura protegerle lo máximo posible, no es otro que el director del film Levan Koguashvili. Quién opta por una narración distanciada, de observador lejano que contempla las desdichas de Sandro con la mayor frialdad posible. Si bien la historia está plagada de incómodas situaciones para nuestro desdichado protagonista; Koguashvili procura no tomar partido en ello. Si empatizamos con Sandro es porque despierta ese sentimiento como personaje, pero el director no nos ‘obliga’ a ello.
Siendo uno de los guionistas del film, opta por hacer una lectura bastante desdramatizada del mismo. No llega a los puntos de frialdad del cine de Kaurismaki o Bresson, los personajes de Blind Dates son algo más abiertos y dejan ver en más ocasiones sus sentimientos. Pero sin duda, los cineastas citados parecen ser una de las principales referencias narrativas para Koguashvili. Secuencias realizadas con muy pocos planos o en plano secuencia, muy poco subrayadas y como decíamos antes, siempre manteniendo cierta distancia. Son muy escasos los primeros planos que hay en el film, tratando de huir de dar más énfasis a aquello que vemos a la legua.
Tal vez sea su aspecto formal el que haya podido apartarla de las salas comerciales hasta este momento; más que el hecho de provenir de un país extraño para nosotros en las carteleras como Georgia. Si bien su narración es más difícil de digerir, su historia es universal y muy cercana. Blind Dates es un drama trágicamente divertido. Lo sentimos por ti, Sandro.