24 de abril de 2024

D’A Film Festival 2018: Crónica 3

Óperas primas y alguna sorpresa en esta última crónica del festival barcelonés D’A.

El primer largometraje de Léonor Serraille, Bienvenida a Montparnasse, justifica sobradamente haber sido premiado el pasado año con la Cámara de Oro en Cannes, un premio a la mejor ópera prima con el que han sido galardonados grandes directores como Jim Jarmusch, Steve McQueen o Jafar Panahi.

La película abre con un primer plano de la protagonista, claramente alterada, contando sus problemas mientras mira directamente a cámara, toda una declaración de intenciones de lo que encontraremos en el resto del metraje. El peso de la película cae sobre Lætitia Dosch, a quien ya pudimos ver interpretando a una reportera de televisión en la interesante La batalla de Solférino. La actriz francesa interpreta de forma notable a Paula, una treintañera alocada e inestable pero muy honesta y profundamente dicharachera, con una increíble capacidad para sacarle conversación a cualquiera que se le ponga por delante.

Tras haber sido echada de casa por su rico novio, Paula se ve sola en París sin dinero ni vivienda e intentará salir adelante sin ayuda de nadie. La precaria situación económica de Paula traza una clara separación de clase entre la humilde vida que lleva con su nuevo trabajo y el estilo de vida burgués de personas como su jefa o su exnovio, un hombre profundamente clasista y machista que le llega a pedir a Paula que deje “su trabajo de mierda” para que él la mantenga.

Si bien a nivel técnico la película no es especialmente personal o llamativa, la genial interpretación de Lætitia Dosch y los bien construidos diálogos hacen de Bienvenida a Montparnasse una más que interesante propuesta.

More

More, otra ópera prima que nos llega desde Turquía, retrata un tema tan actual como el de los refugiados de oriente medio que intentan llegar a Europa. El protagonista, un joven turco de 14 años, se verá presionado por su padre a abandonar sus estudios para introducirse en el negocio del tráfico de refugiados, a los que tratan como ganado.

La premisa se desarrolla de la peor de las formas, nos encontramos con una película plagada de clichés del cine negro, aunque invirtiendo la típica trama del padre criminal que no quiere que su hijo siga sus pasos. More, además, se prolonga más de lo que debiera y, en el último tramo, la narración pierde un poco el rumbo.

A nivel de realización, la película es bastante correcta e incluso se utilizan de forma creativa elementos como el desenfoque y los planos aberrantes, pero tanto el guión como las actuaciones parecen más propias de un telefilm.

Die tomorrow

A título personal, la película tailandesa Die Tomorrow ha sido la gran sorpresa del festival. Se trata de un emotivo híbrido de ficción y documental sobre la muerte en el que, sin embargo, no veremos morir a nadie. Nawapol Thamrongrattanarit, que dirige y escribe el guión, no parece estar interesado en el acto en sí, sino que prefiere explorar el contexto en el que la muerte ocurre y las personas que se ven afectadas.

En Die Tomorrow, Nawapol Thamrongrattanarit construye pequeñas ficciones autónomas inspiradas en diferentes titulares de periódicos vinculados a alguna muerte. Estos pequeñas historias en ocasiones apenas tocan el tema del titular y están grabados en un único plano secuencia en formato 1:1, bellamente orquestado y sin apenas movimientos de cámara. Los fragmentos de ficción se intercalan con entrevistas reales en las que se hacen preguntas sobre la muerte, destacando las respuestas de un anciano de 102 años que ya ha perdido a su mujer y su hijo y que, sin pretenderlo, protagoniza un cómico momento al final de la película.

Gracias a un contador que nos acompañará durante todo el metraje podremos saber que, mientras veíamos la película, unas 9000 personas murieron en el mundo real. Tiene mérito que con una materia prima tan oscura, Nawapol Thamrongrattanarit haya hecho una película que no sólo no busca la lágrima fácil si no que, en última instancia, transmite más emociones positivas que negativas.

Chien

El último trabajo del director francés Samuel Benchetrit puede recordar por momentos al cine de Todd Solondz o Roy Andersson, sin embargo, esto son solo ligeras reminiscencias. En Chien conoceremos la historia de un hombre cobarde, dócil y complaciente que, de forma poco sutil, dejará de lado su desastrosa vida y acabará adoptando el rol de un perro. El planteamiento remite un poco al de otras películas basadas en ideas metafóricas como sería el caso Langosta. Samuel Benchetrit profundiza en los errores que cometió Yorgos Lanthimos, partiendo de una metáfora bastante tonta que explicita demasiado y que queda agotada en unos escasos 20 minutos.

El guión es sencillamente terrible, tanto a nivel de diálogos como en lo que respecta a escenas forzadas y momentos difícilmente justificables. En definitiva, se trata de una comedia que ni es graciosa, ni es inteligente, ni es divertida.

La cámara de Claire

Aunque no esté al nivel de The Day After, La cámara de Claire es una desenfadada película en la que Hong Sang-soo nos muestra en poco más de una hora su habilidad para crear interesantes historias partiendo, como siempre, de pocos elementos y un reducido número de actores y localizaciones.

Ambientada en el Festival de Cannes y contando de nuevo con Isabelle Huppert, Hong Sang-soo nos propone una bonita historia de amistad entre Manhee, una trabajadora del mundo del cine recién despedida (interpretada por Kim Min-hee, colaboradora habitual) y Claire, una fotógrafa que afirma que puede cambiar a la gente al fotografiarlas. Como en The Day After, en esta ocasión también nos encontramos a un personaje masculino bastante patético; un director de cine que será el causante del despido de Manhee y que protagoniza una bochornosa escena de slut-shaming.

Hong Sang-soo sigue desarrollando sus particulares puzzles narrativos, jugando a la confusión, como cuando crea similaridades entre la escena del despido de Manhee por su jefa y la escena en la que su jefa es dejada por el director de cine.

Pese a la sencillez de la propuesta y la escasa duración, La cámara de Claire está cargada de grandes momentos y, como última película proyectada del festival, supuso un bonito broche final.

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