Terminamos las crónicas venecianas.
Tan sólo me restaba una jornada de cobertura informativa y de inmersión en la experiencia veneciana. Una jornada que resultaría, sin embargo, la más extensa, y la que me brindaría más sorpresas, ya que poco sabía de nada de lo que iba a ver. La jornada para abrir Venecia a las series de televisión, y para reafirmarse en el enorme atractivo de la sección Orizzonti. Nuevas voces, veteranos maestros y extrema variedad de estilos, propuestas de identidades culturales distantes y contacto ya deseado con la animación. Día con mucho para analizar, y me dispongo a desglosar mis sensaciones a continuación.
Para abrir la jornada, una sesión que servidor tenía como prioridad pero que, para mi desolación, estaba sorprendentemente vacía. No ya por ser el nuevo trabajo de un gran director, sino por ser la continuación de una estupenda obra audiovisual. Se trataba de los capítulos 2 y 7 de The new Pope, que hace las veces de segunda temporada de El papa joven, dirigidos de nuevo por Paolo Sorrentino. Un regreso que recupera a la mayoría del equipo técnico y artístico de aquella primera andanza, con seductores nuevos inquilinos. Nos reencontramos con Lenny Belardo en su difícil estado, y conoceremos al que está llamado a sucederle vista las adversas circunstancias: John Brannox, interpretado por John Malkovich. Un retorno que preserva el atractivo tonal y estético y el carisma de sus personajes, añadiendo a su vez nuevas piezas que dan mucho juego. Muy atractivo el capítulo 2, no así tanto el 7, más farragoso. Es difícil extraer conclusiones de peso habiendo visto tan sólo unas pequeñas partes de un todo, pero ambas nos permiten intuir un rumbo por el que las cosas pueden discurrir y nos permiten sustraer impresiones. A nivel audiovisual y formal la serie es más plana, menos ambiciosa y sugerente que la rompedora primera temporada. Los fuertes y prioridades parecen ser el texto, la trama, recargada con una mayor solemnidad y un temple más sereno, melancólico y melodramático. Lo visto es más unidimensional, más monocorde a nivel emocional. Lo cual no quita para que sigamos hablando de una excelente serie en la que Sorrentino exhibe sus virtudes, pero esta nueva temporada presenta muchas papeletas para no estar a la altura de su antecesora.
Una hora después, en la misma Sala Dársena, fue el turno de la segunda de las producciones americanas de Netflix que competían en Sección Oficial. Una revisitación en tono juguetón de hechos reales que parecía ser un vehículo más de lucimiento académico para Meryl Streep, y un peldaño más en la dilatada carrera de ese atractivo realizador que lleva años jubilándose llamado Steven Soderbergh. La película es The laundromat-Dinero sucio, que narra los controvertidos hechos reales de los Papeles de Panamá. Paraísos fiscales, sociedades fantasmas, fraude y especulación, todo ello destapado gracias a la insistencia de una individua que expondrá los misterios opacos de una sociedad de abogados ante los medios. Streep, Oldman y Antonio Banderas se divierten en un experimento cómico que combina grafismos, saltos temporales, didactismo socarrón, episodios en paralelo, ficcionalizaciones de sucesos reales y rupturas de la cuarta pared en un relato de múltiples capas que aboga al máximo por entretener mientras disecciona con acidez un espeso panorama de buitres y de estafas piramidales. Buenas interpretaciones y estilo en la realización de Soderbergh, que filma de manera plana en la fotografía pero dinámica en el montaje y en el tono. Un filme disfrutable, con dosis apreciables de mala baba y mucho subtexto para pensar tras la superficie. Lo cual no quita que hablemos de una película ligera y superficial, dispersa entre algunos episodios insípidos. Tan grata como olvidable a medio plazo.
