Analizamos el palmarés de Sitges 2016.
Si bien es cierto que el palmarés de un festival suele venir acompañado de cierta controversia, pues nunca llueve a gusto de todos, este año apenas ha habido una tenue polémica en Sitges. Casi todas las favoritas han recibido algún premio (aunque más de uno, ciertamente, ha sabido a consolación) y podría decirse que ninguna de las ganadoras es tan mala como para generar un escándalo. Durante el transcurso del festival fui preguntando a muchos espectadores —ya fueran acreditados de prensa o simples aficionados— por sus películas favoritas, y la respuesta solía incluir títulos como Train to Busan, El extraño o La doncella. De modo que podemos considerar que el jurado de este año ha reflejado, a grandes rasgos, el gusto general del público y, para mayor fortuna de los nominados, el reparto de premios ha sido muy equitativo. Pasemos a analizar con más detalle el palmarés de esta edición.
Mejor película para Swiss Army Man (de Dan Kwan y Daniel Scheinert) + Mejor actor para Daniel Radcliffe
La ganadora de este año no era, a priori, una de las favoritas. Pese a que venía auspiciada por buenas críticas desde Sundance (donde consiguió alzarse con el galardón al Mejor director), no entraba en las apuestas de la mayoría. La película podría ser definida como una reinterpretación de Robinson Crusoe pasada por el filtro del realismo mágico, aderezada con grandes dosis de humor escatológico y escrita en un tono naíf que, hacia el final de la función, ofrece una relectura perversa de todo lo visto anteriormente. Swiss Army Man consiguió encandilar a un jurado que, según comentó en rueda de prensa, no quiso premiar otras propuestas como La doncella por ser películas de una solvencia tal que, perfectamente, podrían ganar un Oscar; por el contrario, querían apoyar una película que necesitase del reconocimiento en Sitges para gozar de una mayor proyección internacional. No se interprete esto como un premio basado en la condescendencia: el film del náufrago y su difunto amigo, pese a su desquiciada premisa, o precisamente gracias a ella, tiene virtudes suficientes para enamorar a un considerable número de espectadores. La mayor de ellas, a todas luces, es la admirable interpretación de un Daniel Radcliffe que roba todo el protagonismo de la obra, en un papel dificilísimo que consigue no solo resultar convincente sino también divertido, tierno y memorable. Lejos queda ya la época en que pensábamos que Radcliffe nunca podría desencasillarse del rol de Harry Potter que lo hizo mundialmente conocido, y su empeño por elegir papeles arriesgados lo está consolidando, cada vez más, como una de las grandes promesas de su generación.
Premio especial del jurado para La autopsia de Jane Doe (de André Øvredal)
Teniendo en cuenta el perfil de mixtura genérica tan acusada que presenta generalmente la programación de Sitges, cada vez es más difícil encontrar una película de las que podemos catalogar como terror puro y, aun encontrándola, que tenga una calidad suficiente como para ser premiada. Afortunadamente, a veces topamos con obras como La autopsia de Jane Doe, cuyo director, André Øvredal, que ya había llamado la atención con su mockumentary de 2010 Troll Hunter, ofrece en pantalla un ejercicio de género con todos los ingredientes necesarios para fabricar una película de terror casi canónica. Desarrollada en un único espacio, en un desafío hitchcockiano del que pocos serían capaces de salir victoriosos, la película cuenta la historia de un padre y un hijo forenses que se enfrentan a la autopsia del cadáver de una joven mujer que ha muerto en extrañas circunstancias. A medida que avanzan en la investigación, desde la morgue situada en el sótano de su casa, irán descubriendo secretos que desafían toda lógica natural y que los sitúa en un escenario cada vez más aterrador. Absorbente y angustiosa, la película supone un interesantísimo tour de force, magníficamente narrado y ambientado, que merece sin lugar a dudas la distinción que le ha concedido el jurado.
