19 de marzo de 2024

Documenta Madrid 2016: Crónica 1

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Primera crónica de Documenta Madrid 2016.

Ha comenzado la XIII festival internacional de documentales DocumentaMadrid, y en su edición de 2016 lo ha hecho por todo lo alto. Principalmente desarrollado en las instalaciones de la Cineteca-Matadero, tras la inauguración se proyectó, fuera de concurso, la nueva obra del polémico director Michael Moore, ¿Qué invadimos ahora? (2015). Con su habitual humor irónico, el estadounidense planta una invasión metafórica de una serie de países que su nación todavía no ha colonizado. Siempre presente en las escenas pero sin ningún afán de protagonismo, o al menos no más del que su desparpajo se merece, el documentalista recorre Europa y se da un salto a África –Túnez– para recopilar toda una serie de ideas que estos países aplican en su sociedad. Mediante una comparativa con la situación que se vive en EE.UU., la crítica social salta a la vista desde lo cómico, sin que quede exenta de la habitual manipulación que envuelve al cine de Moore.

Sin embargo, esta no se esconde y en muchos casos se hace referencia al limitado número de ejemplos por caso que la cinta expone. Esto es así, puesto que la película va más allá; la comparativa es sólo el punto de partida. Tras ella se esconde un mensaje sorprendentemente positivo en la filmografía de este autor, quien arenga a sus propios compatriotas para despertarlos del letargo sociopolítico en el que se han dejado caer. El mayor problema de esta loable iniciativa está en que la obra será tachada de patriotera y vista como una contradicción en la perenne crítica que recorre la filmografía de este director. Una visión entendible en primera instancia pero finalmente errónea, pues ante todo prevalece la imagen de que Estados Unidos, si bien primera potencia en lo económico, queda a leguas de distancia del óptimo social.

The land of the Enlightened
The land of the Enlightened

The land of the enlightened (2016) es un documental de producción belga pero rodado en las montañas de Afganistán. Su autor, Pieter-Jan De Pue, elude las mecánicas narrativas clásicas del documental y apuesta por una estética visual refinada, que estudia sus planos al milímetro para desarrollar una puesta en escena que por momentos rompe la barrera de la captación espontánea de la realidad y de la no intervención en el desarrollo de los sucesos. Semejante material escurridizo, que tan fácilmente podría caer en el pozo del efectismo vacío, es aquí una herramienta sorprendentemente coherente con el discurso del relato. De Pue busca una aproximación a los parajes afganos, por momentos onírica, y dedica su metraje a investigar acerca de la herencia cultural de este pueblo, de su filosofía de vida y de las influencias que lo han llevado a su situación actual.

Lo fácil y socialmente aceptado sería desplegar una batería de misiles ideológicos contra la política exterior de EE.UU., el último de los muchos países que durante siglos ha saqueado estos territorios. Estas ideas están presentes, pero el objetivo final va más allá y se centra en el modo de vida de un grupo de niños de cuerpo pero adultos de conducta, a los que retrata con honestidad desarmante, que se apoya en la sutileza para plantear situaciones y en ningún momento dictar sentencia. No hay una santificación de estos duales personajes, pero tampoco hay juicio moral al respecto; se trata de un ejercicio de inmersión en el seno de esta comunidad que malvive con sus sueños, en busca de un futuro mejor. Lo terrenal y lo espiritual se funden en esa logradísima puesta en escena, que saca a relucir la belleza inherente a una geografía y a unas gentes ásperas como lo son las afganas.

A good american
A good american

A good american (2015) pertenece a esa nueva tendencia en la realización documental, cuyo caso paradigmático probablemente haya sido Searching for sugarman (2012). En ella descubríamos la conversión de una historia real en un auténtico thriller de investigación, en buena parte gracias a la incultura generalizada alrededor del personaje del cantautor Rodríguez, pero que sólo era posible por el inteligente manejo de la información que la obra presenta. La escritura del guion del documental, cuya propia existencia en muchos casos ni se plantea, suele ser un mero esquema cronológico en el que se apunta el orden en que mostrar lo que se ha filmado. Este nuevo enfoque documental se suma a una puesta en escena cercana al cine indie, ese que busca el preciosismo pictórico y juega con una ínfima profundidad de campo en encuadres muy cerrados, que son fotografiados con una textura de hiperrealidad aséptica, aunque en última instancia el verdadero peso del relato lo carga un efectivo pero indudablemente efectista libreto.

Son casos como estos los que aproximan al documental a campos donde la realidad y la ficción no terminan de delimitarse, en los que la verdad filmada convive con dramatizaciones e insertos ficticios que persiguen una contextualización de lo ocurrido. Pero esto no impide que lo narrado sea puramente verídico y esté de dramática actualidad. A good american habla sobre el terrorismo y las maneras de combatirlo. Esta obra se centra en la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense y gira en torno a la figura de Bill Binney, desarrollador de un sistema informático de análisis de metadatos capaz de predecir atentados como los ocurridos el 11-S, pero que nunca llegó a ser operativo. Narrado con una fotografía, una puesta en escena, unos escenarios y una banda sonora que remiten directamente a la serie de Netflix House of cards (2013-), la última temporada también comparte temáticas con este documental y ambas hablan sobre hasta qué punto a los gobiernos les interesa mantener vivo al terrorismo y que este nunca sea completamente erradicado.

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