Nananananananana BATMAN.
El contundente éxito de público y crítica de La LEGO película (Phil Lord, Christopher Miller, 2014) parecía convertir en imperativo la necesidad de seguir explotando el filón comercial que se acababa de abrir. Cómo desaprovechar, por lo tanto, la oportunidad que se presentaba para seguir expandiendo el universo cinematográfico de los bloques de juguete. Y, en relación a esto, cómo desaprovechar para este primer paso la posibilidad de garantizar un cierto éxito, recuperando al que fuera el secundario estrella de la primera película: Batman. Una versión paródica del caballero oscuro que se nutre de todo el imaginario convocado por el personaje, precisamente para darle una vuelta a través del humor. Así llega a nuestras pantallas, cuando todavía nadie ha podido olvidar la melodía del “Todo es fabuloso”, LEGO Batman: La película.
La dirección pasa esta vez a manos de Chris McKay, quien ya había demostrado de forma sobresaliente sus aptitudes para la animación y la comedia en la serie Robot Chicken. Dos de los pilares fundamentales sobre los que se asienta ahora LEGO Batman: La película. El humor, que se articula principalmente en forma de parodia, permite leer la película de McKay como un mecanismo tan entretenido como inteligente. En este sentido, no deja de resultar tremendamente interesante cómo algunas imágenes sirven para condensar e ilustrar el sentido de las películas que las contienen. En el caso de LEGO Batman: La película, al poco tiempo del arranque se produce un gesto tan fugaz como significativo: el personaje de Batman, después de salvar por enésima vez a la ciudad de Gotham (en este caso su versión de juguete), acude a un orfanato para repartir regalos entre los huérfanos. Un reparto que el hombre murciélago realiza literalmente a cañonazos, y que no consiste en otra cosa que en merchandising de su propia figura. Los pequeños reciben los impactos de los regalos felizmente, agradecidos, entre admiración y risas. Pues bien, esta acción puramente anecdótica y casi secundaria, resume a la perfección el funcionamiento de LEGO Batman: La película.
Una primera cuestión que se deduce de esta secuencia es la forma: el espectador recibe con los brazos abiertos y una amplia sonrisa el bombardeo -literal- de colores, explosiones, chistes… en definitiva, la acción constante con la que la película de McKay fascina al espectador. Una velocidad y un ritmo en la imagen que se ven necesariamente reforzados a través de esa animación, formalmente la misma de La LEGO película, que solo puede existir en un movimiento frenético. Un nervio que fluye entre la imagen y la historia misma, pues la narración (escrita a doce manos) se sucede de la misma forma acelerada, descontrolada y delirante. Cada momento es más absurdo que el anterior. Así, lo más interesante de la narración es que trasciende su desarrollo clásico, para responder al mismo mecanismo caótico del niño que juega y construye sus historias con total libertad creativa. La conexión de esta narración tan lúdica, uno de los mayores logros de La LEGO película, se convierte de nuevo en el gran acierto de la película de McKay. Realmente el espectador siente que está jugando en su habitación, que las posibilidades no tienen ningún límite y, así, la historia desborda el universo de Batman e incorpora todo tipo de personajes conocidos, todos ellos unidos bajo la forma homogénea de las figuras LEGO.
La segunda cuestión que se deduce del bombardeo de merchandising del caballero oscuro tiene que ver con el fondo del filme, pues más allá del apartado sentimental de LEGO Batman: La película, que tiene que ver con la búsqueda de un lugar en el mundo (tema también presente en la anterior película), la película de McKay se presenta no solo como una tremenda campaña comercial sino que, y tal vez lo mejor de todo: es completamente consciente de ello. La capacidad autorreferencial de la película, que tanto recuerda al humor de Deadpool (Tim Miller, 2016) y que ahora se plantea desde los logos iniciales, genera un estimulante juego que permite al Batman de McKay aludir, por ejemplo, a todos sus predecesores. A través de este juego, el Batman de LEGO reclama su sitio de una manera tan osada como divertida, en la línea cronológica de las películas del hombre murciélago. Y es este descaro, este atrevimiento, este humor consciente y lúdico, sumados a la acción y el pretendido delirio narrativo, todo lo que convierte a LEGO Batman: La película, no solo en uno de los blockbusters más entretenidos y recomendables de la temporada, sino también en una de las mejores películas de Batman. Muy por delante de muchas de sus compañeras animadas, e incluso por delante de los Batman de Joel Schumacher, que también eran comedia, pero comedia no pretendida.