25 de abril de 2024

Críticas: Cooking up a Tribute

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Preparativos y entrantes.

La  pasada edición de la Berlinale de 2015 comenzó con Nadie quiere la noche, dirigida por Isabel Coixet. La representación cinematográfica española se completó con varios cortometrajes y dos documentales proyectados en la sección “Cine culinario”. A continuación comentamos uno de ellos.

Al inicio de Cooking up a tribute asistimos como espectadores a una reunión del equipo formado por los tres hermanos Roca: Joan, Josep, y Jordi junto a los encargados de cocina y de sala del Can Celler Roca, un restaurante reconocido como uno de los mejores del mundo. Y es una situación curiosa porque esta reunión resulta fluida, captada la naturalidad que seguramente aporta el contacto profesional y cotidiano de las personas que trabajan en ese lugar. Lo que llevan a cabo es una evaluación del viaje transcurrido durante los meses de agosto y septiembre de 2014 por varios países americanos, tanto de Latinoamérica (México, Colombia y Perú) como de los Estados Unidos. A continuación retrocedemos en el tiempo para asistir a una reunión previa a esas visitas, en la que se decide cerrar el restaurante durante los meses de verano y darlo a conocer, mediante una gira gastronómica, por los cuatro países citados.

Tan sorprendente es el planteamiento de este viaje, como la ejecución de la película, ya que no parte por iniciativa de una productora cinematográfica ni de una canal de televisión. No, Cooking up a tribute es un documento llevado a cabo por el mismo grupo bancario que gestionó económicamente ese tour gastronómico por seis ciudades americanas. Y ese mismo grupo financiero es el que decide producir el documental con los medios materiales y equipo profesional de su división audiovisual (Contents area del grupo BBVA), acompañando al personal del Can Celler Roca antes, durante y tras finalizar ese viaje.

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El resultado son más de doscientas horas de grabación, sintetizadas por el trabajo de montaje y depuración de Nacho Ruiz Capillas. Y con una buena realización de los codirectores y coguionistas Luis González y Andrea Gómez. Explicado todo el proceso quizás parezca que Cooking up a tribute es un encargo que sirve como promoción, aprovechando el prestigio que otorga en la actualidad la alta cocina creativa, prestigio del que pudieran salir ganando tanto los cocineros como el grupo empresarial. Pero el resultado visto en pantalla desmiente esta condición de simple encargo prestigioso.

Cooking up a tribute es un documental muy interesante desde el punto de vista divulgativo. Se centra en la cocina como herramienta de intercambio cultural entre la gastronomía y tradición española que cruza el charco y se sumerge en los sabores y conocimientos de las cocinas mexicana, colombiana y peruana. La primera hora del documental es un trabajo de inmersión que resulta esclarecedor acerca de las costumbres culinarias, ancestrales y sociales de los tres países, visitados por Josep, el sumiller y jefe de sala del restaurante. Allí ejerce como relaciones públicas y mediador entre los agricultores, cocineros, camareros, especialistas, maestros y alumnos de escuelas de cocina, llevando a cabo un trabajo de prospección que ofrece mucha luz acerca de la importancia básica y enriquecedora de la comida. Llega a ser apasionante en varios momentos destacados de sus encuentros. Sobre todo en la clase magistral que ofrece a los alumnos de un colegio de hostelería en pleno campo, haciéndoles partícipes de su capacidad de contar historias, mientras se sirven las comidas y bebidas  a los comensales. Otro momento destacado sucede cuando se encuentra con una mujer que menciona la influencia española de las espadas en su país, empleadas para el corte de la carne en hostelería, con una visión tan irónica como entrañable. Y por supuesto una de las escenas más redondas del film es la cata de las variedades de pisco (un licor) en Perú, casi como una juerga entre amigos a punto de emborracharse.

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En una situación que la cocina española tiene un interés mercantil tan fuerte como producto de exportación y venta, ayudada por festivales gastronómicos, premios internacionales y numerosos programas de televisión que se emiten en varios canales generalistas y especializados, Cooking up a tribute es un film destacable por ser un documental que cumple sus expectativas y las supera. El resultado es una película bien acabada en todos sus apartados técnicos. Pero que también supone un ejemplo de divulgación entretenido, totalmente opuesto a las formas efectistas y más propias de un culebrón, un modo de reportaje que impera en esas eliminatorias catódicas de grandes cocineros, similares a las de un reality show, antes que a las de un programa destinado a dar a conocer recetas de cocina.

Cooking up a tribute demuestra seriedad, sentido cinematográfico y respeto hacia el espectador. Si algo se le puede achacar es que, con tantas horas grabadas durante esa gira gastronómica, se echen de menos más imágenes del paso de la comitiva por Houston y Dallas. Y también se intuye que pueden haber quedado muchos descartes en la mesa de edición, porque, con toda probabilidad, hay suficiente material registrado como para producir una serie documental destinada al mercado doméstico.

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