Mejor dirección para Yeon Sang-ho (por Train to Busan) + Mejores efectos especiales para Jung Hwang-su
Si hubiera que elegir una película que haya tenido una envidiable aceptación entre el público de Sitges (y que, de hecho, hasta la proyección de La doncella en los últimos días del festival, tenía todas las papeletas para recibir el Premio del público) esa es, sin duda, Train to Busan. Y no es de extrañar, pues ofrece todo lo necesario para satisfacer al fan habitual del fantástico: zombies, personajes carismáticos y un ritmo vibrante que te mantiene en tensión durante toda la película. Algo parecido a lo que ya ocurriera el año pasado con la japonesa I am a hero, por cierto, y que revela la buena salud de la que goza actualmente el cine de muertos vivientes. La dirección del film, realmente destacable, consigue convertir un espacio reducido (la mayor parte de la acción transcurre a bordo de un tren) en el escenario ideal de un survival que, por su eficacia narrativa y su capacidad para optimizar los mejores recursos del género, resulta modélico. Pese a su afán de subrayar innecesariamente el dramatismo de algunas secuencias a través del uso de flashbacks, el éxito global del film no se resiente y Sang-ho consigue, de hecho, regalarnos uno de los finales más emotivos que podría esperarse en una película esencialmente sustentada sobre el terror y la acción. En lo que respecta al premio a los Mejores efectos especiales, particularmente enfocado al maquillaje por razones obvias, no hay nada que objetar, aunque otras películas como Shin Gozilla o Hardcore Henry bien podrían haberle arrebatado el galardón.
Mejor dirección novel para Julia Ducournau (por Crudo)
Crudo venía precedida por la polémica: se decía que, en pases previos, había causado desmayos y que algunos espectadores no habían podido terminar de verla. Como reclamo publicitario, ya lo sabemos, no hay nada que funcione mejor. Sin embargo, una vez vista la película podemos afirmar que solo alguien con la piel muy fina podría tener tan desmesuradas reacciones: hay un par de escenas algo desagradables, pero nada fuera de lo común. En Crudo, película que habla de la emocional y socialmente dolorosa transición de la adolescencia a la juventud, Ducornau nos cuenta el proceso de adaptación de una chica en un entorno —las residencias universitarias— en el que no termina de encajar bien y, por el camino, explora la rabia adolescente, el despertar sexual y la búsqueda de una identidad propia. Entre tanto, el tabú del canibalismo funciona como excusa para hablarnos del papel de la diferencia en una de las etapas más complicadas por las que pasa el ser humano. Si bien la verosimilitud de la historia flaquea frecuentemente, y el desconcertante giro final suena más a sorna que a explicación racional, la película transita zonas de notable interés y contiene numerosos aciertos. Conviene seguirle la pista a la directora francesa.
Mejor actriz para Sennia Nanua (por Melanie. The Girl With All the Gifts)
Pocos elementos dignos de mención podemos encontrar en la postapocalíptica Melanie. The Girl With All the Gifts, torpe renovación del subgénero zombie de escasa consistencia dramática y limitado interés artístico. A medio camino entre la ciencia ficción de laboratorio y el survival clásico, sin conseguir levantar el vuelo en ninguna de las dos vertientes, la película se beneficia de la escasez de roles femeninos protagonistas que ha habido en esta edición del festival para alzarse con un premio que parece otorgado con cierta desgana. Uno no puede dejar de preguntarse, a la postre, si la pareja principal de La doncella o la brillante Elle Fanning de The neon demon no merecían mucho antes este reconocimiento. Es el segundo año que una niña se lleva el premio a Mejor actriz (ya ocurrió el año pasado con El nuevo Nuevo Testamento, de Jaco Van Dormael) y, aunque no podemos decir que Nanua lo haga mal, probablemente su papel caiga, con el resto de la película, más pronto que tarde, en la sepultura del olvido.