Tras un leve lapso de comida y grabación de vídeo, llegó el ya casi cotidiano momento de reencontrarse con la sección Orizzonti en la Sala Dársena. Hoy tocaba doble ración, y empezamos con una película francesa con Adèle Exarchopoulos en su reparto. Hablamos de la muy interesante y necesaria para recuperar Revenir, de Jessica Palud. Historia del regreso de un joven a la granja de su infancia tras doce años de ausencia. Adaptación a un mundo ya no tan familiar en el que ya no está su madre y en el que todo vínculo con su padre está roto. Será la novedosa presencia de su pequeño sobrino y su atractivo madre los clavos ardientes emocionales a los que se agarre. Un drama familiar pequeño y directo, sencillo y conciso, que triunfa por su modestia y que funciona por su honestidad y por la ternura que transmite, aún reuniendo durante su desarrollo una seca dureza. Una película que presenta como aciertos sus elecciones de localización, su fondo de desgarro y sus estupendas interpretaciones. Familia herida, verdad y dolor. Cierre contundente, que tras un estallido dramático en su tercer acto despide en una nota positiva. Película que consuma el deseo pero que trufa el metraje de sensualidad implícita. Se perfila el aprecio paternal, pero no se cargan las tintas sensibleras. La tragedia se palpa, pero no se chilla. Una película, tampoco me malinterpretéis, lejos de ser excepcional en todos sus parámetros, una historia que hemos visto otras veces y una película breve que no ofrece demasiadas cosas. Pero la eficiencia de su ejecución hacen de su simpleza una virtud, y para ser un debut es un ejercicio de oficio apreciable.
Una hora después, de nuevo la Sala Dársena y de nuevo la sección Orizzonti. En este caso, para ver la mayor sorpresa de mi estancia veneciana. Os escribo sobre otro debut, en este caso la americana Giants being lonely, de Grear Patterson. Mundo rural estadounidense, período estival, adolescencia efervescente. Béisbol como deporte, germen de comunidad y cultura. Entrada a la madurez, convulso momento de cambio a las inestables arenas de la vida adulta. Tres jóvenes y el conflicto que aguarda traicionero a la vuelta de la esquina. Una película poderosa, muy potente, que logra que nos sumerjamos de pleno en su diégesis y la veamos como un producto fresco pese a lo extremadamente familiar de su trama gracias a su brillante ejecución técnica. El estilo en la realización de Patterson, sustentado en un cuidado trabajo del encuadre aferrado siempre a la cercanía del personaje y un diseño sonoro sensorialmente absorbente de tintes oníricos, atrapa al espectador en un universo íntimo, de reducidas dimensiones físicas. Humedad estival, lozanía deportiva en una producción de sensibilidad, iconografía y temática Linklateriana, pero de estilo e implicaciones sensoriales Malickianas. Estilizada pero, a su vez, cercana y real, cotidiana en su localismo y quietud. Algunos tendrán problemas con cierto detalle morboso en su espectacular final, allí dónde estalla y se desata la tensión y la tragedia. Y su desarrollo argumental mundano y temas simples dejarán fríos a los espectadores más exigentes. Pero es complicado hacer un filme de béisbol, adolescentes, verano de descubrimiento y América profunda más notable que esta.
Y como capítulo de despedida, mi última película de la Sección Oficial, y la única cinta animada de la competición. La primera película de animación de su polifacético y veterano director. Se trata de la hongkonesa Nº7 Cherry Lane, de Yonfan. La historia nos sitúa en la ciudad asiática durante los años 60. El protagonista es un joven que estudia literatura inglesa y se ve envuelto en un malsano y obsesivo triángulo amoroso en un escenario socavado por cambios sociales y convulsión política. Un cóctel impredecible, libre y ambicioso de una riqueza cultural exuberante. Críptica producción, extremadamente irregular como película. Una mezcla kitsch y exótica, fuera de nuestro tiempo en tempos y construcción. Un folletín de sexualidad arrolladora, melodrama telenovelesco y pasión literaria. Folletín burgués de deseo, intriga, ensoñación y revolución. Parcialmente recreación histórica, parcialmente musical, parcialmente secuencias escapistas de fantasía psicológica, parcialmente homenaje cinéfilo con secuencias clásicas recreadas. Una película excesiva, pero, al mismo tiempo sumamente estática. Un estatismo que es el gran problema de una película que se desmorona por completo como todo cohesionado. La estética del filme es bella, pero la animación de los movimientos es lamentable. Es mortecina, verborreica, deslavazada. Un tanto incomprensible, pero extremadamente tediosa. Una película diferente, extraña, pero que se queda en un mero experimento y en un desvío juguetón de los programadores.
Cuatro días de mucho y buen cine, estupendo trato humano, acogedoras y prácticas instalaciones, comodidades para el acceso y facilidades para el trabajo de la prensa. Me quedaron grandes películas por ver, tales como Martin Eden, Blanco en Blanco, Atlantis, State funeral o About endlesness, las cuales ya habrá ocasión de recuperar. En suma una fantástica experiencia que superó mis expectativas y deseo tenga continuidad en años venideros.