El Terminator ha vuelto.
Los primeros acordes de la partitura que compuso Brad Fiedel para el tema principal de Terminator resuenan a todo volumen en el momento en el que el joven Arnold Schwarzenegger, dando vida al modelo Cyberdyne 101 de los Terminator T-800, es interrumpido cuando trata de conseguir la ropa de unos jóvenes punks al “aterrizar” en el año 1984 para matar a Sarah Connor. Quien evita que acabe con ellos es otro Terminator T-800 con las mismas facciones que aquel al que enviaron al pasado en el inicio de la leyenda de Terminator, pero con esos más de 30 años transcurridos patentes en su fisonomía. Un Schwarzenegger actual luchando cuerpo a cuerpo contra sí mismo en una escena de Terminator Génesis especialmente diseñada para deleite de los fans de la saga.
¿Pero qué ha pasado entonces con la historia original de Terminator para que estas dos máquinas se encuentren en el momento exacto en el que se iniciaba la caza de la futura madre del líder de la resistencia contra Skynet? La respuesta es que esta quinta entrega de la saga que empezara James Cameron en 1984 no responde ni a una continuación de la misma ni a una precuela, sino que reinventa de nuevo la historia que nos contaron en un guión si cabe aun más inverosímil que juega con el homenaje a las dos primeras, y más icónicas, películas sin ningún complejo a la hora de tirar por tierra todo su origen (por no hablar de la delirante alteración de las paradojas temporales).
Terminator Génesis comienza en un punto muy cercano al que empezaba Terminator, en 2032, cuando la guerra contra las máquinas liderada por John Connor está a punto de acabar con la victoria de los humanos. Sabiéndose casi derrotado, el sistema de inteligencia artificial que se levantó contra la humanidad, Skynet, envía al pasado a una de sus máquinas para acabar con Connor desde antes de su concepción. Éste, como ya conocemos, encarga a su fiel soldado Kyle Reese que proteja a su madre del Terminator encargado de matarla, pero en lugar de encontrar a una Sarah Connor asustadiza y desconcertada por todo lo que acontece a su alrededor, descubre que ésta lleva preparándose para la lucha desde que de muy pequeña ha tenido a su lado al T-800 que la protege y cuya piel humana que recubre su maquinaria va envejeciendo como la de cualquier mortal.
Es difícil tomarse en serio a Terminator Génesis si ya desde su premisa está masacrando toda la lógica (dentro de lo que cabe) de la historia que Cameron planteara en los guiones de Terminator y Terminator 2: El juicio final, pero sin embargo se vale del culto a estas dos películas para plagarla de guiños con los que obtener el favor de un público susceptible a no aceptar dichos cambios. Más allá del espectáculo de entretenimiento puro de un blockbuster cargado de acción, con quizá demasiados toques melodramáticos, la gran baza de la película de Alan Taylor es la de recurrir a la nostalgia, y al fanatismo por la saga, con una constante recuperación de todos aquellos personajes e incluso escenas icónicas de esos dos films. Obvia inteligentemente la tercera y cuarta parte de la saga, consciente de que están demasiado alejadas del fenómeno fan y sobre todo del culto a los personajes de Arnold Schwarzenegger. Porque si de algo se puede vanagloriar esta última entrega plagada de desvaríos argumentales y de actuaciones más que discutibles, es de elevar a los altares al personaje interpretado por él por medio del homenaje y también de la propia autoparodia que de sí mismo y de su personaje hace el austriaco. Una frase que se repite durante toda la película es aquella en la que el T-800 advierte que está viejo pero no obsoleto, frase además que el villano intenta rebatir con una sentenciadora “No eres más que una reliquia de una línea temporal borrada”. Intenta, decimos, porque a pesar de que Schwarzenegger reniegue de su participación en Terminator Génesis, todo indica que su T-800 volverá. Ya veremos si en persona o en holograma.