26 de abril de 2024

Festival de San Sebastián 2017: Licht y En cuerpo y alma

Siguen las luces y las sombras en el 65SSIFF.

Hoy os voy a hablar de una peli de Perlas y otra de Sección Oficial, que sigue sin levantar cabeza, la verdad.

Empiezo por Licht de la realizadora Barbara Albert, que ya compitió por la Concha de Oro con su film The Dead and the Living (Die Lebenden, 2012). La cinta está basada en la novela de Alissa Walser, “Mesmerized” y nos cuenta la historia de Maria Theresia Paradis, niña prodigio, pianista ciega de 18 años en la Viena de 1777.

Maria Theresia perdió la vista sin explicación médica aparente cuando tenía tres años. Sus padres la someten a innumerables experimentos médicos fallidos, que le provocan efectos secundarios que la aparten todavía más del mundo y hacen que se sienta muy frágil. A su estado de fragilidad contribuye que sus padres se avergüencen de ella y no sepan cómo lidiar con su ceguera. Nada es suficiente. Nada está bien a pesar de su virtuosismo al piano.

Ya desesperados y como último recurso, deciden llevarla a la finca del doctor Mesmer, que utiliza métodos poco ortodoxos con sus pacientes. Allí Maria Theresia disfruta del ambiente liberal de la casa en un mundo rococó y conoce la libertad por primera vez, liberada del yugo familiar. El doctor Mesmer la trata con respeto y dignidad en lo personal y profesionalmente consigue una mejoría en su estado. El problema es que mientras el tratamiento de Mesmer le está devolviendo la vista, está perdiendo su apreciado virtuosismo musical. Empieza a sentirse segura como persona, pero insegura en lo que siempre ha sido buena, el piano.

La cinta resulta algo sosa, sin garra ni emoción. Hace un buen retrato de la época, pero no termina de profundizar en los personajes y todo resulta algo superficial. En definitiva, otra película a competición que poco tiene que ofrecer.

En cuerpo y alma

Al rescate acude En cuerpo y alma (On body and soul) de Ildikó Enyedi, el discutido Oso de Oro de la pasada edición de la Berlinale, que nos cuenta la historia de una pareja que descubre por casualidad que comparten el mismo sueño mientras duermen y deciden llevar su historia al terreno de la realidad. Parece sencillo, ¿verdad?, bueno, pues nada más lejos de la verdad. En cuerpo y alma es de todo menos sencilla y simple. De hecho, es una historia compleja en cuanto al desarrollo narrativo y de los personajes. Intercala las partes oníricas, sin que en un principio tú sepas a santo de qué vienen esas imágenes tan bucólicas y tan preciosas, con la parte real de la historia en el momento en que los protagonistas se conocen. Ella, es la nueva inspectora de calidad de un matadero y él es el director financiero.

Ella (María), es una joven neuro-atípica con una memoria prodigiosa (es capaz de recordar absolutamente todo desde su infancia) y una incapacidad total para las relaciones sociales. Ella está sola. Su trastorno, que no se explica en ningún momento de la peli, hace que no soporte el contacto físico y que diga todo lo que se la pasa por la cabeza ya que carece de esas cortapisas sociales que todos tenemos. Vamos, que la muchacha no filtra, y eso da lugar a todo tipo de situaciones que se prestan al humor negro. Esa es una de las grandes bazas de la cinta. Su humor negro.

Él (Endre) por su parte es un tipo anodino que tiene una discapacidad en el brazo izquierdo. Todo un sinsustancia, para que me entendáis. Es una persona gris, sin aspiraciones, sin ilusiones, lleno de miedos, y que se limita a dejar pasar la vida por delante de sus narices. Él está solo.

Para mí, la miga de la peli reside en cómo evolucionan los personajes a lo largo del metraje. Ambos están solos, sí. Pero ella no se siente sola porque no puede sentir nada, todo es racional, nada es emocional. Ella sabe que está sola. Él sí se siente solo. Siente que no encontrará nunca a nadie que le quiera por su minusvalía, de la que es consciente. Ella, sin embargo, no siente que tenga ninguna minusvalía, simplemente es diferente. Ese es el punto de partida.

Ahora bien, según avanza la película ella intenta sentir cosas, quiere sentir amor por él, y para ello se documenta. Se obliga a escuchar música para saber cómo sentir amor, a ver porno para saber cómo sentir el amor físico, y a realizar otras acciones para sentir cosas que para nosotros son cotidianas pero ella debe aprender porque no son inherentes a su persona. La mayoría de nosotros sentimos sin proponérnoslo, simplemente sucede. Ella se somete a un entrenamiento para sentir. Él por su parte, tiene que vencer los miedos que siente para poder estar con ella. Ella quiere sentir cosas, él quiere transformar sus sentimientos; dejar de sentir cosas negativas para poder sentir cosas positivas.

Todo esto descansa en unas interpretaciones inconmensurables, ambos protagonistas (Alexandra Borbély  en el papel de Maria y Morcsányi Géza en el papel de Endre) están fantásticos pero lo de ella es espectacular, unas imágenes impactantes, una austera puesta en escena, un ritmo pausado que le va como anillo al dedo a la historia (aunque al principio cueste un poquito entrar) y una canción que os perseguirá varias horas, o incluso días después del visionado (se trata de “What he wrote” de Laura Marling y que escucho mientras escribo esto).

Si consiguen trasladar su vida onírica a la real, es una cosa que tendréis que descubrir vosotros. Yo solo os digo que el camino que nos propone la directora, Ildikó Enyedi, es desconcertante en un principio pero de una clarividencia final que os dejará ensimismados.

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