Llamadme Ron.
Incluso la idea de abordar de nuevo la historia de Herman Melville, desde otro punto de vista, es una empresa que se adivina casi como un naufragio sesenta años después del Moby Dick de John Huston. O bien se traduce como un riesgo del que los responsables de la película pueden salir a flote y fortalecidos. La fortuna consigue que En el corazón del mar sea lo segundo, un trabajo de equipo con un capitán que lleva a buen puerto la película.
El film comienza en el origen de la ficción, cuando Herman Melville acude a Nantucket, una isla desde la que zarpan barcos balleneros. Allí se reúne con Thomas Nickerson, el viejo superviviente de una expedición que luchó contra un cetáceo gigantesco. El arranque, nocturno y brumoso, parece más propio de un relato gótico, en la estela de Edgar Allan Poe. Es un buen comienzo, puesto que lo que se cuenta después trata de conjurar los fantasmas de los personajes de la hazaña y los de los propios narradores, Nickerson y Melville, dispuestos a desnudar sus propios miedos. Es un inicio que puede remitir a La vida de Pi por su planteamiento, pero se separan en el tono de fábula de la obra de Ang Lee y el armazón de la leyenda que propone Ron Howard.
Una vez iniciado el relato se presenta a la tripulación, comandada por Howard Chase y el Capitán Pollard, oponentes desde su primer encuentro. Los dos están acompañados por un reparto de actores convincentes que transmiten el tono de camaradería y sacrificio de una tripulación marina. El director y su equipo técnico nos sumergen en alta mar del modo antiguo pero renovado a nuestro siglo, sin pervertir el espíritu de aventura clásica de otros cineastas como Raoul Walsh en El mundo en sus manos o los sucesivos piratas de Michael Curtiz, Henry King, Cecil B. deMille, Jacques Tourneur, Fritz Lang y Alexander MacKendrick entre los maestros. Parece mentira que en el año 2015 todavía se pueda sacar partido a un mar embravecido, misterioso, con muchas fronteras por descubrir, rodado entre efectos digitales y artesanales, que actúa como un personaje más en la historia, un ser mutante que se encrespa o remansa y no da respiro a los personajes.
Aunque los verdaderos enemigos son los propios humanos, sobre todo los armadores y empresarios que mandan las travesías, el otro adversario del film es el gigantesco cachalote que somete a los marineros del Essex, un monstruo que lleva al extremo este tipo de enfrentamientos que tan buen resultado le han dado a varias películas recientes de Ron Howard. En El desafío – Frost contra Nixon se planteaba como un duelo la entrevista de un presentador inglés de programas de variedades al expresidente norteamericano Richard Nixon. Una confrontación que se ajustaba a la del cerebral piloto austriaco Niki Lauda contra el playboy británico James Hunt en Rush. En el corazón del mar lleva al extremo el enfrentamiento entre dos personajes de distinta naturaleza, en este caso social con el comandante encarnado por Chris Hemsworth, hijo de campesinos. Y el capitán interpretado por Benjamin Walker, hijo de oficiales marinos. Oposición acrecentada por un enemigo muy superior a ellos, entre un dios y el diablo, el cetáceo que defiende a su bandada de la codicia de los balleneros. Todos los personajes salen fortalecidos y crecen con el conocimiento de formas de ser y pensar, distintas a las suyas, un terreno argumental al que Ron Howard cada vez le saca mejor partido en su filmografía.
El cineasta es la energía que impulsa este largometraje durante dos horas que discurren muy fluidas. Es cierto que se alía con Brian Grazer como productor leal desde sus primeros largos y diversos responsables de los departamentos técnicos, que repiten con él. O recién llegados como Roque Baños al mando de la banda sonora original, con una partitura que lo sitúa en primera fila de los compositores contemporáneos para cine. Sin embargo se adivina la implicación mental y emocional que ha tenido el realizador, una capacidad de implicar a todos sus actores y técnicos para conseguir una buena película que pasa de la tempestad marina a la calma de los narradores que nos están contando lo que sucedió, sin retrasar la acción ni interrumpir la intensidad, sin que salten las costuras entre los dos momentos.
Howard sitúa la cámara al servicio de la narración, incluso con momentos desquiciantes como la llegada a la isla desierta, quizás las secuencias en las que desborda el encuadre de manera anárquica respecto al punto de vista más enfocado y concreto del resto del film. Eso sí, siempre dinámico. Quizás la única objeción que se puede hacer a esta producción es que no se hayan lanzado a un formato más panorámico, como sí hizo Peter Weir en Master and commander: Al otro lado del mundo. Probablemente son tiranías de las tablets y dispositivos móviles que están afectando demasiado a la concepción actual del cine.
Podríamos seguir escribiendo sobre En el corazón del mar, porque se agradece una sorpresa de sabor clásico a contracorriente, que se aleja de modas impuestas como las sagas de los Piratas del Caribe y otros productos de acción. Un film que se alinea más con Cuando todo está perdido o la minusvalorada Kon-Tiki en la manera de abordar la aventura. La película de Ron Howard, quizás la más sólida de su filmografía, debería saber venderse por estos pagos, aunque sea por la simple razón de estar rodada -en gran parte- en las islas de La Gomera y Tenerife. Porque recupera el vigor y capacidad de evocación de grandes escritores del siglo XIX como Melville, Hawthorne, Conrad o el mismo Jules Verne y su novela El Chancellor. También por imágenes en la retina más allá de la enorme cola a punto de aplastar embarcaciones o un mar tan embravecido y dorado que parece en llamas. Y también porque su director envejece como el buen vino y cada vez dirige mejor largometrajes como el actual, aunque sea a costa de entregar superproducciones mediáticas de serie “z” con la coartada del superventas Dan Brown y otras comedias olvidables. O ya desde un punto de vista muy friki, por el mismo Chris Hemsworth, un actor cada vez más acostumbrado a soportar que le tiren cubos de agua encima, que además de aguantar el tipo y los elementos con tonterías como las de Thor podría conseguir un Indiana Jones muy convincente.
Solo queda esperar que En el corazón del mar consiga éxito en su estreno y aguante de la mejor forma a su peor enemigo, sí, a ese que llegará en dos semanas desde una galaxia muy lejana.