8 de mayo de 2024

Nocturna 2016: Crónica 2

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Segunda crónica de Nocturna 2016.

El Nocturna ha comenzado hoy, como todas las mañanas durante el festival, con una serie de actividades paralelas en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao. Tras un avance de nuevas películas de género que llegarán en los próximos meses y una rueda de prensa de los autores de Patient (Jason Sheedy, 2015), ha llegado el evento más esperado: una mesa redonda —integrada  por John Tones, Koldo Serra y el reputado director español Nacho Vigalondo— sobre el estado actual del cine fantástico. Más que del aspecto creativo y artístico que caracteriza las últimas tendencias del género, se ha hablado de las circunstancias comerciales, de distribución y de explotación que determinan la existencia del cine en la actualidad, llegando a generarse un debate sobre si determinadas plataformas de video on demand terminarán por extinguir el formato físico o si, por el contrario, siempre habrá un grupo (aun residual) de fetichistas que garantice su supervivencia. Películas como It follows (David Robert Mitchell, 2014), La bruja (Robert Eggers, 2015) y La invitación (Karyn Kusama, 2015; ganadora del premio a Mejor Película en el último Festival de Sitges) han salido a relucir como exponentes de la buena salud de la que goza el género fantástico a día de hoy, pese a que las grandes productoras estén actualmente más interesadas en financiar otros géneros (como la comedia romántica) que el terror o la ciencia ficción.

Por la tarde, centrándonos ya en la actividad principal de todo festival, ha continuado la proyección de películas oficiales a competición en los Cines Palafox. La primera de ellas, precedida por un bello cortometraje de animación llamado The Mill at Calder’s End (Kevin McTurk, Kevin McTurk) que reúne todos los elementos de la imaginería del terror gótico, ha sido The Offering: The Faith of Anna Waters (Kelvin Tong, 2016), obra proveniente de Singapur que realizaba hoy mismo su premier europea. Toda ella se constituye como improbable mezcla de numerosas vertientes del terror clásico y contemporáneo: exorcismos, viejas leyendas bíblicas, esoterismo, decodificación de simbología ocultista,  fantasmas… y hasta ciberterror. Imaginaos  la extraña fusión de El exorcista (William Friedkin, 1973), El príncipe de las tinieblas (John Carpenter, 1987) y Expediente Warren (James Wan, 2013) para haceros una idea de lo que ofrece este film, tan insípido, funcional y previsible en su explotación de tópicos que, sin destacar en ningún aspecto, tampoco resulta especialmente criticable. Es, ante todo, una película construida sobre una base genérica arquetípica, tan sencilla de digerir como fácil de olvidar, y un ejemplo evidente de cómo un exceso de pretensiones puede ahogar una propuesta que podría haber sido mucho más estimulante.

The lesson
The lesson

La segunda y última sesión ha sido, con mucho, la mejor de lo que llevamos de festival. De los dos cortos que servían como introducción, hay que destacar sin duda alguna el llamado Exposure (Ignacio F. Rodó, 2015), perla precisa y concisa que hace de su innegable sencillez virtud. El argumento se reduce a pura anécdota y, pese a todo, resulta fascinante. Podríamos decir que el corto representa, en sus escasos cinco minutos de metraje, el clímax de una historia mucho más larga y oscura, elidida a propósito, que el espectador debe reconstuir en su propia cabeza. Anímense a verlo: hay mucho que ganar y prácticamente nada que perder. Pero lo que ha elevado esta sesión muy por encima de lo visto hasta ahora ha sido el largometraje de la sección Oficial Madness The lesson (Ruth Platt, 2015). Recordando en su planteamiento a interesantísimas propuestas recientes, como Big Bad Wolves (Keshales & Papushado, 2013), The lesson plantea una incomodísima y desesperanzada meditación sobre la naturaleza (tal vez malvada) del ser humano. La historia es simple: un profesor de instituto, absolutamente harto de las actitudes abusivas de sus alumnos, decide secuestrar a dos de ellos y darles una lección que, basada en una interpretación literal del clásico refrán «La letra con sangre entra», nunca olvidarán. La película está sostenida por un magnífico guion que contiene violencia (más moral que física) y erudición a partes iguales, y es que, lejos de quedar en una superficial y frívola revisión del subgénero «venganzas (merecidas)», The lesson articula una honda reflexión sobre qué nos hace humanos, dónde queda la empatía en momentos de barbarie y cuáles son los principios morales a los que uno puede renunciar en situaciones límite (aunque queden los ideales por el camino). El film se enriquece notablemente con el explícito y constante paralelismo que la directora y guionista, Ruth Platt, establece entre los personajes de la película (que son, en realidad, arquetipos sociales) y los que protagonizan esa obra maestra del nobel William Golding que es El señor de las moscas (1954). De Rousseau a Hobbes, de Milton a Dickens, son muchos los nombres que se mencionan a lo largo de la historia para ilustrar distintos puntos de vista sobre el controvertido tema tratado y, entre tanto, los clavos atraviesan la carne y la sangre salpica la pantalla, para que nadie olvide qué tipo de película es ésta que estamos viendo. Al margen de que compartamos o no la tesis que parece desprenderse de la narración (esto es: en el proceso de aprendizaje humano no existe mayor motivación que la nacida del miedo al sufrimiento y el dolor), es irrefutable que varios males endémicos de nuestra sociedad actual están retratados con lucidez: los riesgos de la marginación social, el bullying, el desencanto de muchos profesionales que tienen que lidiar con jóvenes descarriados cada día y hasta las consecuencias que la falta de inquietudes y estímulos intelectuales puede tener en gran parte de la población. Si no fuese por un estirado epílogo que empaña el final de la función con innecesarios subrayados, podríamos decir que estamos ante una película redonda que cuestiona como pocas otras lo han hecho los mecanismos de funcionamiento del actual sistema educativo.

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