Mejor guion para Jeremy Slater (por Pet)
Tal vez el más inesperado de los premios recayó sobre Pet, película que había pasado muy desapercibida entre público y crítica en sus distintas proyecciones. Esta perversa cinta sobre un secuestrador y su víctima, no exenta de giros de guion, basa toda su fuerza en las interpretaciones de unos convincentes Ksenia Solo (actriz hasta el momento poco conocida) y Dominic Monaghan (a quien todo el mundo recuerda por sus papeles en la trilogía de El señor de los anillos y en la serie de televisión Perdidos), pero también se apoya firmemente en el libreto que el jurado consideró digno de premio. Película realizada con escasos recursos, es aconsejable acceder a ella sabiendo lo mínimo posible sobre su trama, por lo que conviene no entrar en razones para justificar el galardón.
Mejor fotografía para Hong Kyung-pyo (por El extraño)
El extraño ha sido, para muchos de nosotros, la gran sorpresa del festival. Una película que, como La bruja en la edición de 2015 o It follows en la anterior, está llamada a ser un clásico instantáneo y a generar un culto duradero a su alrededor. Si bien es cierto que Hong Kyung-pyo ya había llamado la atención de la crítica internacional con sus dos anteriores largometrajes (The Chaser, en 2008, y The Yellow Sea, que ganó el premio a Mejor director en Sitges 2011), hay que señalar que ambos caían del lado del thriller y nada hacía suponer un cambio de registro hacia el mejor cine fantástico. El extraño se presenta inicialmente como una intriga con tintes de comedia costumbrista y, una vez ha conseguido despistar al espectador, una vez ha derribado todas sus defensas, va escorándose progresiva y sutilmente hacia el terror sobrenatural más espeluznante; así, cuando llegamos al final del viaje, nos sorprendemos a nosotros mismos conteniendo la respiración, aferrándonos a la butaca, sin terminar de creernos el descenso a los infiernos al que acabamos de asistir. Parte del mérito de la atmósfera creada es de la fotografía, sí, pero este galardón se antoja insuficiente para un film en el que destacan especialmente su férrea dirección y, por supuesto, su escritura, de impecable progresión dramática. Kyung-pyo cuenta, apoyándose en elementos del folclore regional, una historia de demonios y exorcismos que tiene lugar en el corazón de una pequeña aldea coreana —un entorno rural tan fascinante de contemplar como hostil para los personajes— en la que cobran especial fuerza la superstición, profundamente arraigada en la mentalidad de sus habitantes, y el miedo natural a lo desconocido, que se focaliza, no por casualidad, en la figura de un japonés. Toda la película está tamizada por una insana incertidumbre que llevará al espectador a intentar unir, en vano, las piezas de un rompecabezas macabro y perturbador, hasta llegar a un desenlace que, a través de un magistral montaje paralelo, resuelve la historia en uno de los clímax más potentes y escalofriantes que hemos visto en mucho tiempo en una pantalla de cine. El extraño es, sin duda, la gran película de terror de esta edición del Festival de Sitges.
