Por encima de todo, Godard.
Tras un largo año en el que ningún festival ha llegado a proyectar la esperadísima Image et parole (Le libre d’es images), la noticia del reestreno de una película inédita de Jean-Luc Godard es motivo de una celebración mayor aún de la que cabría esperar en circunstancias normales. El título en cuestión es Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine, un trabajo de encargo coordinado por TF1, la cadena pública de televisión más importante de Francia en la década de los 80, que realizó un homenaje a una conocida colección de novelas negras. Para ello, Godard adaptó con total personalidad la novela The Soft Centre de James Hadley Chase. La película fue emitida una única vez en televisión, el 24 de mayo de 1986 a las 20:30 horas, y nunca contó con un estreno en salas, aunque el crítico y programador cinematográfico Jaime Pena recordó que había sido proyectada en Filmoteca Española en el año 1999, con motivo de una retrospectiva dedicada al cineasta franco-suizo.
La película ha sido restaurada en DCP más de treinta años después de su estreno televisivo gracias a la supervisión de su directora de fotografía, Caroline Champetier, que fue formada por William Lubtchantsky, uno de los más grandes dentro de su oficio en toda la historia del cine. Champetier, puente natural entre la generación de William y la de su hija Irina, ha sido responsable de la iluminación y el trabajo de cámara de obras de cineastas de la entidad del propio Godard, Jacques Rivette, Chantal Akerman, Arnaud Desplechin, Danièle Huillet & Jean-Marie Straub, Jacques Doillon, Philippe Garrel, Nobuhiro Suwa y Claude Lanzmann, entre muchos otros.
Godard, cuya opinión no difería demasiado de la de su amigo y antiguo compañero Serge Daney, que por aquel entonces anunciaba repetidamente la muerte del cine, utilizó el crecimiento del medio televisivo de la forma más orgánica posible, dejando que el mismo influyera a su película con la misma intensidad en fuerza y en fondo. Antes de Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine, Godard ya había empezado a experimentar con el formato del vídeo en busca de lo que podía ofrecer a nivel artístico. Una vez explorada y trascendida la barrera creativa entre cine y televisión, y manteniendo ciertas señas de identidad presentes a lo largo de su filmografía, como la importancia de los rostros en el encuadre o la desincronización del sonido diegético, el cineasta aprovecha la figura del productor y el director de cine para reflejar una situación a la que muchos tendrán que sobreponerse en pleno período de cambio.
En este caso, mezcla esa idea con una intriga criminal directamente relacionada con la decadencia —la grandeza del título es un tiempo pasado que siempre queda en off— de quien sobrevive como bien puede tras haberse visto obligado a abandonar la industria cinematográfica. De forma realmente inteligente, Godard, quien se permite incluso tener un divertido y significativo cameo en el film, se centra en los interminables e inútiles castings que realiza el director Gaspard Bazin (Jean-Pierre Léaud) para elegir a los figurantes de su próxima película. Su productor, Jean Almereyda (Jean-Pierre Mocky), que a estas alturas apenas puede sufragar los castings, arriesga su vida para financiar el proyecto y recuperar su posición. Y, mientras todo lo mencionado sucede, Eurydice (Marie Varela), la mujer de Almereyda, sueña con ser actriz y se inmiscuye paulatinamente en una trama que nadie puede prever hacia dónde se dirige, pero que el director de Pierrot el loco lleva a su propio terreno a través de una serie de decisiones puramente cinematográficas: un tan vivo como meticuloso trabajo del encuadre, para el que emplea únicamente planos fijos mediante los que crea imágenes sumamente bellas, y un uso de los fundidos encadenados con el que trabaja el espacio y el tiempo de forma encomiable.