Moralidad en un mundo inmoral.
El Ben Affleck cineasta, ese que se destapó como un autor a tener en cuenta hace ya diez años con Adiós pequeña, adiós -su ópera prima-, está realmente interesado en el estudio de personajes repletos de claroscuros. Las cuatro películas que ha dirigido hasta la fecha, en mayor o menor medida, contaban con protagonistas que, como poco, se replanteaban continuamente sus actos, en relación con la ética profesional e inclusión con su función moral para con el mundo. Quizá esa figura no estaba tan presente en se debut, donde aparecía al final de la función y con un desarrollo mucho menos marcado que en el resto de su obra. Parece evidente que no es una casualidad que haya decidido protagonizar todos sus filmes a excepción de la ya mencionada Adiós pequeña, adiós, donde adaptó por primera vez a Dennis Lehane, escritor de Vivir de noche, la novela en la que se basa en esta ocasión el mediocre actor reconvertido en solvente director para realizar su película homónima.
Resulta incomprensible que la película haya sufrido tan malas críticas en Estados Unidos, pues se podría decir que es un remake espiritual de The Town (Ciudad de ladrones), la cual recibió el aplauso unánime de la crítica especializada. Vivir de noche es otro trabajo narrado con pulso, con una ambientación inmejorable y unas secuencias de acción perfectamente rodadas; pero, al igual que ocurriera en el film de 2010, esta obra carece de alma, de un corazón que haga trascender lo narrado y de unas imágenes con potencial para permanecer un nuestra memoria. Nos encontramos, pues, ante una película sin poder para emocionar, sin ese algo abstracto que pueda hacer de ella algo memorable. Pero, como ya decíamos, este es un lastre que Affleck lleva arrastrando en toda su carrera, exceptuando la vertiente melodramática -y manipuladora- de su primer trabajo. Por otra parte, puede que sí sea un problema de entidad el aparente cuidado por ser fiel al material original, construyendo la narración a base de unas elipsis que, aunque notablemente ejecutadas, impiden que las subtramas y los personajes secundarios tengan el desarrollo que merecen. Sienna Miller, Zoe Saldana y Elle Fanning están estupendas, pero sus personajes no son más que un sustento narrativo para cada tramo del film, pequeños chispazos que deslumbran en su aparición pero que desaparecen sin dejar rastro, en ocasiones de forma más torpe que misteriosa o creíble. Menos interés suscita el elenco masculino, repleto de personajes carismáticos que siempre quedan en segundo plano.
Affleck realiza un homenaje al cine de gángsters sin captar en ningún momento la esencia de sus títulos más representativos, pero aportando una mirada desmitificadora del mundo de la mafia en plena ley seca. Además, logra dibujar un personaje protagonista cuyos deseos, dudas y rigidez moral son transparentes en todo momento. Su interpretación no está a la altura del soldado convertido en criminal que nos presenta, demostrando por enésima vez que tiene talento para estar detrás de las cámaras pero no delante de ellas. Esta eficacia como artesano, como virtuoso narrador de relatos más o menos interesantes, conlleva a su vez una falta de personalidad preocupante, lo que nos lleva de nuevo a la cuestión del alma, de la esencia y del corazón. Puede que esta sea la respuesta a lo lejos que está Vivir de noche de erigirse como una buena película sobre la mafia: aunque pretende surgir como una improbable renovación del género noir, sus virtudes están directamente relacionadas con la ejecución de las secuencias de acción, del desarrollo de una trama que resulta superficial en demasía. A pesar de sus múltiples y variados problemas, marcados por una narración elíptica que se carga su profundidad y poso dramático, lo nuevo de Ben Affleck debería ser más que suficiente para satisfacer a aquellos que han disfrutado de sus anteriores trabajos.