Premio del público para La doncella (The Handmaiden) (de Park Chan-wook)
Cuando llega a cualquier festival, especialmente a Sitges, una película firmada por Park Chan-wook la expectación es máxima. Incluso cuando no se trata de cine de terror, como en el caso de La doncella —que se enmarca más bien en el terreno del thriller erótico—, todo el mundo espera un film a la altura de su autor y su país de origen. Ya se encargó de remarcarlo el célebre director de cine de terror de bajo presupuesto Brian Yuzna, miembro del jurado, durante la rueda de prensa del palmarés: «El cine coreano de género siempre resulta muy impactante y casi todas estas películas tienen algo especial; en el caso de La doncella, el guion, la fotografía y la dirección son realmente fantásticos». Si no la premiaron fue, principalmente, porque su filiación genérica es muy limitada y consideraron que su perfil la hace apta para triunfar en cualquier otro festival, mientras que otras películas, como La autopsia de Jane Doe o Train to Busan, raramente tendrían oportunidades en otros certámenes y, por su calidad e idoneidad, merecían formar parte del palmarés de Sitges. No obstante, quedó claro el éxito de La doncella, cuya capacidad para sorprender al espectador resulta casi ilimitada. Y eso que hablamos del director de la célebre trilogía de la venganza (Sympathy for Mr. Vengeance [2002], Oldboy [2003] y Sympathy for Lady Vengeance [2005]), de modo que a nadie pilla desprevenido. Pero Chan-wook tiene ya una amplia experiencia tras las cámaras y ha demostrado, después de su flirteo con la industria norteamericana (Stoker, 2013), que sigue siendo un referente absoluto y que prefiere renovarse a languidecer lentamente a la sombra de aquellos éxitos. Su nueva película está llena de disfrutable humor negro y retorcida perversidad; el cineasta carga las tintas en el trasfondo sexual que vertebra el film (aunque abunda el sexo explícito, su buen gusto es tal que podríamos afirmar que para la escena más sensual solo necesitó un diente) y apenas se recrea, en esta ocasión, en la violencia explícita: la explosión de sadismo que todos esperamos queda desplazada por un último acto ingenioso y atrevido que, por otra parte, revela un refinamiento en el sello del director. Al salir de la proyección, era prácticamente imposible encontrar a alguien a quien no hubiese conquistado esta propuesta, de impecable factura técnica, brillante puesta en escena e increíble elegancia formal. Resulta natural, por tanto, que se alzara finalmente con el Premio del público.
Premio de la Crítica para The Neon Demon (de Nicolas Winding Refn)
Si había una película que muchos estábamos esperando desde el momento en que se anunció en la programación de Sitges esa era, sin duda, The neon demon. Su director, Nicolas Winding Refn, adquirió prestigio internacional en 2011 a raíz del premio recibido en Cannes por Drive y, un par de años después, volvió a deleitar a sus incondicionales con la hipnótica Solo Dios perdona. Su nuevo film parece una extensión formal de esta última: una fotografía de colores saturados, con abundancia de rojos y azules intensos, donde la luz juega un papel fundamental (tanto en los espacios más cerrados y opresivos como en los más abiertos y desasosegantes), recoge una vez más el testigo de Dario Argento (Suspiria [1977], Inferno [1980]). Refn sigue depurando su estilo, alcanzando cotas visuales que casi ningún realizador actual es siquiera capaz de rozar, y su cine resulta un auténtico festival para los sentidos. Que nadie se engañe: en The neon demon la trama no es más que un pretexto para desplegar el artefacto estético, y poco o nada importa la historia de esa chica que llega a Los Ángeles con el objetivo de medrar, aun a costa de la envidia despertada entre sus insidiosas compañeras, en el mundo de la moda. Refn nos enamora desde el primer fotograma de una Elle Fanning —absolutamente deslumbrante, en un papel angelical de reverso tenebroso que parece hecho a medida— aparentemente ensangrentada, declaración de intenciones de lo que está por llegar, y a partir de ahí asistiremos con infinito placer a un ritual de iniciación realmente aterrador: aquí no hay brujas ni edificios encantados como en Suspiria, pero los peligros que amenazan a la recién llegada en su periplo no son de menor consideración. Mucho se ha dicho de la intención de Refn de criticar la superficialidad reinante en el mundo de las pasarelas, e incluso se ha sugerido que The neon demon puede funcionar como deconstrucción minimalista del slasher tradicional, pero lo cierto es que la película carece de verdadera vocación intelectual porque, entre otras razones, no existe mejor cauce que un frívolo ejercicio de estilo para entender el universo decadente que Refn pretende retratar. Y lo lleva a cabo con tanto éxito que no podemos sino quitarnos el sombrero y celebrar este Premio de la crítica, igual que hizo Ángel Sala durante la lectura del palmarés: ésta fue la única película en la que abandonó su posición neutral como director del festival para mostrar, aplauso mediante, su personal predilección por uno de los films premiados. The neon demon no es para todos los públicos, pero aquellos a los que nos ha entusiasmado hemos quedado plenamente satisfechos.