28 de abril de 2024

Críticas: Dobles vidas

El Assayas más liviano sin perder acidez.

La frase destacada del póster español de Dobles vidas anuncia que estamos ante «una comedia a lo Woody Allen pero con mucho más vino». Es muy cierto que el tono, los personajes, los temas de conversación y las relaciones establecidas entre ellos parecen surgidos de la mente creativa del genio neoyorquino; también lo es que, como buenos franceses, en todas sus reuniones y manjares, hay botellas de vino por doquier. No obstante, la película es cien por cien reconocible en el universo de Olivier Assayas, aunque aquí desde una óptica más liviana sin perder ni un ápice de su mordaz mirada a la sociedad y los amoríos entre los protagonistas.

Los cambios en el mundo de la industria editorial cristalizan en cierto modo los cambios en la vida de los cuatro personajes principales y el estancamiento de vendas de libros de papel o la frenada en la implantación de los e-book ponen de manifiesto la incapacidad de Alain, Selena, Léonard y Valérie para encauzar su presente ya sea por inmadurez, pereza o frustración. En este cuarteto se cuece un triángulo amoroso y un quinto elemento (la joven Laure) entra en escena para desestabilizar (¿o al contrario: mantener?) todavía más las frágiles relaciones. Es aquí, en la consonancia entre los dramas íntimos de los protagonistas y la evolución del mercado editorial, cuando el guion se muestra más despierto y acertado. Así como en su visión del mundo tecnológico, la comunicación líquida en las redes sociales y la democratización de la libertad de expresión con el alcance de nuevos canales comunicativos para todos los ciudadanos (los blogs, Twitter, etc.).

Porque en apariencia Dobles vidas es una comedia ligera, pero en su trasfondo se esconde, según como se mire, una comedia muy amarga o un drama con fugas cómicas para destensar la cruda realidad de sus personajes, más abocados al aburrimiento y la desilusión que al tremendismo melodramático. Assayas plantea también reflexiones acerca del individualismo del ser humano en esta sociedad de consumo, el papel de la cultura y el arte en la actualidad y la privacidad en el nuevo mundo de la nube en Internet. No obstante, si en la escritura de los diálogos Assayas brilla especialmente, en el desarrollo de sus personajes cae a menudo en ciertos arquetipos algo anticuados y ninguno de los cinco protagonistas termina de generar el interés pertinente para poder empatizar con ellos. Con esta tropa, estamos ante el clásico “todos son odiables y les daría un bofetón a cada uno”. La intención es claramente buscada por parte del cineasta, pero resta valúa a una propuesta tan interesante y condena a que su calado emocional se reduzca a la mínima expresión.

Volviendo al eslogan del póster, la afirmación del crítico pregona “con mucho más vino”. Muy cierto, sí. Las botellas se las pimplan un elenco plagado de primeras espadas del cine galo, empezando por Guillaume Canet, actor algo impasible en otras ocasiones que aquí ofrece uno de sus mejores trabajos. Juliette Binoche prosigue con su segunda juventud en papeles desacomplejados (Un sol interior, High Life) y construye el rol más estilizado y redondo del quinteto. Por su lado, Vincent Macaigne se adueña de la función con los instantes más disparatados y hace gala de su estupenda vis cómica. Ante este trío de estrellas consagradas de la cinematografía francesa, destaca con su luminosidad y expresividad la semi desconocida Nora Hamzawi, su primer papel con notoriedad debería abrirle puertas para labrarse un futuro prometedor.

Dobles vidas no es uno de los mejores trabajos de Olivier Assayas, de hecho, es un pequeño paso atrás con respecto a sus dos últimas películas, las injustamente infravaloradas Viaje a Sils Maria y, sobre todo, la enigmática Personal Shopper; pero es una buena comedia con un cinismo muy oportuno y plantea unas cuestiones sugestivas acerca del mundo de hoy bajo la reflexión sobre las relaciones de pareja.

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