25 de abril de 2024

Críticas: Aliados

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Regreso al clasicismo.

Segunda Guerra Mundial. Norte de África. Desierto. Desde los cielos desciende, como un Deus ex machina, el agente secreto británico Max (Brad Pitt), enviado a cumplir una peligrosa misión en territorio ocupado por los nazis. Allí, ni más ni menos que en la célebre ciudad de Casablanca, le espera la que será su enlace y aliada, la también agente secreta Marianne Beausejour (Marion Cotillard). Y entre ambos surgirá, durante esta misión, un romance tan turbulento como la tormenta de arena que los envuelve dentro del coche, en pleno desierto.

La cita al clásico de Michael Curitz Casablanca (1942) parece ineludible, no solo por los paralelismos que presenta, pues Aliados de Robert Zemeckis (Regreso al futuro, Forrest Gump, Náufrago) se sitúa en el mismo espacio y tiempo, sino también porque la propia cinta de Zemeckis supone formalmente un regreso consciente al clasicismo cinematográfico. Un retorno que se extiende incluso, de manera muy evidente, al uso de unos efectos especiales que podrían llamar la atención por su aspecto obsoleto, como es el caso de la tormenta de arena antes referida. La imagen digital invade el relato de la misma forma en que, en un momento del filme, un avión derribado impacta contra el suelo. Así, lo importante no es la mayor o menor calidad de los efectos especiales, sino en qué medida y con qué intencionalidad se inscriben en el relato.

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El corazón de Aliados hay que encontrarlo en el guión de Steven Knight (Promesas del este, Peaky Blinders, Locke), en la historia de sus protagonistas a los que dan vida, con más bien poca química, una solvente Marion Cotillard y un no muy acertado Brad Pitt. Otra cuestión a tener en cuenta, pues ambos interpretan a dos personajes que, en tanto que espías, tienen que representar un papel. Y es entonces, en este juego de identidades, cuando -tal vez un poco tarde- llega el conflicto y la película se quiebra: con el anuncio de los servicios secretos británicos a Max de que la mujer de su vida podría ser en realidad una agente doble alemana. La sombra de Mata Hari, otro icono del cine clásico, planea sobre la película de Zemeckis.

Los cristales rotos que separaban las dos partes de Aliados se recomponen, y de nuevo volvemos a encontrar todos esos espejos en los que se cruzan las miradas de los personajes, cuestionando e interrogando la identidad del otro. El germen de la duda infecta/afecta la relación y empuja al personaje de Max a una búsqueda desesperada de la verdad, mucho más interesante en los interrogantes que abre (¿en qué momento se fractura una relación? ¿en el momento mismo en que se plantea la duda?) que en las respuestas que encuentra. La cámara de Zemeckis, en consonancia con el guión de Knight, muestra y oculta a voluntad con gran precisión y, a pesar de todo, genera una intriga que no termina de atrapar, como si no hubiera que buscar en el suspense la clave de la película, sino en el drama.

Marion Cotillard plays Marianne Beausejour in Allied from Paramount Pictures.

Y es aquí donde cabe preguntarse ¿qué sentido tiene este regreso a la socorrida II Guerra Mundial, precisamente ahora? Por una parte, el regreso al clasicismo más evidente que podría relacionarse con una manera industrial de producir películas; por otra parte, y en lo que refiere al tema, tal vez haya que entenderlo como respuesta a la inminente época Trump y el aumento de los discursos del odio, otra perspectiva para acercarse desde la actualidad a Aliados y a su historia de amor trágico.

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